Por Cintia Guadalupe López Lara*
Introducción
En nuestras sociedades, la idea de normalidad se presenta como neutra, técnica y deseable. Sin embargo, desde una mirada crítica, es posible entenderla como una construcción social que opera como un dispositivo de exclusión. Quienes no se ajustan a ese estándar suelen ser tratados como deficientes o inadecuados. Este fenómeno es particularmente evidente en el caso de las personas con discapacidad intelectual, quienes enfrentan procesos sistemáticos de estigmatización, infantilización y exclusión.
Desde la psicología social crítica, especialmente en sus vertientes construccionistas y comunitarias, es posible analizar cómo el concepto de normalidad funciona como una herramienta de discriminación simbólica y estructural. En este artículo se analiza dicho concepto como mecanismo de opresión, a partir de referentes teóricos de la psicología, la sociología y los derechos humanos, y se propone una visión alternativa basada en la inclusión y el reconocimiento de la diversidad humana.
La normalidad como construcción social
Michel Foucault señala en Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión (México, Siglo XXI, 2009) que las instituciones modernas ejercen poder no solo mediante la represión, sino a través de dispositivos de normalización que moldean conductas y cuerpos. Este poder disciplinario se ejerce mediante la vigilancia, el examen, la corrección, y tiene como fin producir sujetos “normales”.
En este contexto, la discapacidad intelectual ha sido históricamente construida como una desviación de la norma cognitiva, no como una forma legítima de diversidad. Esta concepción da lugar a una serie de prácticas clínicas, educativas y sociales que buscan corregir, contener o invisibilizar a las personas con discapacidad.
Etiquetas, vigilancia y exclusión
Erving Goffman, en Estigma. La identidad deteriorada (Madrid, Amorrortu, 2006), argumenta que las personas que no encajan en los ideales sociales sufren un proceso de estigmatización que afecta profundamente su identidad. La discapacidad intelectual, en este sentido, no solo implica una condición diagnóstica, sino un lugar social que limita derechos y oportunidades.
Las instituciones educativas, clínicas y sociales, al etiquetar a las personas como “retrasadas”, “incapaces” o “dependientes”, perpetúan relaciones asimétricas donde el otro es tratado como objeto de intervención. La psicología, cuando se aleja de una perspectiva crítica, corre el riesgo de reproducir estos estigmas mediante pruebas estandarizadas y prácticas de adaptación forzada.
En el capítulo “Intellectual disability trouble” del libro Disability and Social Theory. New Developments and Directions (Londres, Palgrave Macmillan, 2012), Khembo Nunkoosing y Mark Haydon-Laurelut advierten que muchas formas de “apoyo” hacia personas con discapacidad intelectual están impregnadas de control, vigilancia y exclusión simbólica, disfrazadas de protección.
Modelo social de la discapacidad y crítica al enfoque clínico
El modelo médico de la discapacidad, centrado en el diagnóstico, la corrección y la rehabilitación, ha sido ampliamente cuestionado. En contraposición, el modelo social sostiene que la discapacidad surge cuando las barreras físicas, comunicativas y actitudinales impiden a una persona participar plenamente en la sociedad (Michael Oliver, Understanding Disability, Nueva York, Palgrave Macmillan, 1996).
Desde este enfoque, la discapacidad intelectual no se ve como una “anomalía” que debe corregirse, sino como una expresión de diversidad que debe ser respetada. La inclusión real implica eliminar obstáculos, transformar estructuras sociales y garantizar apoyos adecuados, sin imponer un ideal de normalidad.
Miguel Ángel Verdugo y Belén Gutiérrez, en Discapacidad intelectual. Calidad de vida y apoyos (Madrid, Alianza Editorial, 2009), insisten en que los sistemas de apoyo deben centrarse en la autodeterminación, la participación activa y la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual, alejándose del asistencialismo y la tutela permanente.
La psicología social crítica como alternativa
La psicología social crítica, inspirada en autores como Ignacio Martín-Baró y construida desde una ética del compromiso con los sectores excluidos, permite cuestionar los discursos dominantes que patologizan la diferencia. Esta perspectiva no se limita a describir realidades, sino que busca transformarlas a través de la participación comunitaria, la investigación colaborativa y la defensa de los derechos humanos.
Desde este enfoque, es fundamental reconocer a las personas con discapacidad intelectual como sujetos de derechos, capaces de tomar decisiones, construir comunidad y aportar a la transformación social. Romper con la tiranía de la normalidad implica crear entornos accesibles, eliminar prácticas discriminatorias y reconocer el valor de todas las formas de existencia humana.
Conclusión
La normalidad, lejos de ser un criterio neutral, se revela como una construcción ideológica que discrimina a quienes se sitúan fuera de sus márgenes. Las personas con discapacidad intelectual han sido históricamente excluidas mediante prácticas institucionales, diagnósticos clínicos y discursos que las infantilizan y despojan de agencia.
La psicología social crítica ofrece herramientas para desmantelar estas formas de exclusión y construir alternativas basadas en la justicia, la equidad y el reconocimiento de la diversidad. Promover una cultura de derechos humanos implica cuestionar los estándares impuestos y abrir espacio a la pluralidad de cuerpos, mentes y modos de ser.
Bibliografía
- Foucault, Michel, Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión (México, Siglo XXI, 2009).
- Goffman, Erving, Estigma. La identidad deteriorada (Madrid, Amorrortu, 2006).
- Nunkoosing, Khembo y Haydon-Laurelut, Mark, “Intellectual disability trouble”, en Disability and Social Theory. New Developments and Directions (Londres, Palgrave Macmillan, 2012).
- Oliver, Michael, Understanding Disability (Nueva York, Palgrave Macmillan, 1996).
- Verdugo, Miguel Ángel y Gutiérrez, Belén, Discapacidad intelectual. Calidad de vida y apoyos (Madrid, Alianza Editorial, 2009).
* Licenciada en Psicología por la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza, Universidad Nacional Autónoma de México.
