Nicholas Humphrey[2]
La razón de [esta] asimetría entre la ciencia y la no−ciencia no es —al menos por ahora— que la ciencia proporciona mucho mejores explicaciones —en elegancia, en economía en belleza— que la no−ciencia. Aunque esto es cierto, me parece que la razón más poderosa es que la ciencia, por su propia naturaleza, es un proceso participativo, y la no−ciencia no lo es.
Cuando estudiamos ciencia aprendemos por qué debemos creer una cosa u otra. La ciencia no engaña, no da órdenes, sino que expone los argumentos fácticos y teóricos de por qué algo es así, y nos invita a estar de acuerdo, a comprobarlo por nosotros mismos. Por lo tanto, cuando alguien ha entendido una explicación científica, es que, en un sentido importante, ya la ha elegido como propia.