Admiración por el derrotado

En cuanto tuvo noticia de que la tendencia de la votación era irreversible, José Antonio Meade reconoció que Andrés Manuel López Obrador había triunfado y le deseó éxito por el bien del país, actitud que el ahora triunfador no tuvo en ninguna de sus derrotas anteriores, tras las que denunció, sin pruebas, que había sido víctima de fraude, e incluso en una ocasión bloqueó como protesta Paseo de la Reforma. Admitir la victoria del adversario en las urnas es actitud propia de un demócrata.

            Después, tanto Ricardo Anaya como Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, seguramente orillados por la actitud de Meade, hicieron el mismo reconocimiento, a pesar de que el Instituto Nacional Electoral aún no daba a conocer cifras. No hacía falta. La victoria de López Obrador era indudable. Sigue leyendo

Comisión de la verdad

Nadie puede poner en duda que el crimen de la noche triste de Iguala es uno de los más crueles y repugnantes de la historia del país, aun cuando, lamentablemente, no han escaseado en nuestra historia otras atrocidades monstruosas.

            Todos los esfuerzos por seguir descubriendo los detalles de lo que sucedió aquella noche están plenamente justificados, pero una cosa es buscar la verdad a través de las evidencias y otra, muy distinta, influir para acomodar “la verdad” a determinados intereses o a una visión prejuiciada de los hechos. La verdad se modifica con el hallazgo de nuevas pruebas; el acomodo de “la verdad” cambia de acuerdo con los intereses estratégicos. Sigue leyendo

Mujeres en el futbol

En sólo seis días creó todo lo existente: la luz y las sombras, el cielo, los mares y los ríos, los bosques, las selvas y los desiertos, los animales y los humanos. Falso que se haya tomado el séptimo día para descansar: todopoderoso, Dios, sin duda, es incansable. El séptimo día se dedicó a admirar su portentosa obra, a recrearse en ella y a adicionar a su creación lo único que le faltaba: el futbol, ese deporte que seduce a todas las naciones, despierta pasiones intensísimas y hace soñar, sufrir y gozar como sólo los grandes amores pueden hacerlo.

            El futbol no es, como pretenden ciertos intelectuales incapaces de comprender su encanto y nostálgicos de los dogmas de la izquierda más pedestre, el opio del pueblo, sino la frágil alternativa a la tragedia griega, el reto al destino que obliga a salir airoso aquí y ahora —no hay mañana en cada partido— contra los adversarios, las irrepetibles circunstancias y el impredecible azar. Sigue leyendo

¿Vil venganza?

Mientras leía la encolerizada declaración de Andrés Manuel López Obrador acusando al Instituto Nacional Electoral (INE) de “vil venganza” en su contra al imponerle a Morena una sanción económica por el fraude perpetrado con el fideicomiso para los damnificados por el sismo de 19 de septiembre de 2017, pensé en los intelectuales que señalaban que si resultaba triunfante sus desplantes de autoritarismo y sectarismo desaparecerían o, al menos, se moderarían, una vez pasada la elección: el presidente no podía cometer los agravios verbales descalificatorios de las instituciones y de sus adversarios políticos que en el candidato eran sólo retórica efectista.

            El autoritarismo sectario se obsesiona en que sus postulados se realicen a como dé lugar, estratégicamente vitupera a quienes no los comparten y usa las instituciones en la medida en que puedan resultar útiles a sus prejuicios ideológicos y a sus huestes, pero si no les sirven para ese fin, deben ser denostadas, desprestigiadas, y al cabo, cuando el autoritarismo sectario alcanza el poder, inutilizadas y reestructuradas a fin de ponerlas a su servicio. Así lo hizo Hugo Chávez y así lo hace Nicolás Maduro en Venezuela. Casi nadie puso suficiente atención a las injurias del hoy virtual presidente electo contra los ministros de la Suprema Corte de Justicia, varias de cuyas resoluciones han significado importantes avances en derechos humanos, a quienes calificó una y otra vez de maiceados. Sigue leyendo