Malleus maleficarum

Extracto de la primera parte, cuestión VI, de Malleus maleficarum. El martillo de las brujas: para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza.[1]

(“El Martillo de las Brujas…” es probablemente el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de brujas y la histeria brujeril del Renacimiento. Es un exhaustivo libro sobre la caza de brujas que, luego de ser publicado en Alemania en 1486, tuvo docenas de nuevas ediciones. Se difundió por Europa y tuvo un profundo impacto en los juicios contra las brujas por cerca de 200 años. Esta obra es notoria por su uso en el período de la histeria por la caza de brujas que alcanzó su máxima expresión desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII. Fue escrita por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Institoris, nacido en Alsacia (perteneciente entonces al Sacro Imperio Romano Germánico, y anexada a Francia en 1648), y Jacob Sprenger, nacido en Basilea (perteneciente también entonces al Sacro Imperio Romano Germánico y anexada en 1501 a la Confederación Helvética de la que surgió la actual Suiza).[2]

Cuestión VI

Acerca de las mismas brujas que se someten a los demonios

Pasemos al primer punto: ¿Cómo es que en un sexo tan débil como el de las mujeres se encuentran muchas más brujas que entre los hombres? No sirve para nada allegar argumentos en sentido contrario, porque la experiencia misma, además de una serie de palabras dignas de fe, hacen creíbles tales testimonios. Digamos, sin despreciar un sexo en quien Dios, para nuestra confusión, ha hecho obras de poder, que, por encima de las diversas razones, alegan gentes diversas, concordando todas en lo principal. De aquí que esta cuestión sea predicable de las mujeres: ellas gustan oír, hablar, como la experiencia lo demuestra, siempre que se haga discretamente… (p. 97 y 98)

De la malicia de las mujeres habla mucho El Eclesiástico: no hay peor veneno que el veneno de la serpiente, no hay peor odio que el odio de un enemigo (de la mujer). Preferiría vivir con un león o con un dragón que con una mala mujer… Y concluye: toda malicia es nada comparado con la malicia de una mujer. De donde Crisóstomo, hablando sobre el texto de Mateo, no conviene el casarse, dice: qué otra cosa es la mujer sino la enemiga de la amistad, la pena ineludible, el mal necesario, la tentación natural, la calamidad deseable, el peligro doméstico, el perjuicio delectable, el mal de la naturaleza pintado con buen color. De donde puesto que repudiarla es pecado, y hay que conservarla, entonces nuestro tormento es fatal: o bien cometer un adulterio repudiándola o vivir en medio de disputas cotidianas[9]. Tulio Cicerón también dice en su Retórica: las numerosas pasiones del hombre le conducen cada una a su vicio; pero una sola pasión conduce a las mujeres a todos los vicios; en la base de todos los vicios de las mujeres se encuentra la envidia. Séneca dice también en sus Tragedias: Una mujer o ama u odia, no existe tercera vía. Una mujer que llora engaña: hay dos géneros de lágrimas en los ojos de las mujeres: unas para el dolor, otras para la insidia. Una mujer que piensa sola, piensa mal… (p. 99 y 100)

Por lo que respecta a otra potencia del alma, es decir, a la voluntad natural: Cuando odia a alguno que primero haya amado, entonces arde de cólera y de impaciencia; como las olas del mar están sin cesar en ebullición y en movimiento, así ella está completamente enfurecida. Muchas autoridades hacen alusión a este respecto. Primero el Eclesiástico: No hay malicia que supere a la de la mujer. Séneca en sus Tragedias: ninguna fuerza, ni la de la llama, ni la del viento furioso, ninguna amenaza, ni siquiera del dardo torcido, es tan temible como la de una esposa repudiada, ardiendo en el fuego de un odio envidioso[11]. Se ve también en la mujer que acusa falsamente a José y le hace meter en prisión porque no quiso consentir en un adulterio criminal, según el Génesis[12]. Realmente la causa principal que contribuye a la multiplicación de las brujas es el doloroso duelo que se mantiene entre las mujeres casadas y no casadas y los varones. Si esto ocurre incluso entre las santas mujeres, ¿qué no ocurrirá entre las otras? Ves en el Génesis, cuánta fue la impaciencia y la envidia de Sara por Agar después que ésta hubo concebido[13]. Y la envidia de Raquel contra Lía a causa de los hijos que ella no podía tener[14]. La de Ana que ya era estéril contra Fenena fecunda[15]. La de Myriam contra Moisés, sus murmuraciones, sus críticas que le valieron verse herida de la lepra[16]. La de Marta por Magdalena que permanecía sentada mientras que su hermana servía. De donde se comprende la sentencia del Eclesiástico; trata con la mujer de aquello que te envidia: como si dijese que no debe tratarse con ella, porque la rivalidad y la envidia están presentes en la mala mujer[17]. Y si entre ellas disputan de este modo, ¿qué cosa no harán contra los hombres? He aquí por qué Valerio cuenta que Boroneo, rey de los Griegos, dice a su hermano Leoncio: Nada me hubiese faltado para una felicidad perfecta si me hubiese faltado una mujer. A lo que responde Leoncio: ¿Cómo puede ser obstáculo a la felicidad una esposa? Él contestó: todos los maridos lo saben. Habiéndose interrogado a Sócrates el filósofo acerca de si debía tomarse mujer, respondió: si no la tomas vivirás en la soledad, con tu muerte terminará tu estirpe, y un extraño será tu heredero. Pero si la tomases, ello será inquietud perpetua, querellas amargas, reproches sobre la dote, pesadez sobre las relaciones, entrecejo, soportar la lengua charlatana de la suegra, el engaño, la llegada de hijos dudosos. Todo lo cual lo decía como experto; pues, como dice Jerónimo contra Joviniano: Sócrates tuvo dos esposas, que soportó con mucha paciencia, sin poder librarse de sus humillaciones ni de sus clamores amargos. De donde, un día que ambas gritaban contra él, salió de la casa para huir a sus insultos; pero cuando estaba sentado en la puerta arrojaron sobre él agua sucia. Filósofo, no se inmutó a pesar de ello, diciendo: Ya sé que tras el trueno viene la lluvia[18]. Se cuenta también de otro cuya mujer había caído en un río, que buscando el cadáver para sacarlo del agua, marchaba a contra corriente. Cuando le fue preguntado el por qué, respondió: Esta mujer ha ido siempre, durante toda su vida, contra mis palabras, mis gestos, mis órdenes; por ello, ahora que está muerta busco contra corriente, no sea que incluso después de muerta haya conservado las mismas costumbres[19]. Así pues, de la misma forma que por su falta de inteligencia llegan fácilmente a renegar de la fe, así por este segundo defecto, es decir, estas pasiones y afectos desordenados, llegan a madurar e inflingir diversas formas de venganzas, ya por sí mismas ya por otros medios. Luego no es demasiado sorprendente que existan tantas brujas de este sexo… (p. 102 a104)

A partir de aquí, decimos lo que enseña la experiencia: para realizar las torpezas de este género, tanto sobre ellas mismas como respecto de los poderosos del siglo, cualquiera que sea el estado y la condición de esas mujeres, éstas realizan maleficios innumerables. Llevan los espíritus hacia un amor loco, hasta tal punto que ni la vergüenza ni la persuasión pueden apartarlos de él. De donde el cotidiano e intolerable peligro del exterminio de la fe; porque saben desviar el espíritu de la gente e incluso de los jueces, que, ni por sí mismos ni por otros se atreven a hacerles ningún mal. Con ello cada día se multiplican… (p. 108)

 


[1] SPRENGER, Jacobo e INSTITORIS, Enrique. Traducción de Miguel JIMÉNEZ MONTESERÍN. Malleus maleficarum. El martillo de las brujas: para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza. Editorial Maxtor. Valladolid, España. 2004, p. 97 a 108.

[2]Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Malleus_maleficarum

[9] Eclesiástico XXV, 15, 16, 19. Mateo XIX, 10; Juan Crisóstomo: sobre Mateo XIX.

[11] Eclesiástico XXV, 19; Séneca, Medea V, 579-582

[12] Génesis XXX

[13]Génesis XXI, 10.

[14]Génesis XXX, 1.

[15] I Samuel I, 7.

[16]Números XII, 1.

[17]Lucas X, 39.

[18]Eclesiástico XXXVII, 11.

[19] Juan Dominici, Suma moral III, 1, 25.