Rosa Montero[2]
Vi la noticia en el periódico hace unos días: Una mujer de 94 años, Fernanda Pozo Carreño, acaba de sacarse la licenciatura de Química en la Universidad de Murcia. Venía foto y todo: una anciana pizpireta luciendo con ufano tronío la beca azul de su graduación cruzada sobre el pecho. Al parecer Fernanda comenzó sus estudios en 1941. Eran tiempos difíciles, y más para las mujeres. Por entonces sólo había cinco alumnas en toda la facultad, incluyéndola a ella. En 1949, quedándole tan sólo una asignatura para terminar, abandonó la carrera. “Por motivos personales”, dice Fernanda ahora con discreta reserva. Tuvo que ser muy duro; tardó ocho largos años en llegar hasta allí y después, rozando su sueño, lo dejó. O tal vez la obligaron a dejarlo. No quiero ni imaginar lo que hubo detrás, pero sin duda fue una herida profunda que arrastró durante 67 años. Hasta que ahora, nonagenaria, en silla de ruedas y con delicioso arrojo, se empeñó en titularse. Sigue leyendo