Discurso de Malala Yousafzai en la entrega del Premio Sajarov 2013

Traigo tacones altos para que puedan verme mejor.

Bismi-Llahir-Rahmanir-Rahim —en el nombre de Dios, el más benévolo, el más misericordioso— me gustaría comenzar con una cita del gran filósofo francés Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo.”

Señor Martin Schultz, presidente del Parlamento Europeo; respetados miembros del Parlamento Europeo; respetado Gobernador de Punjab, Pakistán, Mr. Mohammad Sarwar; honorable Embajador de Pakistán ante la Unión Europea, Sr. Munawar Saeed Bhatti, y ganadores del premio Sájarov; queridos hermanos y hermanas:

Es un gran honor para mí estar aquí en este importante evento .

El Premio Sajarov a la libertad de conciencia es un prestigiado premio que ahora se me entrega. Este premio me da ánimos para continuar con mi causa, y me siento verdaderamente honrada cuando miro la lista de galardonados anteriores: personas sorprendentes y muy merecedoras del premio como Nelson Mandela, Aung San Suu Kyi y Kofi Annan. Y también me siento muy feliz de haber sido unánimemente nominada y elegida para este premio. Dedico este prestigioso premio a los héroes anónimos de Pakistán y a la gente de todo el mundo que lucha por sus derechos humanos básicos.

La Unión Europea, esta gran unión de países, es un grandioso ejemplo de unión y unidad. Tengo la esperanza de que el Parlamento Europeo mire más allá de Europa a los países aquejados por personas que todavía se ven privadas de sus derechos básicos, donde se suprime la libertad de pensamiento, y la libertad de expresión se encuentra encadenada. Muchos niños no tienen alimentos que comer ni agua que beber, y estos niños están hambrientos de educación. Es alarmante que 57 millones de niños estén privados de la educación: ellos no pueden ir a la escuela. Esto debe sacudir nuestras conciencias.

Es difícil imaginar un mundo sin educación. Queridos hermanos y hermanas, muchas niñas están sufriendo por los matrimonios forzados y el tráfico de niños. Ellas no pueden ir a la escuela. Hay violencia, pero aún hay esperanza.

Hay muchos obstáculos en su camino hacia el éxito. Están abandonados simplemente porque no tienen dinero, son pobres. Hay pobreza, pero aún hay esperanza.

Las niñas han sido víctimas de la violencia y los abusos sexuales y están confinadas dentro de las cuatro paredes de sus casas. No hay libertad, pero aún hay esperanza.

A causa del terrorismo, cientos de escuelas han sido destruidas y los niños no tienen acceso a la educación. Hay miedo, hay terrorismo, pero todavía hay esperanza.

¿Y saben por qué? Queridos hermanos y hermanas, hay esperanza porque todos estamos aquí juntos, unidos para ayudar a estos niños inocentes para salir del atolladero de estos problemas. Estamos aquí para hablar en nombre de ellos. Estamos aquí para tomar acciones.

Queridos hermanos y hermanas, además de esto también es necesario un cambio en nuestra ideología. Vamos a cambiar la ideología de ser poderoso. Un país poderoso no ha de ser juzgado por el número de sus soldados y su armada; por el contrario, debemos mirar qué país tiene la mayor tasa de alfabetización, qué país tiene la población mejor educada, qué país ha proporcionado los derechos básicos a sus ciudadanos, qué país ha facilitado condiciones iguales entre hombres y mujeres.

El país con gente talentosa, ingeniosa y educada es la superpotencia real, no el país con toneladas de soldados y armas. Vamos a cambiar nuestro concepto.

Queridos hermanos y hermanas, quisiera instar a los países europeos a apoyar a los países que sufren, especialmente en Asia y particularmente a Pakistán, porque Pakistán necesita ayuda en la educación, el comercio y el desarrollo. Un joven educado y empleado será capaz de moldear y transformar el futuro de Pakistán.

Como ser humano, creo que para la supervivencia de todo el mundo los más aptos tienen que luchar por la supervivencia de los débiles. Si dejamos a millones detrás, nunca podremos tener éxito y nunca sobreviviremos, incluso si somos los más aptos.

Tengo la esperanza de que a través de nuestra unidad y determinación podemos alcanzar nuestras metas y ayudar a los 57 millones de niños que están esperando por nosotros. Y estos niños no quieren un iPhone, un Xbox, un PlayStation o chocolates: lo que quieren es un libro y una pluma.

Muchas gracias.