Aniversario 250 de la publicación de De los delitos y de las penas de Cesare Bonesana, Marqués de Beccaria

En 2014 se ha cumplido un cuarto de milenio desde la publicación de la obra De los delitos y de las penas debida al ingenio y al humanismo del literato, filósofo, jurista y economista italiano Cesare Bonesana —1738-1794—, Marqués de Beccaria. Inspirado en los principios humanistas de la Ilustración, el libro influyó profundamente en la reforma del derecho penal y penitenciario —plagado hasta entonces de prejuicios y de crueldad—, pero sigue teniendo vigencia en los países que, como el nuestro, han fracasado en lograr una política penal y penitenciaria humanista y eficaz. En homenaje a esa obra —y a su insigne autor— Perseo transcribe su capitulo XLI “Cómo se previenen los delitos” y el capítulo I del Comentario sobre el libro «De los delitos y de las penas” escrito por Voltaire.

XVI

Cómo se previenen los delitos[1]

Es mejor prevenir los delitos que castigarlos. Éste es el fin principal de toda buena legislación, que es el arte de conducir a los hombres hacía el máximo de felicidad o al mínimo de infelicidad posible, para hablar según todos los cálculos de los bienes y males de la vida. Pero los medios empleados hasta ahora son por lo general falsos y opuestos al fin perseguido. No es posible reducir la turbulenta actividad de los hombres a un orden geométrico sin irregularidad y confusión. Del mismo modo que las constantes y simplísimas leyes de la naturaleza no impiden que los planetas sufran perturbaciones en sus movimientos, tampoco las leyes humanas pueden impedir las perturbaciones y el desorden en las infinitas y tan opuestas atracciones del placer y del dolor. Sin embargo, tal es la quimera de los hombres limitados, cuando tienen el mando en sus manos. Prohibir una multitud de acciones indiferentes no es prevenir los delitos que de ellas pudieran nacer, sino crear otros nuevos, es definir a placer la virtud y el vicio, que se nos predican eternos e inmutables. ¿A qué seríamos reducidos, si debiera prohibírsenos todo lo que puede inducirnos al delito? Sería menester privar al hombre del uso de sus sentidos. Por un motivo que impulsa a los hombres a cometer un verdadero delito, hay miles que lo impelen a realizar aquellas acciones indiferentes que las malas leyes llaman delitos; y si la probabilidad de los delitos es proporcional al número de los motivos, ampliar la esfera de los delitos es acrecentar la probabilidad de cometerlos. La mayor parte de las leyes no son más que privilegios, es decir, el tributo de todos a la comodidad de unos pocos.

¿Queréis prevenir los delitos? Haced que las leyes sean claras, simples, y que toda la fuerza de la nación se concentre en defenderlas y ninguna parte de la misma se emplee en destruirlas. {Haced que las leyes favorezcan menos a las clases de los hombres que a los hombres mismos.} Haced que los hombres las teman, y las teman sólo a ellas. El temor de las leyes es saludable, pero el de hombre a hombre es fatal y facundo en delitos. Los esclavos son más voluptuosos, más desenfrenados, mas crueles que los hombres libres. Éstos meditan sobre las ciencias, sobre los intereses de la nación, ven grandes objetos y los imitan; pero aquéllos, contentos con el momento presente, buscan en el estrépito del libertinaje una distracción del anonadamiento en que se hallan; habituados al incierto resultado de cada cosa, se hace problemático para ellos el éxito de sus delitos, en beneficio de la pasión que los determina. Si la incertidumbre de las leyes recae sobre una nación indolente y estupidez. Si recae en una nación voluptuosa, pero activa, la misma desperdiciará tal actividad en un número infinito de pequeñas cábalas e intrigas, que difunden la desconfianza en los corazones, y hacen de la traición y del disimulo la base de la prudencia. Si recae en una nación valerosa y fuerte, la incertidumbre de las leyes termina por ser suprimida, no sin antes dar lugar a muchas oscilaciones de la libertad a la esclavitud, y de la esclavitud a la libertad. Ω

Beccaria

Capítulo primero

Motivo de este comentario[2]

Estaba yo lleno de la idea de la lectura del librito De los Delitos y de las Penas, que en punto a moral es lo mismo que los pocos remedios que podrían aliviar nuestras dolencias, en punto a la medicina. Me lisonjeaba que esta obra  dulcificaría la barbarie que subsiste aún en la legislacion de tantas naciones; esperaba que el género humano llegaría a reformarse, cuando llegó a mi noticia, el que se acababa de ahorcar en una provincia, una joven de diez y ocho años, hermosa y graciosa, que tenía mucho talento, y que era de una familia muy honrada.

Su delito fue, el de dejarse hacer una criatura. Cuanto mayor era el de haber abandonado el fruto de su amor. Esta joven desgraciada, huyendo del techo paterno, fue asaltada por los dolores del parto: parió sola y sin socorro al lado de una fuente. La vergüenza , que en el bello sexo es una pasion violenta, la dio la fuerza de volver a la casa de su padre, y de ocultar su estado. Habiendo dejado expuesta a su criatura, se la encontró muerta al dia siguiente; la madre siendo descubierta, fue condenada a la horca, y se ejecutó la sentencia.

La primera falta de esta joven hubiera debido, o ser ocultada en el secreto de una familia, o ser protegida por las leyes; porque solo al seductor toca el reparar el mal que él mismo ha hecho; porque la debilidad tiene un derecho a esta indulgencia; porque todo habla a favor de una joven cuyo embarazo oculto la pone a cada momento en peligro de muerte; que este embarazo, conocido, echa una indeleble sobre su reputacion, y que la dificultad de criar su criatura, es una desgracia de más.

¿Pero porque una criatura haya muerto, es esta una razon para que muera la madre? Ella no le había matado; y se había lisonjeado de que algun pasajero tendría piedad de esta criatura inocente: tambien podía tener el designio de volver a buscarla, y procurarla los socorros necesarios. Este es un sentimiento tan natural que debemos atribuirle al corazon de una madre. La ley contra la hija es positiva en la provincia de que hablo: ¿pero no es esta ley injusta inhumana y perniciosa? Injusta porque no sabe distinguir entre aquella que mata a su criatura y la que la abandona: inhumana, pues que hace perecer cruelmente una desgracia, que no tiene mas culpa que la de su anhelo por ocultar su desgracia: perniciosa, porque arrebata a la sociedad una ciudadania que debía de dar otros ciudadanos al Estado, en una provincia que se queja de su poca poblacion.

La caridad no ha establecido aun en este pais ninguna casa de socorros, en la que los desamparados sean alimentados. En donde falta la caridad, la ley es siempre cruel. Mucho mas valdría el impedir estas desgracias, que son bastante comunes, que el castigarlas. La verdadera jurisprudencia es la de impedir los delitos, y no la de dar la muerte a un sexo débil cuando es evidente el que su culpa no ha sido acompañada de ninguna malicia, y que al contrario, le ha costado bastante caro.

Asegurad, lo mejor que podáis, un recurso para los que se conduzcan mal, y tendréis menos que castigar. Ω

Voltaire

 

 


[1] BECCCARIA, Cesare. De los delitos y de las penas. Trotta. Madrid. 2011. 263-265.

[2] Tomado de BECCARIA, Cesare. Tratado de los delitos y de las penas. Francia. Casa de Rosa. Francia. 1822, 243-246.