Diez reglas de oro para educar la voluntad1

Enrique Rojas[2]

Es difícil, tras estudiar el tema de la voluntad desde perspectivas tan diversas, intentar concretar para ofrecer unas pautas específicas que no sean simples recetas de cocina, pues al atravesar la frontera entre la teoría y la práctica, entre las ideas y su aplicación, hay un trecho difícil de salvar. No obstante, voy a tratar de esquematizarlas.

1. La voluntad necesita un aprendizaje gradual, que se consigue con la repetición de actos en donde uno se vence, lucha y cae, y vuelve a empezar. A esto se llama en psicología hábito. Dicho en otros términos: hay que adquirir hábitos positivos mediante la repetición de conductas, de forma deportiva y alegre, que van inclinando la balanza hacia comportamientos mejores, más maduros y que, a la larga, se agradecerán, pero que, en las primeras etapas, cuestan mucho trabajo, puesto que la voluntad está aún en Sigue leyendo

“De todas las pseudociencias, la más peligrosa es la teoría económica ortodoxa ”: Mario Bunge

(Entrevista de Daniel Arjona para el diario español El Mundo al filósofo argentino radicado en Canadá Mario Bunge)[1]

27/03/15

Si buscamos al científico nativo en español más citado de los dos últimos siglos, según el exhaustivo Hall of Fame hecho público recientemente por la Association for the Advancement of Science, el primero que encontramos de una lista encabezada por Bertrand Russell, Charles Darwin y Albert Einstein es al también filósofo escéptico y apasionado racionalista argentino Mario Bunge (Buenos Aires, 1919). En Las pseudociencias, ¡vaya timo! (Laetoli) Bunge, de cuya extensísima producción intelectual dan cuenta medio centenar de libros escritos, recopila sus textos fundamentales sobre las pseudociencias y presenta una apología irrenunciable de la ciencia. Y una vacuna contra los timos que nos infectan a diario: pulseras energéticas, babas de caracol rejuvenecedoras, horóscopos, cátedras homeopáticas en universidades, supercuerdas…

¿Por qué la filosofía?

—Stephen Hawking dispensa en su último libro sendas necrológicas de la religión y de la filosofía. ¿Por qué usted, reconocido ateo, se niega a dejar de ser filósofo por mor de ser científico?

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