¿De verdad se trata de evitar gastos superfluos para ahorrar todo lo posible y de esa manera, con lo ahorrado, atender las ingentes necesidades de los mexicanos desfavorecidos económicamente? ¿Es cierto el lema adoptado por el presidente de la República de por el bien de todos, primero los pobres, con el que se da a entender que al combatirse la pobreza se lucha contra injusticias que dan lugar a tensiones sociales que pueden generar discordia? ¿Es auténtica y tiene ese fin la política de austeridad que proclama el gobierno?
Pues lean esto, amables lectoras y lectores: el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) gastó más de 10 millones de pesos —sí, leyeron bien: más de 10 millones de pesos—, solamente entre julio y septiembre de este año para financiar las visitas que hizo durante ese lapso el Presidente de la República a los hospitales rurales del país (Reforma, 9 de diciembre). La información abarca únicamente hasta el 26 de septiembre y el recorrido presidencial tuvo lugar del 5 de julio al 18 de octubre, de donde se advierte que lo erogado por el IMSS durante la totalidad de la gira es mayor aun que la cantidad señalada.
La multimillonaria erogación se empleó en gastos de transportación de funcionarios públicos a los sitios visitados por el Presidente: boletos de avión, gasolina de vehículos y pago de peaje, así como en viáticos, templetes, carpas, vallas, sillas, lonas, equipo de audio y video. La Unidad del Programa IMSS Bienestar, encargada de atender a los habitantes de bajos recursos, hizo la mayor aportación: 9 millones 674 mil 966 pesos. El resto fue pagado por la Dirección de Vinculación Institucional y Evaluación de Delegaciones Estatales del IMSS.
En sus visitas, los directores de los hospitales rurales del programa IMSS Bienestar informaron al Presidente de las graves carencias que sufren sus centros de salud, las cuales incluyen obsolescencia del equipo médico, escasez de medicamentos y de personal, falta de médicos especialistas y deficiencias de la infraestructura física hospitalaria. Esa penuria, por supuesto, impide o por lo menos obstaculiza un servicio de calidad.
Claro que, para subsanarlas, es importante que el Presidente, el secretario de Salud, el director del IMSS y el secretario de Hacienda estén al tanto de las insuficiencias de los hospitales. Pero, miren ustedes, para enterarse de esa precariedad el Presidente realizó una onerosísima gira no obstante que podía haberse enterado de ella sin siquiera levantarse de su escritorio en Palacio Nacional: le bastaba —prodigio de la revolución informática que estamos viviendo— con solicitar a los directores de los nosocomios un informe en el que se detallaran los requerimientos de cada uno de éstos.
En esta época de internet, por vía de correo electrónico es posible informarse de lo que sucede en los sitios más remotos sin necesidad de viajar a ellos. Basta con escribir unos cuantos caracteres para obtener la información correspondiente. Si el Presidente hubiese optado por esta vía, se habría ahorrado una buena suma de millones de pesos, con los cuales seguramente se podrían remediar o paliar algunas de las carencias, insuficiencias o deficiencias de los centros hospitalarios.
¿Es admisible éticamente que al tiempo que los servicios públicos de salud se deterioran dramáticamente en perjuicio de millones de mexicanos —sobre todo de los más pobres, quienes no tienen la posibilidad de acudir a médicos o sanatorios privados— se malgasten más de 10 millones de pesos en un tour innecesario salvo para que el Presidente se tome la foto en cada uno de los hospitales rurales visitados?
El IMSS presta servicios de la mayor relevancia. Su misión es proteger la salud, el bien más importante, previniendo y curando enfermedades, además de brindar protección social a los trabajadores y sus familias. Es mucho y muy meritorio lo que hace, pero también es mucho lo que deja de hacer o hace deficientemente por la exigüidad en que se desenvuelven sus tareas. No es aceptable que dedique parte de sus recursos a actos de propaganda política y culto a la personalidad.
Pero la supuesta austeridad quedó desmentida desde el principio del actual gobierno, pues al cancelarse la obra del nuevo aeropuerto se tiraron a la basura cientos de miles de millones de pesos.