Durante el último año, el acceso de las personas transgénero a baños, vestuarios y otras instalaciones se convirtió en un tema que ha despertado opiniones encontradas en debates políticos, legislaturas, tribunales y comunidades en todo Estados Unidos, y que ha estado marcado por un fuerte sensacionalismo. Los intentos de limitar la posibilidad de las personas transgénero de acceder a instalaciones que corresponden a su identidad de género se han producido especialmente en escuelas y universidades públicas, y por lo general se han justificado aduciendo que el propósito era proteger a menores.
Hasta la fecha, en 2016, las legislaturas de al menos 18 estados han tratado proyectos de ley que habrían exigido que los estudiantes transgénero usaran baños, vestuarios y otras instalaciones que no coinciden con su identidad de género. Cuando el estado de Carolina del Norte aprobó una serie de restricciones excesivamente amplias, el Departamento de Justicia y el Departamento de Educación federales emitieron directivas aclarando que dispensar a los estudiantes transgénero un trato diferente al de los demás estudiantes constituye discriminación por motivos de sexo expresando lo estipulado en el Título IX de las Enmiendas Educativas de 1972. Posteriormente, varios estados y funcionarios estatales interpusieron demandas objetando la interpretación asignada al Título IX por los departamentos, y en muchos lugares hubo funcionarios estatales y administradores de escuelas que señalaron que no exigirían que las escuelas permitieran el acceso de estudiantes transgénero a instalaciones acordes con su identidad de género. El 21 de agosto de 2016, un juzgado federal de Texas dictó una medida cautelar para impedir que las directivas federales entraran en vigor a nivel nacional hasta tanto se resuelva la demanda.
Mientras se libran estas contiendas, los jóvenes transgénero enfrentan dificultades para atender necesidades físicas básicas en el ámbito de sus escuelas. Para estos estudiantes, tener prohibido el acceso a instalaciones no es una cuestión legal abstracta, sino una fuente diaria de frustración y aislamiento. En una entrevista mantenida con Human Rights Watch en Texas, Tanya H., madre de un varón transgénero de nueve años llamado Elijah, recordó: “Hace un año, en esta época, él estaba pasando por un momento realmente difícil. Iba al baño de niñas y las niñas gritaban ‘¡Hay un niño aquí!’, y tampoco podía ir al baño de varones, entonces directamente dejó de ir al baño. Vivimos muchas crisis”. Cuando Elijah mencionó la posibilidad de suicido y fue hospitalizado por un período breve, su madre habló con administradores escolares para asegurarse de que fuera tratado como un niño cuando, llegado el otoño, retomara los estudios en una nueva escuela. Tanya contó sobre lo sucedido: “Le preocupaba ir a una nueva escuela, y me dijo: ‘Si puedo ir como un niño, está bien’. Se ha adaptado, y está mucho más feliz… Está haciendo amigos que lo conocen como varón”. Para Elijah y otros jóvenes transgénero, el acceso a los baños y vestuarios es una cuestión urgente que afecta su seguridad, salud, privacidad y posibilidad de aprendizaje.
Este informe documenta evidencias de cómo las restricciones al acceso a instalaciones compartidas afectan de manera directa a los jóvenes transgénero. Desde noviembre de 2015 hasta mayo de 2016, los investigadores entrevistaron a 74 estudiantes o exestudiantes transgénero en Alabama, Pennsylvania, Dakota del Sur, Texas y Utah, como parte de un proyecto más amplio sobre cuestiones LGBT en escuelas de EE. UU. Los cinco estados analizados no han aprobado restricciones amplias como las de Carolina del Norte. Sin embargo, al no contar con leyes contra la discriminación, ni tampoco políticas en las escuelas y a nivel de distrito escolar o capacitaciones para docentes y administradores que sean claras e inclusivas en este sentido, los estudiantes transgénero enfrentan problemas de acceso también en estos estados.
Los resultados de esta investigación muestran por qué restringir el acceso de los estudiantes transgénero a espacios compartidos no solo es una medida innecesaria, sino además discriminatoria y peligrosa. Prohibir que estudiantes transgénero accedan a instalaciones que son seguras, cómodas y reafirman el género es discriminatorio, y esta discriminación provoca un daño real. Expone a los estudiantes transgénero a un mayor riesgo de hostigamiento, agresión y acoso escolar, obstaculiza su posibilidad de recibir educación y participar plenamente en la vida escolar, y puede perjudicar su salud física y emocional. A su vez, no existen evidencias de que permitir que los estudiantes transgénero elijan los baños y vestuarios que coincidan con su identidad de género suponga un riesgo para otros estudiantes. Con el comienzo del nuevo año escolar, es crucial que las escuelas y los distritos escolares implementen medidas que promuevan los derechos de todos sus estudiantes, independientemente de su identidad o expresión de género.
Fuente:
(28/09/2016)