Adiós al ombudsman

El título de estas líneas no hace referencia al fin de la gestión de Luis Raúl González al frente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), sino al aniquilamiento de la institución del ombudsman (me resisto a llamarle ombudsperson) en nuestro país, por lo menos en el ámbito federal.

            La actitud de los senadores de Morena, sumisos a los deseos de su gran timonel, no tiene precedente en el Senado de la República. No obstante que la candidata designada no alcanzó el porcentaje de votos que inequívocamente exige nuestra Constitución —las dos terceras partes de los senadores presentes en el momento de la votación—, fue impuesta como presidenta de la CNDH.

            Los senadores del PAN, en un proceder que los honra, protestaron enérgicamente por el atropello e incluso trataron de impedir la toma de protesta. Además, han anunciado acciones legales para enmendar el desaguisado.

            El Partido Verde asumió su acostumbrado oportunismo: carente de escrúpulos y convicciones, se alió con la mayoría atropelladora. El PRI mostró que, desalojado del poder, ya no es verdaderamente un partido de oposición, sino que está dispuesto a actuar el deshonroso papel de comparsa del partido en el poder. Una vergüenza. Qué bien hicieron José Narro y Beatriz Pagés en renunciar al partido.

            La transgresión a la ley suprema del país en un asunto tan importante y tan delicado es tan evidente y tan grave que los propios compañeros de militancia de la designada la instaron en una carta, para no prestarse a la inaudita maniobra, a no presentarse a la toma de protesta.

            La carta, signada por más de veinte colectivos de familiares de desaparecidos, dice que les alegra a los signatarios que una persona que ha sufrido como ellos llegue a ocupar tan importante puesto, pero, añaden, “nos preocupa que sea en medio de dudas y señalamientos que desprestigian nuestro movimiento”.

            En consecuencia, rematan: “Te queremos pedir que, como hizo tu madre empeñando la medalla Belisario Domínguez a cambio de la verdad, tú empeñes tu nombramiento y no tomes protesta hasta que haya un proceso transparente y sin sombra de dudas”.

            La petición, sustentada en el ánimo de que prevaleciera la limpieza en el procedimiento, también fue firmada por decenas de familiares de desaparecidos de Baja California, la Ciudad de México, Coahuila, Michoacán, Nayarit, Sonora, Tamaulipas y Veracruz, entre otras entidades.

            Los perpetradores del atraco acataron la línea que les trazó el Presidente de la República, quien había dicho que admira a la candidata favorecida y que no quería al frente de la CNDH a un académico que fuera experto en la materia y actuara con profesionalismo, como los anteriores ombudsman.

            Con esas infaustas palabras el Presidente mostró una vez más, por una parte, su talante autoritario y, por otra, su aversión a la academia. Ya antes nos había dejado estupefactos al señalar que quienes estudian posgrados en el extranjero lo hacen con el afán de robar más en la administración pública (esa antipatía por los estudios explica expresiones igualmente asombrosas, como la de que el hombre en América existe desde hace entre 5,000 y 10,000 millones de años —¡entonces no existía ni el Sol!— o medidas tan indefendibles como los castigos presupuestales a la investigación científica y tecnológica, a la cultura y a los investigadores).

            Dos características indispensables de un auténtico ombudsman son la alta calidad profesional y la plena autonomía. Sin ellas, el titular de un organismo público de derechos humanos no es verdaderamente un ombudsman. La tarea del defensor de los derechos humanos requiere una actuación, caso por caso, rigurosamente profesional y escrupulosamente autónoma. La nueva titular de la CNDH ha declarado que la confrontación entre el Presidente y la CNDH debe terminar.

            Como advirtió el primer presidente de la CNDH, Jorge Carpizo: “Es claro que el ombudsman sólo puede existir en donde hay democracia. En los sistemas totalitarios o autoritarios está de más o se convierte en una figura sin ninguna importancia o sin resultados prácticos” (Derechos humanos y Ombudsman, UNAM y CNDH, 1993).

            Hay un proyecto legislativo que propone eliminar a los organismos públicos de derechos humanos. No le hizo falta al gobierno desaparecer a la CNDH: bastó con quitarle su esencia, su alma.