Por Luis de la Barreda Solórzano
4 de noviembre de 2021
El Presidente ha dicho
que el neoliberalismo creó los “nuevos derechos” como distractores para saquear
al mundo, y por eso ha impulsado el feminismo, el ecologismo, la defensa de los
derechos humanos y la protección de los animales.
La increíble
declaración ignora que esos derechos son uno de los más valiosos productos del
proceso civilizatorio, y nosotros, las mujeres y los hombres de hoy, que nos
tenemos por civilizados, somos asimismo producto de esos derechos. No fue una
doctrina económica —ni el neoliberalismo ni ninguna otra— la que creó lo que el
Presidente denomina nuevos derechos. Estos derechos son conquistas no de los
neoliberales, sino de todos los seres humanos, avances que se fueron logrando
paulatinamente desde la Ilustración. No necesariamente nos hacen más felices,
pero sin duda nos hacen más libres y respetados, más humanos en cuanto sujetos
a los que se debe un trato digno y a los que se considera libres, dueños de sus
vidas y sus destinos.
Los derechos
humanos han sido combatidos, violados o proscritos por los tiranos y los
autócratas, los servidores públicos arbitrarios, las mentalidades
preilustradas, los partidarios del congelamiento del orden jurídico, los
sectarios, los misóginos, los homófobos, los fanáticos que persiguen y hasta
asesinan a los que no piensan como ellos. Su causa, en cambio, ha convencido a
la parte más ilustrada y sensible de la sociedad, y es este sector el que ha
logrado profundas transformaciones sociales tales como, entre otras, la
igualdad de las mujeres y los hombres ante la ley, las libertades democráticas
y las libertades personales, el cuidado del medio ambiente, la abolición de la
pena de muerte, la prohibición de la tortura, la instauración de los principios
de legalidad y debido proceso, la atención pública a la salud, la educación
universal y la institucionalización de la defensa de los derechos humanos.
Asombrosamente, el
Presidente sostiene que todos esos logros, que hacen a las sociedades más
humanamente vivibles, son una coartada del neoliberalismo que, en su visión maniquea,
es el origen de todos los males. Seguramente por eso canceló la obra del nuevo
aeropuerto internacional, extinguió las estancias infantiles, acabó con el
seguro popular, destruyó el sistema de distribución de medicamentos, entregó la
educación pública a mafias sindicales, impulsa proyectos que, con el uso de
combustibles fósiles, dañan el medio ambiente y la salud, apoyó la candidatura
a gobernador de un sujeto acusado de violaciones, y se resiste a condenar el
matrimonio infantil forzado en comunidades indígenas.
También por eso sus
legisladores, bajo sus órdenes, chatarrizaron a la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos (CNDH) que, como sus homólogas locales, había dado importantes
batallas contra el abuso de poder. La desfigurada CNDH ha guardado silencio
ominoso ante la desastrosa indolencia del gobierno frente a la pandemia de
covid-19, la reticencia para vacunar a los menores contra ese virus, la falta
de medicamentos para los niños con cáncer, el giro perverso que han tomado las
pesquisas sobre los hechos de Iguala y Cocula, la feroz persecución penal
contra 31 científicos, el manejo de testigos protegidos para inculpar a
adversarios políticos, las difamaciones contra periodistas críticos, la
desaparición de fideicomisos, la cancelación de estímulos económicos a
investigadores y el embate contra la UNAM.
En lugar de
combatir los abusos del presente, la CNDH ha emitido la más absurda
recomendación, en la que pide que, 27 años después, se reabra la investigación
sobre el homicidio de Luis Donaldo Colosio. Debiera saber la titular del
organismo que la indagación sobre ese caso es una de las más completas y
profesionales de nuestra historia forense, con base en la cual la culpabilidad
de Mario Aburto quedó claramente demostrada.
Fuente:
https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/contra-los-derechos-humanos/1480701
(4/11/21)