Continúo, horrorizado, el repaso, iniciado la semana pasada, del manual Preguntas y respuestas sobre prisioneras y esclavas, documento oficial del Estado Islámico (ISIS). En sus páginas se justifica la captura y retención de mujeres no musulmanas, niñas incluidas, a fin de someterlas a esclavitud sexual, y se señalan las reglas de conducta que deben observarse en el trato a las cautivas. El folleto fue dado a conocer después de la conmoción que provocó la captura por parte del ISIS de mujeres yazidíes (habitantes del norte de Irak, de religión no islámica).
El documento indica que las esclavas deben ocultar durante la oración las mismas partes íntimas que fuera de la oración, y además la cabeza, el cuello, las manos y los pies. Se les permite conocer varones extranjeros sin llevar el velo islámico que cubra esas partes del cuerpo, siempre y cuando no haya temor de que despierten tentación, en cuyo caso está prohibida su exposición. Está permitido tener como esclavas a dos hermanas, así como a una mujer y a su tía, pero no pueden estar juntas durante las relaciones sexuales, y el que las tenga con una de ellas no puede tenerlas con la otra. Está permitido el coitus interruptus —abstenerse de eyacular dentro de la vagina— durante las relaciones sexuales con las esclavas.
Está permitido, asimismo, golpearlas como medida disciplinaria, siempre y cuando no se llegue a los extremos de la golpiza rompedora —la que destroza a la víctima—, la que se inflige con el propósito de obtener gratificación y la que constituye tortura. Los golpes no deben darse en la cara. La esclava que huye de su amo comete uno de los pecados más graves, por lo que debe reprendérsele y disuadirse a las demás de que escapen. Las esclavas deben ser objeto de los castigos coránicos, como las no esclavas, si incurren en las faltas que los ameritan.
Es de recordarse lo que se apuntó la semana pasada: el fundamento para la esclavitud sexual femenina lo encuentra el Ejército Islámico en que Alá el todopoderoso dijo: “Afortunados los creyentes que mantienen la castidad, excepto con sus esposas o con las prisioneras y esclavas que posean con su mano derecha, porque entonces están libres de culpa” (Corán 23: 1-5-6). Fernando Savater advierte que “los fanáticos lo han perdido todo, absolutamente todo, menos su dogma religioso, o nacionalista o el que fuera. Yo creo que lo peor de las religiones son quienes creen absolutamente en ellas y las utilizan como justificación para castigar al prójimo”.
La esclavización de mujeres es suficiente horror para advertir lo que significa el califato islámico, pero éste practica otros: decapitaciones, enterramiento de hombres vivos, latigazos, lanzamiento de homosexuales al vacío. Para los fanáticos extremistas los que descrean de su verdad única e indiscutible merecen ser aniquilados; en el caso de las mujeres, el aniquilamiento consiste en reducirlas a la esclavitud. En síntesis, lo que se propone el Estado Islámico implica el exterminio de los más altos valores de la civilización: la dignidad, la libertad de conciencia, la autonomía personal, el rechazo a toda forma de esclavitud, la inviolabilidad del cuerpo. Las potencias occidentales están obligadas a enfrentar con firmeza esa barbarie.