Salvador Camarena
Periódico La razón, 13 de marzo de 2013
No hay nada más antidemocrático que gozar de libertades y pretender coartar a otras personas de las mismas. La senadora Dolores Padierna marcó el día de ayer un nuevo récord de lo lamentable que puede llegar a ser un representante de la izquierda mexicana.
Yoani Sánchez, periodista y activista por la libertad en Cuba, fue invitada este martes al Senado de la República. Su participación en un foro convocado ex profeso fue interrumpida por un puñado de integrantes de algo llamado Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba.
Qué gran paradoja. Estas personas del Movimiento Mexicano de Solidaridad con Cuba, que criticaron la presencia de la bloguera en el Senado mexicano al tiempo que la acusaban de defender intereses de Estados Unidos, usan un derecho para intentar coartar otro. Como ocurrió en Brasil o en Puebla, Yoani enfrentó una protesta de personas que libremente defienden el régimen sin libertades de los Castro.
Si no fuera por un dato delicado, el incidente no pasaría de ser un percance menor, previsible por el alto perfil de la visitante y por su valiente denuncia de las violaciones a los derechos humanos en Cuba. Ese dato es que tres de las personas que increparon a Yoani, intentando reventar el evento, tuvieron acceso al Senado gracias a una autorización de la oficina de la senadora Dolores Padierna.
Una de las personas, Tamara Barra, gritó a Yoani “farsante”. Insisto: la señora Tamara tiene todo el derecho a expresarse. Lo de gritar a un invitado extranjero no es muy elegante que digamos, pero ni Yoani ni nadie se iba a escandalizar por eso. Lo que resulta preocupante es que hay testimonios de que desde que llegaron al recinto estas personas dijeron “vengo con Dolores Padierna”. Y fuentes del Senado confirman que fue la oficina de la perredista la que permitió el acceso a estos provocadores.
Padierna vive de la política mexicana al menos desde 1994, cuando ocupó su primer puesto de elección. Su paso por la delegación Cuauhtémoc quedó marcado por la prepotente actitud que tomó en Tepito frente a un ciudadano, al que junto con otras personas, pero ella perdiendo toda altura de autoridad electa, humilló mientras coreaba: “quiere llorar, quiere llorar”. Eso fue en 2002. Hoy calificaríamos esa actitud de bullying. Ayer y hoy fue un episodio lamentable.
Ahora, en pleno 2013, la representante del Partido de la Revolución Democrática tendría que decirle a sus electores, y a los mexicanos en general, si es incondicional de un régimen de partido único, sin prensa libre, que apenas recientemente ha dejado en libertad de viajar al extranjero a sus ciudadanos, y donde la disidencia se paga con la cárcel. ¿Dolores Padierna qué opina de la visita de Yoani Sánchez al Senado de la República? ¿Y por qué su oficina permitió el acceso al Senado a personas que tenían la obvia intención de coartar un derecho, el de la libre manifestación de las ideas?
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