Los derechos humanos. La ley más ambiciosa de Luis de la Barreda8

José A. Aguilar Valdez

 

Muchas gracias, Luis, por haberme invitado a presentar tu libro.

Buenas noches.

El libro de Luis de la Barreda, Los derechos humanos. La ley más ambiciosa, es un libro lógico-matemático. No es un libro de lógica-matemática pero es un libro lógico-matemático. Ni siquiera están numerados sus capítulos, pero es un libro lógico-matemático.

Lo cual me recuerda un chiste:

Un economista, un sociólogo y un lógico-matemático viajan por tren. Al pasar por un pueblo, por la ventanilla ven una vaca de perfil, de color café, que pasta apaciblemente en un corral.

Dice el economista: —En este pueblo, las vacas son cafés.

No— dice el sociólogo: —En este pueblo hay una vaca de color café.

Tampoco— dice el lógico-matemático: —En ese corral está una vaca, uno de cuyos lados es de color café.

Dicen algunos neurólogos que hay cerebros lógico matemáticos y cerebros  que no son lógico-matemáticos. Y que quienes poseen cerebros lógico-matemáticos, cuando leen o escriben un texto, o cuando escuchan o escriben un discurso, automáticamente tratan de establecer un orden; intentan captar los temas principales y los clasifican y ordenan por su importancia e interdependencia. Aunque esto no siempre es posible; por ejemplo, ni siquiera el mejor cerebro lógico-matemático del mundo podría establecer algún orden o incluso encontrar algún significado leyendo a Hegel o a Heidegger.

¿Cómo se adquiere un cerebro lógico-matemático? Probablemente por herencia genética o por aprendizaje o por las dos vías. Luis tiene un cerebro lógico-matemático; si no es por mera herencia genética, probablemente lo tiene, en buena medida, por la influencia que ejerció en él el maestro Elpidio Ramírez en la Facultad de Derecho de la UNAM.

A fuer de lógico-matemático, el libro de Luis es un libro sistémico. Es decir, es un universo conceptual con los componentes, la estructura, el entorno y los mecanismos pertinentes, claros, precisos y delimitados de un sistema bien formado como lo exige Mario Bunge, que probablemente es el cerebro lógico-matemático y sistémico vivo más grande que existe.

Además, el libro está muy bien escrito. Como eterno e incansable buscador de la palabra precisa, Luis lo elaboró empleando un lenguaje claro, sencillo y directo, y, por lo tanto, profundo y elegante. Nos cuenta el surgimiento histórico de los derechos humanos a través de los sucesos y personajes significativos. Nos enseña el qué, el cómo, el cuándo, el dónde, el por qué y el para qué de los derechos humanos con una prosa diestra sabrosamente adornada con metáforas, símiles y reflexiones certeras.

Pero que el libro tenga esas características no es una singularidad. Cuando Luis de la Barreda habla o escribe, e incluso cuando actúa, siempre lo hace creando sistemas, en decir, universos conceptuales bien formados que, además, siempre están sólidamente vinculados a la realidad, no a entelequias.

Cuando Luis dirigió el programa penitenciario de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; cuando presidió señera y fundacionalmente la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal; cuando dirigió airosamente por primera, última y única vez el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, y ahora que, otra vez fundacionalmente, coordina el Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM, por sólo mencionar las encomiendas principales que le ha deparado la vida, ha creado sistemas, sistemas vigorosos, coherentes, dinámicos y benéficos. Cada proyecto, cada estudio, cada medida, cada acción y cada actividad que el idea, coordina y emprende se traducen en sistemas bien formados y eficientes que invariablemente han cambiado la realidad, la realidad que más nos afecta a los seres humanos: la realidad social.

En todos esos cargos y en su intensa labor periodística y literaria, la influencia de Luis en el avance civilizatorio de este país ha sido poderosa. Sus gallardas posiciones frente a la tortura, la criminalización del aborto, el sistema penal inquisitivo, la pasividad de los ombudsmen, por mencionar sólo unos pocos de los dragones que ha enfrentado, ha determinado cambios en las mentes, en las leyes y en las prácticas que se han traducido en beneficios palpables e invaluables para la vida política y social.

Ello sin mencionar la influencia profunda que siempre ha ejercido en tantos que hemos tenido el privilegio de mirar por largos periodos la manera fascinante en que funcionan su cerebro y su espíritu.

La dignidad humana y la democracia, acaso los dos conceptos clave más importantes para entender el significado y alcances de los derechos humanos, aparecen varias veces en el libro debidamente ubicados y desvelados.

La clasificación de los derechos humanos con base en su génesis, hasta ahora tripartita, y la enumeración y explicación de cada una de las principales clases especiales de derechos humanos constituyen la columna vertebral del libro, sólidamente ensamblada y enriquecida siempre con referencias a lo que sucede en la realidad.

Otro aspecto singular del libro es su crítica a las debilidades en materia de derechos humanos que nos aquejan como sociedad. Sin estridencias ni aspavientos nos recuerda, entre otras cosas, que:

1) Padecemos severos rezagos en materia de justicia social;

2) Las diferencias entre los más ricos y los más pobres son abismales;

3) El derecho de manifestarse no supone el de violar la libertad de tránsito de los demás;

4) Nada autoriza a los periodistas a calumniar o difamar;

5) El proceso educativo debe fomentar la democracia, la igualdad, la libertad, la justicia y la solidaridad;

6) Ni el obrero más explotado trabaja tanto como una mujer con muchos hijos;

7) La procuración de justicia es muy pobre en nuestro pobre país;

8) Las prisiones mexicanas son sitios de degradación, abuso y contaminación criminógena;

9) El salario mínimo debe ser suficiente para satisfacer las necesidades materiales, sociales, culturales y educativas de una familia;

9) De la población en edad laboral: 2 millones y medio de personas están desempleadas; 13 millones trabajan en condiciones precarias, sin seguridad social ni salarios fijos, y 4 millones están subocupadas;

10) Toda persona tiene derecho a la protección de la salud, la cual es el estado completo de bienestar físico, mental y social, y también tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad.

11) Alrededor de una tercera parte de las familias mexicanas no tiene una vivienda adecuada;

12) Las mujeres, los niños, los discapacitados, los homosexuales y otras minorías siguen siendo víctimas de discriminación, abuso y violencia;

13) No se respetan debidamente los derechos de las personas de edad avanzada a la independencia, la participación, los cuidados, la autorrealización y la dignidad;

14) Ocho millones de mexicanos que pertenecen a alguna de las 56 etnias indígenas padecen pobreza, insalubridad, analfabetismo y desnutrición;

15) La seguridad pública se ha deteriorado gravemente: de 2000 a 2011 se triplicó la tasa de homicidios;  de cada cien delitos que se cometen sólo llegan a proceso alrededor de cinco, y

16) Las comisiones públicas de derechos humanos deben ser instituciones integradas por servidores públicos altamente capacitados y con vocación inquebrantable, y absolutamente autónomas no sólo respecto de las autoridades, sino también de los grupos de presión y las iglesias.

Además de un libro lógico-matemático y sistémico, el de Luis es un libro bueno. En el confluyen la bondad proverbial de Luis que a tantos nos ha beneficiado y la evidente bondad humana del tema que aborda.

El libro es deliciosamente breve: 76 páginas debidamente aireadas. 31 capítulos, de los cuales sólo uno excede, por muy poco, la página y media. Un lector medianamente entrenado puede leerlo de corrido en una sentada de algo más de una hora. Aunque no es un libro para leerlo de corrido. Es un libro para aprender, reflexionar, disfrutar y consultar reiteradamente.

Por último, la edición es magnífica. Sobria, elegante, limpia. El papel y la impresión, excelentes. Perfectos el tipo y el tamaño de la letra, el espacio entre títulos y texto, el entrelineado y el tamaño y ubicación de los números de página, aunque a mi conservadurismo editorial le extrañó la ausencia de los números nones.

Pues eso es todo y terminaré de manera un poco extravagante: voy a cantar una canción[9] que adoptamos como himno en el grupo de estudio que hace poco más de cuarenta años formamos Luis y otros alumnos de la Facultad de Derecho de la UNAM en torno al maestro Elpidio Ramírez. Esta canción se aplica perfectamente a Luis y a lo que él hace.

Con fe lo imposible soñar,
al mal combatir sin temor,
triunfar sobre el miedo invencible,
de pie soportar el dolor.
Amar la pureza sin par,
buscar la verdad del error,
vivir con los brazos abiertos,
creer en un mundo mejor.
Ese es mi ideal,
la estrella alcanzar;
no importa cuán lejos
se pueda encontrar.
Luchar por el bien
sin dudar ni temer
y dispuesto el infierno arrastrar
si lo ordena el deber.
Y yo sé
que si logro ser fiel
a mi sueño ideal,
estará mi alma en paz al llegar
de mi vida el final.
Y será este mundo mejor
si hubo quien despreciando el dolor
luchó hasta el último aliento
por ser siempre fiel
a su ideal.

 


[8] Texto leído el 25 de septiembre en la Casa Universitaria del Libro (UNAM), en la presentación del libro: Los derechos humanos. La ley más ambiciosa de DE LA BARREDA Solórzano, Luis. Terracota. México. 2013. 76 p.

[9] Sueño imposible de Joe Darion (música) y Mitch Leigh (letra) del musical “El hombre de la mancha” de Dale Wasserman.