Pedro Infante
a 100 años de su nacimiento

Hace 100 años, el 18 de noviembre de 1917, el puerto de Mazatlán, Sinaloa, vio nacer a quien se convertiría en una de las más grandes figuras artísticas y legendarias de nuestro país: finísimo cantante, extraordinario actor, deportista, filántropo, seductor, caballero… se convirtió en el ídolo popular más grande que ha tenido México. Sus canciones, sus películas, sus fotografías siguen admirándose por personas de todas las edades y niveles sociales. Su recuerdo sigue muy presente y no hay quien no sepa quién fue Pedro Infante. En los aniversarios de su nacimiento y su muerte se le recuerda en ceremonias populares de prácticamente todo el país.

            Pasó sus primeros años en Guamúchil, población del mismo Estado norteño, donde aprendió el oficio de carpintero que luego luciría en algunas de sus películas.

            Grabó más de 300 canciones y filmó más de 60 películas, muchas de  ellas de emotividad y calidad artística indiscutibles. Su personalidad en las cintas y en la vida real de hombre sencillo, simpático, sincero, honrado, alegre, enamorado y valiente le ganaron el cariño y la admiración generales. Se convirtió en el prototipo del mexicano, con todas sus virtudes y defectos.

            Su trilogía cinematográfica Nosotros los pobres, Ustedes los ricos y Pepe el Toro asombró, conmovió y educó sentimentalmente a prácticamente toda la sociedad mexicana y, junto con otras películas como La oveja negra, No desearás la mujer de tu hijo, Tizoc, Los tres huastecos, Los tres García, El inocente, A toda máquina, Qué te ha dado esa mujer, Mexicanos al grito de guerra y otras son objeto de culto, lo mismo que canciones como Amorcito corazón, Enamorada, Cien años, Di que no, Maldita sea mi suerte, Pénjamo, Por una amor

            Avezado piloto, murió el 15 de abril de 1957 cuando el avión que manejaba se desplomó a poco de haber despegado en la ciudad de Mérida, Yucatán, donde vivía por temporadas y era especialmente apreciado. Su muerte conmocionó a todo México. Ω