Arquidiócesis de México:
estipendios inmorales
para los altos funcionarios públicos;
migajas para los trabajadores

Semanario Desde la fe

Domingo, 11 de diciembre de 2016

Después de discusiones y valoraciones sobre las circunstancias de la economía interna y externa, los representantes de la Comisión Nacional de Salarios Mínimos aprobaron un aumento al salario de los trabajadores, al pasar de 77.04 a 80.04 pesos diarios, es decir, un alza del 3.9 por ciento, cuyo propósito vendría a robustecer el poder adquisitivo de los trabajadores, siempre y cuando se mantengan los niveles inflacionarios de bienes, productos y servicios. Cabe mencionar que es la primera ocasión, en lustros, que esto ocurre. Datos del INEGI señalan que el poder adquisitivo del salario mínimo se recuperó en los últimos cuatro años un 15 por ciento, en términos reales. De acuerdo con los responsables, el proceso será gradual, extendiéndose hasta el año entrante para que los trabajadores tengan mejor capacidad de compra, repercutiendo en una mejor calidad de vida.

            Si bien el alza al salario podría representar el fortalecimiento de la economía de los trabajadores, en nuestro país deben revisarse las condiciones de equidad y de distribución de la riqueza; nuestras leyes garantizan que los salarios sean justos para satisfacer las necesidades básicas de las familias mexicanas, pero tenemos serias divergencias que deberían interpelarnos si queremos alcanzar mejores condiciones de justicia económica; no obstante, aunque falta mucho para mejorar el poder adquisitivo de los mexicanos, es alentador saber que después de 40 años éste comienza a recuperarse.

El  30 de noviembre se publicó en el Diario Oficial de la Federación el decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación para el ejercicio fiscal 2017. Según los legisladores de la Cámara de Diputados fue uno de los presupuestos más difíciles de la historia contemporánea por las medidas aplicadas en cuanto a los ajustes en ramos, impactando directamente a millones de mexicanos. Contra lo que se promueve, el campo, desarrollo social, ciencia y tecnología, salud y cultura sufrieron drásticos recortes; por ello, indignan las elevadísimas asignaciones al gasto, principalmente a ramos autónomos en cuanto a beneficios francamente escandalosos e insultantes para cualquier mexicano que vive al día.

            Como siempre, a fines de año surgen noticias de pagos escandalosos de aguinaldos y bonos para legisladores y funcionarios. Y esto demuestra cómo debemos replantear el significado del servicio público al ser una labor para el bien del país, no filón de oro y manantial de inmorales e insultantes riquezas.

            El mismo presupuesto aprobado por los diputados no movió ni un peso a estas prestaciones frente a un país de pobres. Por ejemplo, los senadores gozarán de una recompensa de fin de año de 234 mil 330 pesos; diputados, 140 mil 504 pesos, ambos con compensaciones anuales garantizadas en blanco, lo que significa montos desconocidos, bonos navideños y cajas discrecionales en lo oscurito y de espaldas al pueblo; el Auditor Superior de la Federación, 404 mil 278 pesos; ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, 586 mil 356 pesos; consejeros de la Judicatura, 378 mil 050 pesos; magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, 586 mil 321 pesos; Consejeros electorales del INE, 537 mil 762 pesos; presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, 404 mil 138 pesos; comisionado presidente de la Comisión Federal de Competencia Económica, 403 mil 892 pesos; presidente del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, 411 mil 882 pesos; comisionado presidente del Instituto Federal de Telecomunicaciones, 352 mil 713 pesos; comisionado presidente del Instituto de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos, 399 mil 274 pesos; presidente del INEGI, 418 mil 767 pesos.

            El resumen de estas altísimas cifras no es ocioso. Demuestran cómo las escandalosas recompensas de fin de año son sólo la punta del iceberg del cúmulo de beneficios anuales que rebasan los límites de este espacio editorial. Caben las preguntas, ¿Por qué los mexicanos debemos soportar estas compensaciones? ¿Para qué el populismo contra la pobreza cuando hay jugosas prebendas propias de sibaritas que engendran más burócratas ricos? ¿Por qué recortar lo esencial para solapar lo inmoral?

Fuente:
http://www.siame.mx/apps/info/p/?a=15803&z=5
(13/12/2016)