Derechos humanos

Creo, con Fernando Savater, que los derechos humanos “no provienen tanto de las promesas de la luz como del espanto de las sombras, no pretenden conseguir inauditos bienes imaginados, sino evitar males conocidos”.

            Creo que los derechos humanos se basan, por decirlo con palabras de Voltaire, en el “amor al género humano, virtud desconocida a los que engañan, a los pedantes que discuten y a los fanáticos que persiguen”.

            Creo que la consagración jurídica y el cumplimiento de los derechos humanos configuran la más grande, la más profunda revolución en la historia de las sociedades humanas.

            Creo que los derechos humanos no necesariamente nos hacen más felices, pero no cabe duda de que nos hacen más libres, más humanos en cuanto a sujetos a los que se debe un cierto trato y a los que se reconoce dueños de sus vidas y sus destinos.

            Creo que los derechos humanos tienen como fundamento axiomático la dignidad del ser humano, en virtud de la cual éste amerita ser tratado con ciertos miramientos y consideraciones.

            Creo que la causa de los derechos humanos no debe jamás enarbolar banderías partidarias ni inclinarse por sectarismos ideológicos: su enemigo es siempre el abuso de poder y su tarea es combatir dicho abuso, sea cual fuere el signo o el color político de quien lo perpetre.

            Creo que quien denuncia la violación de los derechos humanos cuando es perpetrada por sus adversarios políticos, pero la soslaya cuando proviene de algún miembro de su mismo rebaño no es en realidad un convencido de la causa de los derechos humanos.

            Creo que los derechos humanos no deben nunca servir de coartada a los violentos ni a los abusivos, a quienes atropellan los derechos de terceros invocando que están ejerciendo sus derechos: el límite de los derechos de cada cual son los derechos de los demás.

            Creo que quienes, al protestar por alguna violación a los derechos, agreden a la policía con objetos o instrumentos aptos para causar graves lesiones, están violando los derechos humanos de los policías.

            Creo que los derechos humanos no deben servir de justificación a los inquisidores que, en vez de buscar el esclarecimiento de hechos lamentables, ansían levantar guillotinas e inmolar chivos expiatorios.

            Creo que si se considera que sobre los valores, las normas, los usos y las costumbres de un pueblo o una nación no puede haber derechos individuales, se está justificando la tiranía de quienes dirigen el pueblo o la nación sobre cada uno de los individuos: así pretenden justificarse las dictaduras cuyos dirigentes se arrogan la voz y las aspiraciones de la comunidad y en las que se persigue con ferocidad toda disidencia, no sólo política sino incluso cultural o de credo religioso.

            Creo que no tiene sentido negar que la cuna de los derechos humanos estuvo en Europa, y que lo malo es el etnocentrismo pasivo y resignado, el que se contenta con que sólo en los países europeos y en los de tradición cultural occidental se otorgue el reconocimiento a tales derechos, como si las personas de otras latitudes no tuvieran la misma humanidad.

            Creo que los defensores de los derechos humanos deben abandonar toda actitud vergonzante frente a los relativismos axiológicos y culturales, y sostener con toda firmeza que los regímenes donde esos derechos están vigentes son superiores, cultural y moralmente, a aquéllos donde no lo están.

            Creo que en países como el nuestro la lucha por la defensa de los derechos humanos conquistados y por la conquista de los que aún no son una realidad es como el mar de Ulises: no tiene fin y deberá sortear peripecias interminables.

            Creo que la bandera de los derechos humanos es válida lo mismo para exigir justicia social que para denunciar y combatir a los regímenes que en nombre de la justicia social cancelan las libertades democráticas y los demás principios del Estado de derecho.

            Creo que, ante fenómenos como el terrorismo y las peores formas de crimen organizado, si queremos seguir disfrutando de los derechos humanos debemos aceptar que se amplíen las facultades de las instituciones de seguridad, aun si suponen alguna molestia, siempre que el objetivo sea prevenir atentados criminales.