(El “Malleus maleficarum…” es probablemente el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de brujas y la histeria brujeril del Renacimiento. Es un exhaustivo libro sobre la caza de brujas que, luego de ser publicado en Alemania en 1486, tuvo docenas de nuevas ediciones. Se difundió por Europa y tuvo un profundo impacto en los juicios contra las brujas por cerca de 200 años. Esta obra es notoria por su uso en el período de la histeria por la caza de brujas que alcanzó su máxima expresión desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII. Fue escrita por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Institoris, nacido en Alsacia —perteneciente entonces al Sacro Imperio Romano Germánico, y anexada a Francia en 1648—, y Jacob Sprenger, nacido en Basilea —perteneciente también entonces al Sacro Imperio Romano Germánico y anexada en 1501 a la Confederación Helvética de la que surgió la actual Suiza—).[46]
Capítulo VII
Acerca del modo como suelen hurtar
a los hombres el miembro viril
Que las brujas tienen costumbre de suprimir los miembros viriles no tanto despojando de ellos realmente a los cuerpos humanos, sino haciéndolos desaparecer por medio de algunos encantos, lo hemos mostrado más arriba, en la cuestión novena de la primera parte. Aquí queremos, sobre todo, aportar ejemplos.
En la ciudad de Ratisbona, un joven mantenía relaciones con una muchacha. Cuando quiso abandonarla, perdió su miembro viril bajo los efectos de algún sortilegio hasta el punto de no tocar ni ver más que una superficie aplastada. Angustiado por ello, se fue a una taberna para adquirir vino. Sentándose un momento, se puso a hablar con una mujer para contarle con detalle la causa de su tristeza y le mostraba como así ocurría en su cuerpo. Astuta, ella le preguntó si sospechaba de alguna mujer. Él le dijo que sí y le dio el nombre de ella, contándole, además, lo que había pasado. La mujer le dijo entonces: Si para decidirla a devolverte la salud no es bastante utilizar buenos modales, convendrá usar de alguna violencia. Así, el joven, al llegar el crepúsculo, se apostó en el camino por el que habitualmente pasaba la bruja. Cuando la vio le rogó devolviese la salud a su cuerpo. Ella se declaró inocente y afirmó que no sabía nada del asunto. Entonces, arrojándose sobre ésta, la rodeó el cuello con una toalla y la ahogaba, diciendo: Si no me devuelves la salud, morirás a mis manos. Como no podía gritar, ya tenía la cara tumefacta y se ennegrecía. Líbrame, dijo, y te curaré. El joven aflojó el nudo y la presión. La bruja le tocó entonces entre las piernas y le dijo: Ya tienes lo que deseas. Como el joven contaba después, él había sentido perfectamente, antes mismo de asegurarse por medio de la vista y el tacto, que su miembro le había sido devuelto sólo por el tocamiento de la bruja. Este es un ejemplo semejante al que acostumbraba contar un padre grave del convento de Spira, conocido en al orden por la ciencia y honorabilidad de su vida. Un día, decía, cuando me encontraba oyendo confesiones, un joven se acercó y, en el curso de la confesión, afirmó, lamentándose, que había perdido el miembro viril. El padre manifestó su sorpresa y no quería dar crédito a sus palabras —el sabio estima que creer fácilmente revela un corazón ligero—. Pero, añadía, tuve la prueba cuando el joven, apartando sus vestidos, me mostró el lugar. Me pareció entonces de buen consejo preguntarle si sospechaba de que alguna mujer pudiera haberle proporcionado semejante estado. El joven me dijo q sospechaba de una, pero que estaba ausente porque residía en Worms. Yo le dije: Te recomiendo que te llegues a ella lo más rápidamente posible e intentes ablandarla por medio de promesas y palabras amables. Lo hizo. Pocos días después volvió a darme las gracias, diciendo que se había curado y recuperado. Yo creí sus palabras, pero la experiencia y la visión me confirmaron de nuevo.
Empero hay varias cosas que notar para comprender mejor cuanto hemos dicho más arriba. Primero, no hay que creer que los miembros sean arrebatados o arrancados del cuerpo. Simplemente ocurre que un artificio del demonio hace que se oculten hasta el punto de que no se les puede ver ni tocar. Y para probarlo, aunque ya se haya hablado de ello, aquí tenemos una autoridad y un argumento de razón. Alejandro de Hales dice en la segunda parte de su Suma Teológica: el artificio mágico, propiamente dicho, es una ilusión del diablo que no tiene su causa en un cambio material, sino en la no percepción de quien se ve burlado, en sus sentidos internos y externos.
Acerca de estas palabras se ha de notar que dos sentidos externos son los burlados: la vista y el tacto, pero no así los internos, que son el sentido común, la fantasía, la imaginación, la estimativa y la memoria[47]. Santo Tomás dice, por otra parte, que no son más que cuatro, porque reduce a una sola la fantasía y la imaginación, siendo mínima la diferencia entre fantasear e imaginar[48]. Estos sentidos externos se muestran inmutables cuando nada hay manifiesto durante la vigilia ni oculto durante el sueño. Pero cuando durante la vigilia una cosa se muestra distinta de cómo es, por ejemplo, cuando se ve a alguien devorando a un caballo y su caballero, transformado en animal, va de grado a unirse con los animales. En este caso los sentidos externos se encuentran equivocados y poseídos por los sentidos internos: por el poder del diablo y con la permisión de Dios, las imágenes mentales ya puestas en reserva en el tesoro de la memoria —no es la memoria intelectual en la que se conservan las ideas, sino en la memoria que conserva las imágenes sensibles situada en la parte de atrás de la cabeza— son presentadas a la potencia imaginativa. Son impresas con tal fuerza en ella, que cuando hay que imaginar un caballo o una bestia, porque el demonio impone tal imagen, se debe decir que se ve tal bestia con los ojos aun cuando no haya tal animal ante ellos. Únicamente el fuerte impulso del demonio impone esta visión por medio de las imágenes. No debe, por tanto, parecernos sorprendente que los demonios puedan hacer cosas semejantes: la naturaleza también puede hacerlo, aunque sea defectuosa, como se ve entre los locos, los borrachos, los melancólicos, los maníacos, incapaces de un justo discernimiento. Así los locos piensan que han visto cosas maravillosas, que ven animales y otras cosas horribles, mientras que no ven nada en la realidad. Conviene tener presente a este respecto la cuestión séptima de la primera parte, que dice: ¿Es cierto que las brujas pueden inclinar los corazones de los hombres hacia el amor o el odio? En ella se hacen notar unas cuantas cosas. Finalmente, no obstante, encontramos una razón clara: puesto que el demonio tiene poder sobre ciertas cosas inferiores, con la sola excepción del alma, puede realizar cambios en las cosas, cuando Dios lo permite, para hacerlas parecer distintas a como son. Esto bien, como he dicho, perturbando el órgano de la vista, con el fin de que una cosa clara aparezca turbia, como tras de las lágrimas, a causa de los humores acumulados, la luz aparece distinta al momento anterior. También removiendo varios humores, de tal manera que parezcan tierra y agua lo que no son sino tierra y seco, como ocurre con algunos, que, absolutamente todos, en el interior de una casa se desnudan y se ponen a nadar creyendo que se encuentran en el agua.
Respecto de estos métodos del diablo, se puede aún preguntar si semejantes ilusiones alcanzan de modo indiscriminado tanto a los malos como a los buenos, como ocurre con ciertas enfermedades, las cuales, como se verá, pueden ser infligidas por las brujas incluso a aquellos que viven en gracia de Dios. Acerca de ello, para atenernos a las palabras de Casiano en sus Colaciones, hay que decir que no. Todos cuantos se ven ilusionados de este modo, presumiblemente se encuentran en pecado mortal. Dice, de acuerdo con lo que se desprende de las palabras de San Antonio, que el demonio no puede invadir el cuerpo ni el alma de nadie, ni gozar de la facultad de entrar profundamente en un alma, antes de haberla despojado previamente de todos los pensamientos santos, vaciado de toda contemplación espiritual y puesto completamente al desnudo[49]. Al decir esto se muestra de acuerdo con Boecio, que escribe: Nosotros te habíamos dotado de armas tales que te hubieran guardado sólidamente invicto si no las hubieses rechazado antes[50]. Por lo que Casiano, en el mismo lugar, cuenta la historia de dos brujos paganos: cada uno, con su maldad, enviaron demonios distintos a la celda del bienaventurado. Antonio con el fin de hacerle salir mediante sus tentaciones; todo ello por odio hacia el santo hombre, porque una multitud de personas se dirigía cada día hacia él. Pero estos demonios que le excitaron mediante los pensamientos más terribles fueron puestos en fuga armándose de la señal de la cruz sobre la frente y el pecho y entregándose a prolongadas plegarias. De aquí podemos decir que todos aquellos que se ven de este modo burlados por el demonio, sin otras enfermedades corporales, no se encuentran habitados por la gracia de Dios. De aquí la palabra de Tobías: Aquellos que son presa del demonio son los que se entregan a la pasión[51]. Con esta posición concuerda igualmente cuanto hemos dicho en la cuestión décima de la primera parte del tratado, acerca de si las brujas realizan transformaciones de hombres en bestias. En ella veíamos a una joven convertida en yegua a sus ojos y a los ojos de los demás que la veían, salvo para San Macario, de cuyos sentidos no llegaba a abusar el demonio. Conducida ante él para ser curada, apareció ante él como una verdadera mujer y no como una yegua, mientras que todos los demás decían que sí lo era. El santo la libró mediante sus oraciones, junto con los demás, de esta ilusión. El le aseguró que esto le había ocurrido porque no asistía a misa ni frecuentaba tampoco los sacramentos de la confesión y la Eucaristía. Por ello, el joven que la había solicitado vergonzosamente, al cual ella había resistido por honestidad ciertamente, había ido a solicitar del brujo judío que la embrujase, y éste, por el poder del demonio, la había transformado en yegua.
Digamos sumariamente, para concluir: Los bienes exteriores temporales, en la reputación, la salud del cuerpo, por los demonios y sus miembros en los bienes de fortuna, como son los buenos, incluso pueden también ser atacados por su prueba y su mérito, como fue el caso del bienaventurado Job, que fue alcanzado por todo ello. Empero, todos estos maleficios tienen lugar negándose su cuerpo, y por estos maleficios no pueden ser arrastrados ni siquiera por la fuerza a ningún pecado. Ni interior ni exteriormente pueden ser probados en su carne. De modo semejante tampoco en ellos pueden ser provocadas las fantasías ni activa ni pasivamente. Ni activamente, engañando sus sentidos como llegan a hacerlo entre aquellos que no se encuentran en estado de gracia; ni pasivamente, privándoles de sus miembros, por sortilegio alguno. Así el demonio no pudo nunca infligir este género de cosas al bienaventurado Job. Sobre todo no infligir ningún impedimento sobre el acto venéreo a alguien de tal continencia que había podido decir: Yo había hecho un pacto con mis ojos, yo no quería mirar a ninguna joven, ni mucho menos a la mujer de otro. Pero el demonio sabe que tiene un gran poder sobre los pecadores, según la palabra del Evangelio: mientras que un hombre fuerte y bien armado guarda su casa, sus bienes están seguros[52]. A partir de ello podría preguntarse acerca de las reducciones del miembro viril: si el demonio no puede infligir de modo pasivo a los hombres en estado de gracia, ¿este sortilegio puede hacerlo de modo activo? ¿Es válido el argumento de que quien se encuentra en estado de gracia ve el miembro en su lugar, mientras que aquellos a quienes tal cosa se les inflige y los otros, no lo ven, sino que lo juzgan hurtado? Pero conceder esto supone ir en contra de lo dicho más arriba. Se puede decir: es evidente que es menor la importancia de la desgracia que proviene del modo activo que del modo pasivo, tomando este activo no desde el lado de alguien que causara la pérdida, sino desde el que la viese desde el exterior. En este caso, aquel que se encontrase en estado de gracia se encontraría viendo también la privación en el otro. Pero sobre este punto le ilusionaría el demonio, incluso si no pudiera infligirle pasivamente semejante desgracia y privarle del miembro, dado que él no se encuentra sometido a la pasión para seguir la argumentación la palabra de Tobías: los que se entregan a la pasión se encuentran sometidos al poder del demonio.
Finalmente queda la cuestión del juicio que nos merecen esos brujos que por este medio coleccionan miembros viriles en gran número (veinte o treinta) y van a colocarlos en los nidos de los pájaros o los encierran en cajas donde continúan moviéndose como miembros vivos, comiendo avena o alguna otra cosa, tal y como algunos lo han visto y la opinión común lo relata. Conviene decir que todas estas cosas parten de la acción y de las ilusiones del diablo: los sentidos de los testigos se han visto engañados de la forma que se ha visto. Un hombre relata que había perdido su miembro y que para recuperarlo había recurrido a una bruja. Esta mandó al enfermero trepar a un árbol y los varios que allí había. Cuando el hombre intentaba tomar uno grande, la bruja le dijo: No cojas ése, porque pertenece a uno de los curas. Pero todo esto viene causado por los sortilegios y las ilusiones de los demonios de la manera susodicha. Alterando el órgano de la vista, cambiando las imágenes de la potencia imaginativa. Pero no se debe decir que los demonios van a mostrarse con estos miembros asumidos, como lo hacen con los cuerpos aéreos, apareciéndose a las brujas y en ocasiones a los hombres, y tratando con ellos. La razón es que ellos pueden hacer esto de manera más fácil, alterando las imágenes sensibles del conservatorio de la memoria hacia la potencia imaginativa. Pero si alguno quisiera decir que también pueden proceder ellos de la misma manera, cuando se dice que conservan con las brujas o los hombres mediante sus cuerpos sumidos, es decir que tales apariciones las harían moviendo las especies sensibles hacia la potencia imaginativa, aunque los hombres piensen que los demonios están allí, mientras que, de hecho, no hay sino imágenes alteradas en sus potencias internas….Entonces conviene decir esto: Si el demonio no quisiera demostrar nada más que presentarse bajo una apariencia de figura humana, efectivamente, no habría necesidad de aparecer en un cuerpo asumido, ya que actuaría con bastante eficacia mediante la susodicha alteración de imágenes. Pero esto no resulta suficiente de hecho, porque resulta mejor hacer como que se come y se habla con las brujas, amén de entregarse a otras torpezas. Por ello es por lo que le conviene estar presente y presentarse ad extra realmente ante las miradas mediante un cuerpo asumido: la potencia del ángel se encuentra, efectivamente, allí donde actúa, según el Doctor. En cuanto a la cuestión de saber lo que ocurriría cuando el demonio arrebatase el miembro por sí mismo sin intervención de la bruja, cabe plantear si existen diferencias entre una ablación y otra. Además de todo lo dicho más arriba acerca de la cuestión IX, tocante a si las brujas pueden o no arrebatar el miembro viril, puede añadirse, en primer lugar, que cuando el demonio arrebate el miembro viril por sí mismo lo hará real y verdaderamente, e igualmente real y verdaderamente lo restituirá cuando deba restituirlo. Segundo, de la misma manera que no lo arrebataría sin lesión, no lo restituiría sin dolor. Tercero, esto no lo haría más que forzado por el ángel bueno, porque haciendo esto se privaría de una considerable fuente de beneficio, ya que sabe realizar mayor número de maleficios sobre el acto carnal que sobre todos los demás actos humanos. Como Dios le permite realizar mayor número de maleficios sobre este acto que sobre los demás actos humanos, por las razones que ya se han visto, actúa en él con la permisión de Dios por medio de las brujas.
Si alguno se plantea si el demonio prefiere herir a los hombres piadosos y a las criaturas por sí mismo o por medio de las brujas, se le puede contestar que no hay que comparar ambas posibilidades, ya que él prefiere infinitamente más herir por medio de las brujas. Primero, porque con ello infiere a Dios una burla mayor, al apropiarse de una criatura que le está consagrada; segundo, al ser mayor la ofensa, Dios le deja mayor poder para dañar a los hombres. Tercero, porque encuentra mayor fruto en ello en orden a la perdición de los hombres.
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[45] SPRENGER, Jacobo e INSTITORIS, Enrique. Traducción de Miguel JIMÉNEZ MONTESERÍN. Malleus maleficarum. El martillo de las brujas: para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza. Editorial Maxtor. Valladolid, España. 2004, p. 261 a 267.
[46] Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Malleus_maleficarum
[47] I-II, 2, 23, 3, 2.
[48] Suma Teológica I, 78, 4.
[49] Conferencias (Collationes) VIII, 18-19.
[50] De la consolación de la filosofía 1, 2.
[51] Tobías VI, 16.
[52] Job XXXI, 1; Lucas, 11, 21.