Palabras impronunciables

La nota de AFP parece de las que en broma publican algunos diarios el Día de los Santos Inocentes.

El gobierno de Quebec desaparecerá la palabra negro del nombre de 11 lugares, entre ellos el Río Negro, el Lago Ti-Negro y los Rápidos de los Negros. Según la Comisión de Toponimia de esa provincia canadiense, el término francés nègre, de uso antiguo, podría atentar contra la dignidad de la comunidad negra.

El lenguaje políticamente correcto ha llegado a extremos inauditos. En el caso de Quebec, no sólo se considera inadecuado utilizar la palabra nègre para referirse a personas, sino también para la denominación de lugares que desde antaño así fueron llamados.

¿Por qué ha de ser ofensivo decir de uno que es negro, pero no decir de otro que es blanco? Una y otra condiciones son epidérmicas, superficiales, y nada tienen que ver con los valores y las virtudes del individuo. Si la palabra negro se ha usado con carga peyorativa, lo correcto no es suprimirla de los diccionarios y del habla coloquial sino revertir esa carga.

Es asombrosamente ridículo que en algunas escuelas de Estados Unidos deje de recomendarse la lectura de la gran novela Las aventuras de Huckleberry Finn, de Mark Twain, en razón de que en la obra el esclavo prófugo Jim —a quien el autor caracteriza como un hombre noble y valiente— es llamado negro.

En los años sesenta, estando el movimiento por los derechos civiles de la población afroamericana en efervescencia, uno de sus lemas fue black is beautiful (negro es hermoso). En vez de afrentarse por ser llamado con ese término, el movimiento lo reivindicaba revirtiendo su intención ofensiva.

¿Quién sería capaz de desautorizar la bellísima canción de Bobby Capó que dice: Que se quede el infinito sin estrellas / o que pierda el ancho mar su inmensidad / pero el negro de tus ojos que no muera / y el canela de tu piel se quede igual. El autor atribuye a unas pupilas oscuras y a una epidermis morena una belleza más conmovedora que la del océano y el firmamento.

En la bellísima Negrita cucurumbé, el inmenso Cri-Crí le dice a la niña que quería ser blanca como la bruma, como la espuma que tiene el mar: Pero válgame el Señor / pues qué no ve / que así negra está bonita / negrita cucurumbé.

Si a los negros se les ha despreciado es porque, secuestrados sus antepasados en tierras africanas, se les redujo a la esclavitud. Si los esclavos hubieran sido blancos, amarillos o sonrosados, los individuos con estos tonos de piel, y no los negros, hubiesen sido víctimas de ese desprecio

Pero negro no es el único vocablo que se ha vuelto impronunciable. Hoy a los viejos debe llamársenos adultos mayores como si esa expresión no fuera una redundancia pues todo adulto, por definición, aún los más jóvenes, es un adulto mayor: la mayoría de edad se adquiere, según la legislación de cada país, entre los 18 y los 21 años.

¿Se puede imaginar, lectora, lector, que una de las entrañables novelas de Ernest Hemingway en lugar de llamarse El viejo y el mar se titulase El adulto mayor y el mar o bien La persona de género masculino de la tercera edad y el mar? ¿A usted le gustaría que sus hijos y sus nietos, para ser políticamente correctos, en lugar de llamarlo cariñosamente viejo o vieja lo saludaran diciéndole: Hola, persona adulta mayor, o Buenos días, persona de la tercera edad?

Y a quienes sufren alguna discapacidad hay que llamarlos personas con capacidades diferentes, expresión que me hace pensar en Albert Einstein, Chaplin, Johnny Weissmuller (¡el inolvidable e irrepetible Tarzán!), Maria Callas, Pelé o Superman. ¡Ellos sí que fueron dotados de capacidades diferentes! Y, para ser congruentes, ¿a un enfermo habría que decirle persona con condiciones de salud diferentes?

En realidad, los que consideran que ciertos calificativos descriptivos son denigrantes es porque ellos mismos juzgan a ciertas personas en un nivel de inferioridad en relación con otras en razón de características que les parecen negativas. ¿Blanco es superior a negro, joven más apreciable que viejo? ¿Discapacidad es palabra impronunciable aunque la realidad no sea tan piadosa como el léxico aceptable por las buenas conciencias? Así lo ha establecido, sin atreverse a confesarlo, el lenguaje políticamente correcto.