¿Proscribir las palabras malditas?

12 de Noviembre de 2020
Luis de la Barreda Solórzano

Al impartir por Zoom un curso sobre arte e identidades sexuales, la profesora Veruschka Lieutenant-Duval, de la Universidad de Ottawa, explicó que algunas comunidades se han apropiado de términos que han sido empleados como insultos para darles otro sentido. Puso dos ejemplos: queer, que de ser una palabra injuriosa pasó a designar a las personas que no se identifican con las categorías tradicionales de género y orientación sexual, y nigger, considerado el peor insulto a la población negra por su pasado vinculado a la esclavitud, pero usado actualmente en algunos segmentos de esa comunidad, particularmente en el hip-hop.

En ese momento ningún alumno hizo reproche alguno a la maestra. Pero, horas después, una alumna le escribió expresándole su disgusto porque dijo en clase la palabra nigger. La profesora reaccionó disculpándose con la chica y en un mensaje posterior con todos los demás estudiantes, y propuso un diálogo sobre el tema. No obstante, la alumna presentó una queja en la dirección. La maestra fue suspendida. Volvió a su trabajo, pero como medida preventiva las autoridades escolares abrieron un grupo con otro profesor para quienes decidieran no continuar con Veruschka. Un solo estudiante, de los 30 inscritos originalmente, optó por seguir con ella.

En las redes sociodigitales se difundieron el domicilio y el número telefónico de la docente, quien recibió telefonemas agresivos y denuestos por correo. Ella declaró en Radio Canadá: “Quiero reiterar mis más sinceras disculpas a cualquier persona que pude haber ofendido al pronunciar la palabra en una presentación académica. Jamás fue mi intención. Estoy muy orgullosa de los jóvenes que denuncian las desigualdades y las injusticias relacionadas con la discriminación o con el origen étnico o social. Pero estoy completamente asombrada de que alguien pueda pensar en luchar contra el racismo, las desigualdades y las injusticias usando palabras de odio”.

Un grupo de profesores de la Universidad de Ottawa publicó una carta en defensa de la profesora: “Es importante que las administraciones universitarias, a la vez que participen en descubrir y abolir toda forma de racismo sistémico, se preocupen por proteger la transmisión de conocimientos, el desarrollo del pensamiento crítico y la libertad académica”. El sindicato estudiantil repuso: “El uso de términos racistas en un contexto universitario es, en cualquier situación, ofensivo, hiriente y reprensible… El respeto a las minorías está por encima de cualquier motivo académico”. Además, propuso que los docentes tomaran talleres de sensibilización.

El rector Jacques Frémont invitó a conciliar la libertad académica con el derecho a la dignidad y enfatizó: “Los grupos dominantes no tienen legitimidad para decidir qué constituye una microagresión”. La Asociación Canadiense de Profesores Universitarios aseveró: “Una institución de educación superior no cumple con su misión si proscribe ideas expresadas en las aulas, por controvertidas que sean”. Otro grupo de profesores lamentó que algunos de sus colegas defiendan el uso de términos racistas bajo el argumento de la libertad de enseñanza.

El debate escaló. Francois Legault, primer ministro de Quebec, expresó su desacuerdo con una especie de policía de la censura. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, dijo en el parlamento: “Debemos ser conscientes del alcance de nuestras palabras. Hay que favorecer el respeto hacia los demás y escuchar a las comunidades”: el líder del Nuevo Partido Democrático, Jagmeet Singh, sentenció que los docentes jamás deberían emplear un término cargado de tanto racismo histórico.

¿No quedaron estupefactos, lectores? La hipocresía travestida de corrección política llega a niveles grotescos. La profesora Lieutenant-Duval no empleó la palabra maldita nigger para agraviar a nadie. No la dirigió a persona o grupo alguno. Señaló su innegable existencia (¿los políticamente correctos pretenderán borrar de las lenguas las palabras que han sido utilizadas para vejar?) y cómo ciertos círculos de las comunidades a quienes se dirigían con ánimo afrentoso en lugar de pretender desaparecerlas les han dado otro sentido. Eso es un hecho. Si señalarlo es reprobable, el conocimiento objetivo y la libertad de expresión habrían sido vencidos por la simulación mojigata.

Fuente:
https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/proscribir-las-palabras-malditas/1416431
(25/11/20)