Evaluación

El derecho de los niños a recibir una educación de calidad está por encima de los derechos laborales de los profesores, se argumentó en la Suprema Corte de Justicia al analizarse las demandas de amparo interpuestas por la CNTE; pero, con independencia de esa jerarquización, es indiscutible que para desempeñar cualquier trabajo se debe demostrar la aptitud requerida.

            Apuntaré lo obvio: quien aspire a un empleo de chofer debe saber conducir; quien quiera ser salvavidas tiene que saber nadar; nadie podría ser titular de un juzgado si no domina la materia de los juicios que allí se tramitan; ninguno tendría derecho a ejercer como médico en un hospital si no sabe medicina; el sacerdote con antecedentes de pederastia no es idóneo para dirigir un internado infantil.

            Increíble pero cierto: Andrés Manuel López Obrador ha dicho que la resolución de la Suprema Corte de Justicia avalando la evaluación docente es un acto inhumano, pues con la evaluación se trata a los maestros como delincuentes al no darles ninguna oportunidad.

            Para obtener las plazas de profesor definitivo en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad Autónoma Metropolitana, tuve que ganar los respectivos concursos de oposición, y para ganarlos tuve que demostrar mis conocimientos en las asignaturas en las que concursé. Jamás me pasó por la mente que se me estuviera violando algún derecho ni que estuviera siendo víctima de un acto inhumano por tener que competir por las plazas con otros aspirantes .

            Es falso que con la evaluación no se les dará ninguna oportunidad a los profesores, pues se les concederán tres oportunidades, y a los que tengan definitividad no se les despedirá ni aun reprobando las tres veces, sino se les asignará a tareas administrativas. ¡Tres oportunidades! La vida no suele ofrecer tantas para otorgar sus dones más valiosos.

            Es una barbaridad la afirmación de que evaluar a los profesores y a los aspirantes es tratarlos como delincuentes, pues de lo que se trata es de que tengan los conocimientos y la capacidad pedagógica que les permitan cumplir adecuadamente su importantísima tarea. Evaluarlos es tratarlos, precisamente, como docentes que respetan su profesión.

            Un verdadero maestro se prepara y se actualiza todos los días. Para el verdadero maestro no es una carga seguir estudiando toda su vida, aun jubilado, ya sin la obligación de dar clases. Lo hace no con fastidio sino con alborozo, como poseído por el demonio de la curiosidad intelectual, por la sed de saber cada día más.

            La Suprema Corte de Justicia ha resuelto, y los gobiernos federal y estatales están obligados a hacer cumplir ese fallo. Dados sus antecedentes, la CNTE quizá apueste por boicotear la evaluación, incluso mediante la violencia. Quienes gozan de privilegios ilegítimos no suelen renunciar a ellos pacífica y resignadamente. Las autoridades sólo tienen una vía legítima para enfrentar esa probable actitud: la aplicación del derecho.

            Como en todos los trabajos del mundo, no se debe pagar a quien no se presente a trabajar. El gobierno federal y los estatales involucrados han subsidiado las manifestaciones callejeras y el ausentismo de los profesores cubriéndoles sus salarios no devengados. Eso es una forma grave de corrupción.

            La CNTE y sus panegiristas seguirían desgastando el tópico de que se está criminalizando la protesta social. Falso también: lo criminal es permitir que los líderes sindicales tengan ingresos estratosféricos, que algunos profesores dispongan de varias plazas, que las plazas docentes puedan heredarse, que se destrocen o se incendien inmuebles impunemente, que se lance una bomba a una gasolinería y el homicidio de un trabajador quede impune, que se pague a los profesores que no se presentan a las aulas, que los niños no reciban una educación de calidad aceptable.

            Recuerdo a mis profesores de primaria y secundaria —siempre en escuelas públicas—, devotos del estudio y la enseñanza, comprometidos con su tarea. Sin duda ahora también hay maestros como aquellos, de vocación insobornable. Me gustaría que salieran de su mutismo sobre el tema que nos ocupa.