(Entrevista de Daniel Arjona para el diario español El Mundo al filósofo argentino radicado en Canadá Mario Bunge)[1]
27/03/15
Si buscamos al científico nativo en español más citado de los dos últimos siglos, según el exhaustivo Hall of Fame hecho público recientemente por la Association for the Advancement of Science, el primero que encontramos de una lista encabezada por Bertrand Russell, Charles Darwin y Albert Einstein es al también filósofo escéptico y apasionado racionalista argentino Mario Bunge (Buenos Aires, 1919). En Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli) Bunge, de cuya extensísima producción intelectual dan cuenta medio centenar de libros escritos, recopila sus textos fundamentales sobre las pseudociencias y presenta una apología irrenunciable de la ciencia. Y una vacuna contra los timos que nos infectan a diario: pulseras energéticas, babas de caracol rejuvenecedoras, horóscopos, cátedras homeopáticas en universidades, supercuerdas…
¿Por qué la filosofía?
—Stephen Hawking dispensa en su último libro sendas necrológicas de la religión y de la filosofía. ¿Por qué usted, reconocido ateo, se niega a dejar de ser filósofo por mor de ser científico?
—Los filósofos se plantean problemas mucho más generales que los científicos. Por ejemplo, qué es la materia, en lugar de preguntarse sobre las propiedades del agua o de la llamada materia oscura. Y se permiten poner en duda algunas especulaciones de los científicos, tales como las de Hawking sobre el mal llamado origen del universo, que en realidad es el origen de la expansión del universo. Análogamente, los filósofos de la mente se preguntan sobre la naturaleza de los procesos mentales en general, en lugar de averiguar, por ejemplo, cómo interactúa el órgano del conocimiento —la corteza cerebral— con el de la emoción -el llamado sistema límbico”.
—Las pseudociencias son un timo, pero, ¿no suele el “timador” aprovecharse de la avaricia del timado?
Los chamanes y psicoanalistas no recurren a la avaricia sino al deseo de comprender la vida sin estudiarla seriamente. Como dijo Borges, los psicoanalistas explotan el narcisismo, en particular el concreto deseo de que alguien ajeno se ocupe de nuestros problemas personales.
—Cuando escucha la palabra “energía”, ¿echa mano a la pistola?
—Empiezo por preguntar si se trata de una energía especial, tal como la gravitacional o la química, o del concepto general de energía. Si es lo primero, sugiero que se consulte obras científicas; si lo segundo, observo que el concepto general de energía pertenece a la ontología, donde puede definirse como la capacidad de cambiar. De esto trata un capítulo de mi próximo libro, Filosofías y fobosofías.
—¿Y cuando alguien se justifica “es que los Capricornio somos así…”?
—Tengo la suerte de que rara vez me topo con creyentes en la astrología. Supongo que ésta es una de las ventajas de los que nacimos bajo el signo de Virgo.
—¿Que un farmacéutico venda homeopatía es como si un arquitecto edificara sin materiales?
—Buena analogía. Desgraciadamente, la enorme mayoría de los creyentes en la homeopatía no saben que algunas de las diluciones que les venden como fármacos homeopáticos son del orden de una molécula por galaxia, lo que las hace totalmente ineficaces.
La pseudociencia más peligrosa, la teoría económica académica
En la atiborrada pasarela de las pseudociencias hay estrellas que despuntan. Y no es fácil estar al día de las que más se llevan. “Depende del país. En Argentina todas prosperan por igual. En México, el chamanismo herborístico. Y en los Estados Unidos, la teoría económica estándar”.
—¿Y cuál es la pseudociencia más peligrosa?
—La teoría económica estándar, porque sustenta las políticas económicas de los gobiernos conservadores y reaccionarios, que son enemigos del bienestar de la gente común.
—¿Y la más extravagante?
—La llamada psicología evolutiva, que pretende explicar todo lo social en términos biológicos imaginarios, tales como el deseo de todo hombre de difundir al máximo sus genes.
(Mario Bunge se doctoró en ciencias físico-matemáticas en la Universidad de la Plata en 1952. Allí y en Buenos Aires impartió física teórica y filosofía hasta que dio el portazo a la Argentina en 1963. Tras enseñar en México, Estados Unidos y Alemania se instaló definitivamente en Montreal (Canadá) donde obtuvo la cátedra Frothingam de Lógica y Metafísica de la Universidad McGill. Su carrera, sancionada por 16 doctorados Honoris causa y por el premio Príncipe de Asturias en 1982, admite escasos parangones.)
Pseudociencias en expansión
Siempre acompañaron a sus investigaciones la atención perenne a los fraudes pseudocientíficos, cuya expansión metastásica hoy considera Bunge un hecho. Lo demuestra con una impagable lista de ejemplos:
“El determinismo genético de Dawkins, Pinker y Chomsky es más popular que nunca; un número creciente de físicos defiende que los ladrillos últimos del universo son los bits o unidades de información; muchos cosmólogos eminentes sostienen que el universo salió de la nada; la multimillonaria Templeton Foundation, cuya misión es unir la religión con la ciencia, acaba de concluir un acuerdo con la American Association for the Advancement of Science por el cual van a patrocinar juntos reuniones y seminarios sobre religión, ética y ciencia; hace dos décadas las universidades norteamericanas ofrecían unos pocos cursos sobre ciencia y religión, pero hoy son más de 1.000; la Food and Drug Administration, que está a cargo de la salud pública, tolera que miles de estafadores prometan por Internet curar enfermedades que la medicina aún no puede curar…”
Guerra al psicoanálisis
El también filósofo Juan José Sebreli (Buenos Aires, 1930) al que su compatriota Bunge sólo reprocha que “se meta con el fútbol porque no le gusta y nunca lo jugó” [en referencia al libro de Sebreli La Era del fútbol, 1998] es otro gran pensador de nacionalidad argentina que comparte con el entrevistado un enemigo especialmente conspicuo y peligroso en su país de origen: el psicoanálisis.
Si Sebreli, crítico irredento de los mitos modernos, ha tachado al psicoanálisis de “irracionalista”, “moda” y “onerosa terapia interminable” (El Cultural, 27/12/2007), Bunge no es más taimado en su libro: “El psicoanálisis viola la ontología y la metodología de toda ciencia genuina. […] No está calificado para considerarse una ciencia. Contrariamente a la creencia general, no es siquiera una ciencia fallida, puesto que prescinde del método científico e ignora los contraejemplos. Se trata simplemente de charlatanería psicológica”.
—¿Y la legión de psicoanalistas argentinos no ha pedido la revocación de su nacionalidad?
—Todavía no, pero no me sorprendería que un día lo hagan.
Sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas
—¿Cómo sobrelleva un escéptico el martirio de pegarse día a día con todo el mundo?
—Muy bien, sólo los fanáticos odian a las personas tanto como las doctrinas. Uno puede ser intolerante con las teorías falsas, pero tolerante con quienes las sustentan, a condición de que no medren con ellas.
—Dice usted que una de las pseudociencias con más adeptos hoy —entre científicos como Richard Dawkins— es el determinismo genético. ¿Cuál es su falla?
—Lo que pasa es que Dawkins no es un científico sino un divulgador. Peor, la genética que difunde no es la científica sino su versión personal de la misma. Además, jamás se tomó la molestia de aprender el Abecé de la psicología, que muestra que nuestros procesos mentales están fuertemente influidos por el entorno social, como señalan los estudios serios sobre gemelos “idénticos” criados en hogares de clases sociales y ocupaciones muy diferentes.
—Que los fraudes se invistan de ropajes científicos, ¿no rinde un homenaje al poder y legitimidad de la ciencia hoy?
—Efectivamente. En política sucede algo parecido: suele oprimirse o explotarse a la gente en nombre de la libertad (neoliberalismo) o de la igualdad (comunismo).
—Ni comunismo ni “neoliberalismo” son teorías científicas de la sociedad. ¿Cuál lo sería?
—Distingamos teoría política de ideología política. Encontrará bastante de ambas en mi Filosofia política (Gedisa, 2009). En particular, verá que, aunque prefiero la socialdemocracia a sus alternativas, propongo otra, a saber, el socialismo cooperativista, que aún no ha sido ensayado a escala nacional. Pero ya lo entrevieron los dos únicos auténticos socialistas que ha parido España: Louis Blanc (quien floreció en París aunque nació en Madrid) y el jesuita vasco Jose María Arizmendiarreta, cofundador de Mondragón.
—¿Por qué la mayoría de los escépticos es de izquierdas? ¿No son también, tanto la izquierda como la derecha, supercherías a extinguir?
—Creo que eso ocurrió entre la Ilustración y la Segunda Guerra Mundial, con la excepción de los marxistas ortodoxos, que eran dogmáticos y se decían de izquierda. Desde 1945, la izquierda europea ha sido infectada por el postmodernismo, que es irracionalista y, en particular, anticientífico.
—Chesterton decía que cuando dejamos de creer en Dios empezamos a creer en cualquier cosa. ¿No erigió el catolicismo una suerte de defensa contra fraudes new age?
Competir por las almas
—Lo dudo, porque las supercherías postmodernas emergieron mucho después de Chesterton. Lo que es cierto es que el catolicismo ortodoxo se opone a las demás supersticiones porque compite con ellas por nuestras “almas”. Pero también combate a las filosofías procientíficas, en particular las materialistas. Muchos filósofos católicos comparten y difunden las ideas de Popper porque éste creía en la mente inmaterial.
—Señala que la difusión de la superstición es un fenómeno psicosocial que debería ser sometido a investigación científica. ¿Cuál es su diagnóstico?
—No lo sé. Los expertos en manipulación de la opinión pública —en materia comercial y científica— son más numerosos que los investigadores de los mecanismos psicosociales involucrados en la credulidad.
—Si las supersticiones infectan las mentes tal que virus, ¿qué nos vacunaría contra ellas?
—La única vacuna eficaz es una combinación de educación científica con reflexión filosófica. La primera no basta, como lo muestra el caso de eminentes científicos que han creído en la parapsicología, la homeopatía y otras yerbas. Tampoco basta la filosofía, ya que está llena de supersticiones, tales como las del alma inmaterial y el conocimiento intuitivo y a priori.
(Al final de la charla, cuando el periodista pregunta al filósofo por su particular pseudociencia biográfica, la idea defendida antaño de la que más se avergüenza, la respuesta, parca y exacta, tampoco tarda en llegar:)
— La dialéctica de Hegel y sus discípulos marxistas.
Mario Bunge es el más importante e internacionalmente reconocido filósofo hispanoamericano del siglo XX. Físico y filósofo de saberes enciclopédicos y permanentemente comprometido con los valores del laicismo republicano, el socialismo democrático y los derechos humanos, son memorables sus devastadoras críticas de las pretensiones pseudocientíficas de la teoría económica neoclásica ortodoxa y del psicoanálisis “charlacanista”[2]. Ω
[2] Bunge se refiere con un juego de palabras a la corriente psicoanalista iniciada por el francés Jacques Lacan (1901-1981).