¡Oh, pobres versos míos,
hijos de mi corazón,
que os vais ahora solos
y a la ventura por el mundo…
que os guíe Dios!
Que os guíe Dios y os libre
de la declamación;
que os guíe Dios y os libre
de la engolada voz;
que os guíe Dios y os libre
del campanudo vozarrón;
que os guíe Dios y os libre
de caer en los labios sacrílegos de un histrión.
¡Que os guíe Dios!… Y Él, que os sacará
de mi corazón,
os lleve
de corazón
en
corazón.
León Felipe