El insólito caso de las mujeres marroquíes

Una guapa muchacha morena, sonriente, maquillada con coquetería, luciendo una hermosa cabellera ensortijada, me solicitó que le mostrara el pasaporte. No correspondía a la imagen de las mujeres islámicas con el cabello o el rostro cubiertos, la expresión nublada y la prohibición de mantener el más mínimo contacto con cualquier varón que no sea su cónyuge o su pariente.

Ya en la calle, circulando rumbo al hotel, vi con agrado los carteles espectaculares en los que aparecían bellas modelos anunciando algún producto. Después observé mujeres con velo y mujeres sin velo. Lo importante es que la ley no las obliga a usarlo. En la Universidad Mohammed V de Rabat me encontré con profesoras y alumnas alegres, desenfadadas, atentas a la conferencia del rector de la UNAM, doctor Enrique Graue, quien viajó a Marruecos a firmar el acuerdo para la instauración de la cátedra Derechos humanos e igualdad de género.

            Diversas interpretaciones del Corán han mantenido a las mujeres de los países musulmanes en una situación tremendamente desventajosa. Se les prohíbe mostrar la cara en la calle, acceder a la educación superior, trabajar fuera de su casa, acudir a lugares públicos, fumar, manejar o relacionarse con varones que no pertenezcan a su círculo familiar (así se trate de un ginecólogo). Viven encerradas en una prisión sin rejas físicas, pero con barrotes aún más opresivos.

            En Marruecos la condición de la mujer es distinta. El Corán ha sido interpretado de una manera mucho más liberal y flexible. Las mujeres ocupan 20% de los escaños en el Parlamento y han empezado a desempeñar cargos municipales a partir de que la abogada Fátima Zahra Mansouri fue elegida alcaldesa de Marrakech en 2009. Desde 2004 se les ha reconocido el derecho a pedir el divorcio, a la custodia de los hijos y a la propiedad inmobiliaria, aunque los jueces, anclados en un conservadurismo sexista, suelen interpretar la ley de manera desfavorable a sus intereses.

            Las mujeres representan hoy una tercera parte de la población económicamente activa —¡hay incluso aviadoras!— y han formado sindicatos industriales, cooperativas agrícolas y colectivos de artesanas. En esos avances han jugado un papel de primera importancia el Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y el rey Mohammed VI. A la muerte de su padre, el monarca despidió, indemnizándolas, a las mujeres del harén paterno y eligió una sola esposa, Lalla Salma, ingeniera informática de notable belleza.

            Un asunto que suscita una apasionada polémica es el de la herencia. En las sociedades musulmanas los hombres heredan el doble que las mujeres. Esa desigualdad ha sido combatida por el CNDH, pero una parte importante de la sociedad considera que el punto no es revisable porque se trata de un mandamiento del Corán. Ya que los hombres tienen bajo su tutela a las mujeres y son los responsables de los aspectos económicos y de cuidar que nada les falte a ellas, el libro sagrado señala que les corresponde el doble de la herencia. El partido islamista Justicia y Desarrollo, vencedor en las recientes elecciones legislativas, se opone a que eso cambie e intenta poner a la sociedad contra el CNDH acusando a sus integrantes de no ser musulmanes.

            Las mujeres marroquíes tienen aún un largo trecho que recorrer en la lucha por sus derechos, pero lo logrado es asombroso en un país donde 99% de la población es musulmana (el uno por ciento restante es judía o cristiana). En otros temas, en cambio, la intolerancia religiosa sigue imponiéndose sin resquicios. La ley condena las relaciones sexuales extramaritales y la homosexualidad. Aunque a los homosexuales no se les condena a muerte como en otros países islámicos, se les aplica pena de prisión. Ahora mismo están sometidas a proceso un par de muchachas adolescentes que se besaron en público.

            En ese contexto, imaginemos el impacto que tendrá la cátedra Derechos humanos e igualdad de género, que lleva los nombres de dos notables profesoras feministas: la mexicana Graciela Hierro y la marroquí Fátima Mernissi, quien es autora de una obra cuya influencia en su país es formidable: abogó por una reinterpretación del islam para restaurar los derechos de las mujeres.