Una visita a Gilberto1

Vicente Leñero

Guiados por Juan Rivero Legarreta, abogado del despacho de Adolfo Aguilar y Quevedo, el periodista Óscar Hinojosa y el autor de este libro visitamos el Reclusorio Oriente a media mañana del jueves 7 de junio de 1984. Aunque ya para esas fechas era el despacho de Enrique Fuentes León el encargado de la defensa de Gilberto Flores Alavez[1], los abogados de Aguilar y Quevedo seguían considerando el caso como algo propio. Al menos así lo sentía Juan Rivero luego de cinco años y medio de estar consagrado al estudio del asunto y vivir convencido de la inocencia de Gilberto:

Sí, definitivamente lo creo inocente — decía Rivero mientras a bordo de su Volkswagen blanco viajábamos por los rumbos de Iztapalapa, ya para llegar al Reclusorio Oriente.

Tanto a Rivero como a Aguilar y Quevedo les pesaba obviamente haber quedado fuera de la jugada, pero entendían y hasta parecían disculpar la actitud de Flores Izquierdo: era semejante al gesto desesperado con que un manager de béisbol manda batear en la novena entrada a un emergente mañoso para tratar de ganar por jonrón un juego perdido. Con las mañas de Fuentes León, Flores Izquierdo pretendía conseguir a última hora el fallo absolutorio que no logró en cinco años Aguilar y Quevedo.

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Fuimos niños

Fuimos
niños náufragos
de algo.
Adolescentes
náufragos.
Pero ahora las banderas
las izamos nosotros
y movemos
nosotros
los timones.
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