Cristóbal Colón: mitos y misterios1

Alex Kerner[2]

“Cristóbal Colón descubrió América”. Recitamos esta oración como un mantra casi desde el momento en que tenemos conciencia. Y no obstante que el hecho que “Cristóbal Colón descubrió América” es considerado como uno de los axiomas de la historia humana, ni una palabra en esta oración es correcta.

¿Fue Colón el primero en llegar a América? No. Navegantes nórdicos lo habían hecho ya en el siglo décimo e inclusive establecieron un pequeño asentamiento (que no perduró) probablemente en lo que hoy es la costa de Newfoundland (Canadá).

¿Fue su travesía del Atlántico el más largo viaje marítimo de su día? No. Los exploradores portugueses que rodearon el Cabo de Buena Esperanza en 1488 se alejaron del refugio de las costas por períodos mucho más prolongados y sus viajes fueron más arriesgados.

Hay quienes mantienen que el heroísmo de Colón reside en el hecho de que navegó hacia lo desconocido. Pero esto también es incorrecto. Al zarpar de Palos de la Frontera, el 3 de Agosto de 1492, Colón sabía exactamente a dónde quería llegar: al extremo oriental de Asia, y hasta el día de su muerte seguía convencido que no un Mundo Nuevo era lo que había descubierto, sino una cadena de islas vecinas a las costas de la China, que le previnieron llegar a su anhelado destino. Como es bien sabido, Américo Vespucio fue el que comprendió que de lo que se trataba era de un continente desconocido, y efectivamente es en su honor que el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller lo nombró en 1507.

Y es más. Contrariamente al mito popular, Colón no descubrió que el planeta Tierra es esférico. Este axioma era de conocimiento común ya desde la edad antigua. Fuera de representaciones alegóricas y artísticas no había nadie que realmente creyera que el mundo era plano y que se apoyaba sobre cuatro elefantes gigantes parados sobre el caparazón de una tortuga todavía más gigante.

Si alguien estaba equivocado, ese era Colón. Según sus cálculos, siguiendo la errónea teoría de Tolomeo, la circunferencia del planeta Tierra no sobrepasaría los 25,000 kilómetros. Basándose en el diario de viaje de Marco Polo, Colón estaba convencido de que Asia se extendía hacia el oriente mucho más de lo que ocurre en la realidad. Y así, llegó Colón a la conclusión que la distancia que tendría que cruzar para llegar de Europa a Asia no sería de más de 3,700 kilómetros, una distancia absolutamente viable para los navegantes y sus naves en el siglo XV. La realidad es diferente. Como fue correctamente indicado por los astrónomos y geógrafos en las cortes de los reyes de Portugal y de España, que ridiculizaron el proyecto colombino, la circunferencia de la Tierra es aproximadamente de 40,000 kilómetros, el doble de lo que calculó Colón, y Asia no se acerca tanto a Europa como dedujo Colón de los escritos de Marco Polo: la distancia hacia el oeste entre España y el Japón es de 20,000 kilómetros. De no encontrarse América, por pura casualidad, exactamente a la distancia que según los cálculos de Colón se debería encontrar Asia, las tres carabelas, Colón y su tripulación de aproximadamente 90 personas hubiesen desaparecido en altamar.

A los mitos relacionados a Colón se les agregan no pocos misterios. Incluso sobre el origen del gran descubridor hay dudas y cuestionamientos. Los hechos más seguros son que nació como Christoffa Corombo en Génova, Italia en 1451, y que fue hijo de una familia de comerciantes y fabricantes de textiles y de quesos. El resto es un misterio y de tanto en tanto surgen nuevas versiones sobre sus raíces. Una de las más populares es la promulgada por el gran escritor español Salvador de Madariaga, que en su “Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón” (publicado en los años cuarenta del siglo anterior) demuestra que la familia Corombo era una de cristianos nuevos, es decir, marrana.[3] Como muchas familias judías, explica Madariaga, la familia de Colón emigró de España, probablemente Cataluña, a Italia luego de una serie de pogromos antijudíos a fines del siglo XIV, eventualmente convirtiéndose al cristianismo para integrarse de un modo eficaz a la sociedad local.

Esto es lo que, según Madariaga, explica el hecho que Colón decide volver a España, su madre patria, para promover su proyecto, y que allí se pone en contacto más que nada con cristianos nuevos y con judíos para financiar y para lograr el permiso real para llevar a cabo su programa. Conociendo la realidad de la corte de los reyes católicos a fines del siglo XV, una realidad en la cual había una presencia notable de conversos en posiciones de influencia en torno a los monarcas, Colón decide tomar ventaja de sus orígenes judíos para conseguir el apoyo necesario

Pero no debemos olvidar que antes de dirigirse a los reyes católicos, Colón se dirigió al rey de Portugal. La principal conclusión de una investigación desarrollada por Fernando Branco, y recientemente publicada en Lisboa bajo el título “Cristóvao Colón, noble portugués”, sitúa los orígenes de Cristóbal Colón en Portugal, e incluso apunta el nombre de la que sería su verdadera identidad: la del noble luso Pedro Ataíde, que en cierto momento desertó al monarca portugués y juró lealtad a la reina Castellana y a su marido aragonés. Algunos historiadores lusos sostienen que el tal Ataíde se puso al servicio de João II, el rey portugués de la época, y que su misión no era otra que la de distraer a los reyes católicos de España con proyectos irrealizables para que estos no perturbaran a Portugal en su búsqueda de una vía marítima a la India, fuente de especies y riquezas esenciales para la economía europea. Ataíde, según Branco, cambiaría su nombre a Cristóbal Colón por razones de seguridad.

Pero si la tesis de Pedro Ataíde nos hace levantar las cejas con una medida de escepticismo, no hay tesis más ridícula que la que sostiene que, en realidad, Colón era un nativo del Nuevo Mundo, que cumpliendo con una misión cuasimesiánica viajó a Europa para enseñarle a los europeos el camino a América y así unificar a todos los continentes del mundo.

Una personalidad como la de Colón es propensa a la proposición de teorías de todo tipo, y casi no hay nación europea que no haya engendrado en uno u otro momento teorías que adjudicaban a Colón su nacionalidad. Colón, simplemente genovés, es sin duda la más seria de las teorías, o al menos la más basada en hechos.

Con tantos mitos, leyendas y misterios, la imagen que emerge de Colón no es la idealizada con la que nos lo presentaron en la escuela primaria. No obstante, seguimos considerando a Colón como a una de las grandes personalidades del renacimiento

¿Por qué? La singularidad de Colón reside en el hecho de que a raíz de su viaje se suscitaron muchos viajes más, que al cabo de dos siglos unieron a todas las partes del mundo, así dando luz a lo que hoy en día llamamos la “Aldea Global”. El proyecto colombino puso en contacto zonas geográficas, especies de flora, de fauna, y más que nada, especies humanas diversas, sembrando así las semillas de la globalización. A pesar de todas las objeciones, Colón, en gran medida, fue un importante protagonista en la creación del mundo en el que vivimos hoy en día. Ω

 


[1] Tomado de http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Destacadas/46008/

[2] Investigador del Departamento de Historia de la Universidad de Haifa, profesor de Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Hebrea en Jerusalén y del programa interdisciplinario de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Tel Aviv. Su campo de especialización es la era de los descubrimientos.

[3] En esa época se llamaba “marranos” a los judíos convertidos al catolicismo. (Nota del editor.)