Andrés Eduardo Torres Hernández
Luis de la Barreda Solórzano, coordinador del Programa Universitario de Derechos Humanos de la UNAM, que durante ocho años fungió como presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, ha sido un aguerrido defensor de los derechos humanos en México. En su reciente libro ¿Culpable? Florence Cassez, el juicio del siglo, defiende la inocencia de esta mujer francesa que fue encarcelada, acusada de secuestro.
Tras un año de la liberación de Florence Cassez, ¿cómo y en qué circunstancias nació el interés de Luis de la Barreda por este juicio?
—A mí me llamó Emmanuel Mignot, primer consejero de la embajada de Francia, cuando Florence ya tenía varios años presa y aún le quedaba el recurso del amparo en revisión. Lo que conocía del asunto era lo que había visto en televisión, en la prensa, como todo el mundo, pero no conocía el expediente. Emmanuel Mignot estaba muy enterado de la labor que yo había desempeñado en la CDHDF y tuvo interés en platicar conmigo. Me invitó a desayunar y me habló del caso. ¡Quedé estupefacto al escucharlo!
—Revisé el expediente, en fotocopias por supuesto, y me pareció que era un tema del cual no podía dejar de escribir porque pocos asuntos en la historia son más apasionantes como aquellos casos en que se revisa una injusticia. Además, si tomamos en cuenta cuál era y sigue siendo la opinión de la mayoría de la sociedad mexicana y de los columnistas, era un caso apasionante. Pocas cosas son tan apasionantes, intelectualmente, como ir contra la corriente mayoritaria, teniendo los argumentos para desacreditar a esa corriente.
¿Cuál es el elemento esencial para considerar el caso de Florence Cassez como “el juicio del siglo”? ¿Su relevancia radica en la cobertura mediática o en el análisis jurídico?
—El título del libro está pensado para que el libro se venda bien. Fue un título sugerido por la editorial que a mí me pareció correcto. Pero además creo que es un título justo porque en lo que va del siglo XXI, ningún caso en México ha despertado tanta pasión, y sobre ningún caso se ha escrito tanto, ni de lejos.
—Ha habido asuntos muy apasionantes. Por ejemplo, llama mucho la atención el caso de la Mataviejitas, pero sobre su juicio nadie escribió. No hay, en lo que va del siglo, un caso que haya generado tantas polémicas, que haya distanciado a los gobiernos de dos países y que haya hecho que dos presidentes intercambiaran cartas sobre el asunto. Ningún caso antes provocó tantas columnas de opinión y tantas reacciones en la sociedad en general. Aunque el título está pensado para atraer a los lectores, es totalmente justo.
En el libro se aborda el tema de forma novelesca. ¿Quién era Florence Cassez antes del montaje del 9 de diciembre de 2005?
—Florence Cassez es una muchacha como tantas otras que no encuentra su rumbo en la vida, que no sabía a qué dedicarse, que tuvo noviazgos no muy satisfactorios, que no quiso estudiar pese a tener la posibilidad de hacerlo, y que huyó de su país porque no encontró las opciones laborales que hubiera querido.
—La conocí en la cárcel, la visité decenas de veces y, a pesar de la injusticia de la que estaba siendo víctima, era una mujer muy fuerte. En la cárcel conservó su sentido del humor y su buen ánimo. En algunos momentos, hablando de lo que estaba sucediendo, se le humedecían los ojos, pero en general se reía y se refería a su caso no con lamento sino con coraje y con ánimo de lucha.
Se criticó mucho el montaje de la detención, plenamente aceptado por el procurador General de la República de entonces, Daniel Cabeza de Vaca. Sin embargo, la opinión pública no vaciló en condenar a Florence Cassez, aun conociendo este vicio de origen. ¿A qué cree que se haya debido lo anterior?
—A que los televidentes quedaron convencidos de que, si bien se realizó un montaje, como una plataforma que pretendía ser exitosa para el entonces director de la Agencia Federal de Investigación, la presencia de Florence Cassez en el lugar de la detención la hacía, por consecuencia, culpable. No es común ver el momento exacto del rescate de unos secuestrados y la captura de sus secuestradores, pero Florence Cassez estaba ahí ¡donde ocurrió el secuestro! Entonces concluyen: “Tiene que ser culpable”.
En su libro afirma que el juicio contra Florence Cassez estuvo rodeado de un gran impacto mediático. ¿Hasta qué grado las sentencias que la condenaron se dejaron influir por la opinión pública? ¿Qué papel jugó en lo jurídico un juicio ventilado en los medios?
—Sobre las tres resoluciones adversas a Florence Cassez me planteo dos posibilidades, igualmente verosímiles.
—La primera: la juez y los magistrados se dejaron influir no sólo por la opinión pública, sino por las declaraciones del presidente de la República. Ésa es una posibilidad que habla muy mal de ellos, pues un juez debe resolver con base en lo que hay en el expediente, sin dejarse influir por el entorno pasional.
—La segunda posibilidad también habla muy mal de los jueces, ya que implica que no leyeron con cuidado el expediente. ¡Esto es terrible porque lo que está en juego en un juicio penal es algo de la mayor importancia! Después de la vida y de la salud, no hay un bien más valioso para el ser humano que la libertad. En un juicio penal está en juego la libertad de una persona y los años en prisión son años irrecuperables.
—En México no hay indemnización de ningún tipo para quien sufre una prisión injusta, pero aunque hubiera una indemnización altísima, nada, nada puede compensar un solo día en prisión.
El 6 de marzo de 2009 el expresidente francés Nicolás Sarkozy llegó a México abogando por su conciudadana. Algunos medios y organizaciones civiles consideraron esa visita como una “intervención a la soberanía nacional”. ¿Qué impacto tuvo dicha visita?
—Hubo comentaristas de prensa y líderes de organizaciones de la sociedad civil que se envolvieron en la bandera tricolor y dijeron: “¡No a una nueva invasión francesa!” Considero que esta visita despertó un ánimo nacionalista verdaderamente ridículo, pero muy fuerte y de gran animadversión contra Florence.
—Decía Albert Camus que él quería demasiado a su patria para ser nacionalista. El nacionalismo ha sido una figura utilizada para iniciar guerras y cometer crímenes terribles. En este caso, no solamente influyó su nacionalidad, sino el grave delito del que se le acusaba. Un secuestrador merece la mayor repugnancia y la mayor condena que se le pueda imponer. Lo que se olvidó y se soslayó fueron las pruebas utilizadas para condenarlo. Sí, un secuestrador merece la pena más alta, pero un secuestrador a quien se le haya demostrado su culpabilidad mediante un debido proceso.
¿Considera usted que debió aplicarse el Tratado de Estrasburgo para la compurgación de la pena en el extranjero?
—Debió aplicarse, sin duda. Ahora, curiosamente a Florence Cassez le convino que no se aplicara, pues su sentencia habría quedado firme. Si Florence hubiera sido beneficiada por el Tratado de Estrasburgo, y aun cuando en Francia las penas son mucho menores que en nuestros países de América Latina; hubiera tenido que cumplir, seguramente, el máximo permitido por la legislación francesa. Entonces hubiera salido de prisión a los sesenta y tantos años. Gracias a que no se aplicó, Florence acudió a la Corte y ésta la absolvió.
Tras un intento infructuoso del ministro Zaldívar, en el sexenio del expresidente Felipe Calderón, por conceder el amparo a Florence Cassez, es hasta el 23 de enero de 2013, ya durante el mandato del presidente Enrique Peña Nieto, que la Suprema Corte de Justicia de la Nación revocó la negativa de amparo y ordenó “la absoluta e inmediata liberación de la inculpada”. ¿Considera que subyace algún interés político en la toma de esta decisión?
—No, yo creo que la Corte resolvió perfectamente conforme a Derecho y pienso que la resolución merece un gran aplauso.
—Lo lamentable es que esa misma resolución no se haya adoptado en el sexenio de Calderón. Creo que los ministros de la Corte se vieron muy presionados por el presidente de la República para no resolver en el sentido en el que finalmente resolvieron. Aunque también recordemos que la sentencia que liberó a Florence Cassez fue tomada por una sala donde hay nuevos ministros, lo cual jugó un papel fundamental. Con los ministros anteriores nunca se hubiera llegado a una mayoría, por lo que eso contó mucho.
Después de la controvertida liberación, surgieron múltiples y estridentes voces contra la falta de un pronunciamiento de fondo sobre la inocencia o la culpabilidad de Florence Cassez. ¿Qué opinión guarda sobre la propuesta del ministro Cossío de concederse el amparo para efectos y devolverse el expediente al tribunal unitario?
—Era una postura bastante razonable del ministro Cossío. Él siempre tuvo una postura muy razonada y muy sólida en sus argumentos; pero hacer lo que él sugería hubiera sido darle una vuelta innecesaria al asunto. Se iba a decir: “Tal prueba no es válida porque fue obtenida indebidamente” y todas las pruebas de cargo iban a quedar invalidadas por la Corte y se enviaría de nuevo al magistrado para que dictara una nueva resolución, lo cual suponía que el asunto todavía iba a estar con Florence en la cárcel, ¿cuánto tiempo más?, ¿tres meses, un año? Recordemos que entre la primera vez que se reúne la Corte para resolver y la adopción de la resolución final, pasa un año.
Refirámonos justo al título de su libro: ¿culpable?
—Un acusado es culpable cuando existen pruebas que demuestran su responsabilidad más allá de una duda razonable. La gran prueba contra Florence era su detención en flagrancia. La flagrancia fue vista por toda la nación “en vivo”, a través de las dos televisoras más importantes del país; sin embargo, cuando Florence, en el programa de Denise Maerker refuta y desmiente a García Luna, la prueba contundente contra Florence se cae.
—En ese momento, y no antes, la señora Cristina Ríos y su hijo cambian su declaración. Inicialmente, no habían reconocido a Florence, a pesar de que la ponen de frente y la hacen hablar largamente. El niño en todo momento dijo que quien le sacó sangre para enviársela a su papá fue un hombre al que, entre los secuestradores, identificaban como “Hilario”.
—Dos meses después y hasta que Florence desmintió en televisión a García Luna, la señora Cristina Ríos y su hijo cambiaron su declaración. Esto, después de que visitan la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada y permanecen ahí varias horas sin que conste que hayan hecho alguna declaración. La única posibilidad que yo veo razonablemente defendible es que los hayan aleccionado. Entonces, desde San Diego, declaran que ya recordaron que sí estaba Florence y el niño cambia su declaración y señala que recuerda que quien le sacó sangre fue una mujer que tenía unas manos “finas y suaves, como nunca las había sentido”; entonces a Hilario, que seguramente no tenía las manos “finas y suaves”, lo convierten en Florence Cassez. ¿La Procuraduría General de la República no nota eso?, ¿los jueces tampoco? Entonces ¿por qué se cambiaron las declaraciones? Porque la única prueba sólida se les había caído.
—Por otro lado, la única de las supuestas víctimas que reconoce desde su primera declaración a Florence, Ezequiel Elizalde, cae en múltiples contradicciones. Afirmó que la primera vez que tuvo contacto con Florence fue en la casa de seguridad a la que fueron llevados, pero en esa misma declaración afirma que la primera vez que supo de ella fue en el traslado, pues Florence le quitó su celular. Asimismo, afirmó que nunca vio el rostro de Florence porque usaba un pasamontañas, pero la reconoció por su acento y por un mechón de cabello que quedaba a la vista. Cuando se va a dictar la resolución de la Corte, Ezequiel manda una carta al presidente Enrique Peña Nieto en la que dice: “Nunca olvidaré la cara de la persona que me picó para sacarme sangre”. Cuando se cae la flagrancia, se cae todo y es inverosímil que los jueces que resolvieron no hayan notado estas contradicciones evidentes.
Desgraciadamente, el sistema penal mexicano ha recibido severas críticas por considerársele una “fábrica de culpables”. Casos como el de José Antonio Zúñiga, de Presunto culpable, o el de Florence Cassez, no son aislados. ¿Cree que la especial atención que han recibido estos casos haya repercutido de alguna forma en la conducta del Ministerio Público y de los jueces?
—No, lamentablemente no. Es un vicio muy arraigado. Hace poco vimos cómo el general Ángeles y otros militares eran enjuiciados con base en las declaraciones de un testigo protegido que se sabe que ha mentido y aun así lo siguen utilizando en las averiguaciones previas. Es un vicio que sigue perfectamente firme en el sistema de justicia penal.
Tras la reciente publicación del Código Nacional de Procedimientos Penales, el pasado 5 de marzo de 2014, ¿considera la reforma como un medio efectivo para prevenir violaciones como las sufridas en este juicio?
—No. El nuevo juicio penal que se está instalando en México puede ser un juicio mucho más ágil y adecuado que el juicio penal que está en retirada; sin embargo, aunque se presente un escenario más adecuado para que se enjuicien los asuntos de carácter penal, con los mismos actores de siempre, con el Ministerio Público que tenemos, con los jueces que tenemos, con los defensores de oficio que tenemos, esto seguirá siendo un desastre. Si el Ministerio Público sigue creando culpables, si los jueces siguen resolviendo a la ligera como en el caso de Florence Cassez, aun teniendo el mejor escenario para un juicio, el sistema penal seguirá siendo tan lamentable como al día de hoy.
—No hablo sin un profundo conocimiento de causa. En los ocho años que tuve el gran privilegio de presidir la CDHDF, la queja número uno siempre fue contra el Ministerio Público. Los denunciantes, sin ser especialistas en criminología o Derecho penal, señalaban claramente los errores y las contradicciones en la investigación del Ministerio Público. Asuntos que podían razonablemente resolverse en tres meses se llevaban tres años. La ineficiencia del Ministerio Público en México es enorme.
—¿Qué hacer? Transformar profundamente estas instituciones; no de manera superficial, sino mediante una profunda revolución en estas instituciones para hacerlas profesionales. Ω