El marido estuvo inconsciente y muy grave en el hospital durante mucho tiempo. Su mujer siempre estuvo a su lado.
Un día, él despertó y le dijo a ella conmovido y con voz amable:
—Siempre me has apoyado. Cuando fui despedido del trabajo, me diste ánimo. Cuando mi negocio quebró, ahí estuviste. Cuando me asaltaron y me dejaron herido, no te separaste de mí. Cuando se incendió la casa, seguiste junto a mí. Cuando enfermé, no dejaste de atenderme… ¿Sabes qué?…
—¿Qué?, querido esposo mío…— respondió ella casi llorando.
—…Se me hace que tú me traes la mala suerte.