Evangelio de Evangelina1

Para quitar manchas lo mejor es la sangre de Cristo.
Dios mío, ayúdame a lavar esta olla que ya viene la patrona.
El otro día me dijo que me iba a dar carne envenenada, porque todos los sirvientes somos ratas.
Dios mío: por qué me hiciste a mí sirvienta y a ella señora, en vez de haber hecho lo contrario.
No lo pensaste a tiempo, lo comprendo; debes estar arrepentido. Te perdono.
Yo no hubiera sido capaz de amenazarla a ella con darle veneno; se lo hubiera dado sin anunciarle nada.
Tu doctrina “Amaos los unos a los otros” nunca se podrá poner en práctica por ser contraria a la naturaleza humana.
En mi tempestuoso vaso de agua se levantan nuevas preguntas. Espero de tus respuestas la consolación para mí, ya que has consolado bastante a la señora. Y Tú eres el Consolador.
Mi señora tiene un consolador, pero no me lo deja ver.
Si quieres consolarme, oh Señor, prepárales un lugar en el Infierno a los señores. Si no haces eso, no me sentiré consolada.
Soy de la clase de los sirvientes, pero me dirijo a Ti porque Tú dijiste “Ayúdate que yo te ayudaré”,
y quiero ayudarte a ser justo, ¡Oh Señor!
Yo soy Evangelina, tu sierva. Desde pequeña me llevaron a trabajar en casas de señores. He fregado los pisos, limpiado los baños lavado y planchado la ropa, verificado los calzoncillos del señor. De todo doy testimonio en esta casa. Arrojaron los leños de tu cruz al infiernillo de la chimenea.
Mi primo trabaja en un taller. Trabajaba, porque lo echaron por no pagarle las prestaciones sociales.
Mi tía trabajaba en un hotel, pero se murió en el Seguro Social, porque la operaron de la vesícula en vez de hacerle la apendicectomía.
A mi papá lo mataron en un café, por haberlo confundido con otro.
A mi único hermano se lo llevaron para el cuartel, y él mismo se fusiló.
De modo que he venido a quedar sola en tus manos, Señor, pero no sé si estoy segura. Dicen que Dios se burla de los hombres. Oh Dios, ¿por qué te burlas?
Aquél que dijo “No matarás”, perdió su santo tiempo en vano, pues Él fue el primero que pereció por causa de sus palabras.
Si uno quiere saber para dónde va, no debe olvidar de dónde viene. Yo vengo de una casita pobre y humilde, pero si me lo permites, oh Señor, podría ayudar a hacer el aseo en el Cielo. También podría dar de comer el maíz a las estrellas.
Sé que Herodes hizo ahogar miles de niños metiéndoles la cabeza en bolsas de plástico, pero Tú te salvaste porque lo uno y lo otro así estaban programados.
Yo voy viviendo y olvidando, porque si no olvidara me volvería resentida y podría ahogar niños en la alberca. Claro que Herodes no lo hizo por sí mismo, sino que lo mandó hacer. Los señores dicen: no hagas por ti mismo lo que puedan hacer los demás.
He leído libros, Señor, a escondidas, y por eso sé que hay lo que se llama Estética, que consiste en decir las cosas como les gusta a los patrones. Y todo lo que provenga de los pobres es antiestético, por ejemplo el hambre y la poesía revolucionaria.
Yo podría ser graduada en Ética y en Estética, Señor, pero los patrones dicen que la Dietética es más importante.
La señora está estudiando Dietética y yo he rebajado cinco kilos. Gracias a Ti que a la señora no le ha dado por estudiar osteología.
Yo sé muchas cosas, Señor, pero no me está permitido decirlas.
En mi vigésimo primer cumpleaños, siendo alcalde mayor de Bogotá Augusto Ramírez Ocampo, he aquí que se abrieron las escuelas nocturnas y una gran luz iluminó mi esperanza. Pero después vinieron el racionamiento y las huelgas, y la vida se puso tan cara que tuvimos que economizar.
En aquellos tiempos, te acuerdas, Señor, a los esclavos se les llamaba esclavos y sus dueños tenían la obligación de responder por ellos, incluso la obligación de responder por sus almas ante Ti.
Pero ahora a los esclavos se les llama “libres”, y de ese modo se agregó a su trabajo la responsabilidad de sí mismos. O mejor dicho, Señor, para que me entiendas, estratagema fue de los señores para librarse de sus esclavos, mas conservando su trabajo y aumentando el rendimiento.
Ahora todos somos señores, Señor, y así se dice: tal señor descansó en el Señor, y por ese aviso sabemos que se trata de algún predestinado, acerca del cual los periódicos no tienen ninguna duda.
Entre los mercaderes del Templo había sacerdotes, ciertamente, y los ha habido siempre. Y ellos han vendido hasta palcos en tu Gloria.
Qué palabra tan chocante, la gloria. Hoy en día ni los astronautas tienen gloria. Simplemente tienen trabajo. No creo que Tú puedas disfrutar de Gloria, puesto que es de tu esencia el ser indiferente.
Sólo el hombre es apasionado, pero lo que más apasiona a los hombres no existe: la justicia, la libertad, el amor.
Sé que hablo, Señor. Mi ama me dice “Salomona”. Otras veces me dice “Acémila”, para que no le entienda, pero le entiendo y le contesto con mi sonrisa de burra. Y ella cree que le agradezco el cumplido.
Siento mucho que no haya Cielo, Señor, porque algunas personas mereceríamos ir allá. Pero siento mucho más que no haya Infierno, porque tenía esta lista para darte.
El cielo apuesta sus estrellas en el sombrero de la noche: el cielo una metáfora; Tú, Señor, metáfora. Yo metáfora de carne y hueso. Dolida metáfora. ¿Dónde pongo esta estrella que me está quemando los dedos?
Soy Evangelina. Ya te dije. Cuido los niños, preparo la comida, saco al perro, riego el jardín, contesto el teléfono. Desgraciadamente soy feliz.
El jardín, como todos comprenden, es muy delicado porque en él habitan las mariposas y los tulipanes.
El Señor en su televisor está viendo las escenas de la guerra con una copa de brandy, pero yo en el televisor de la cocina tengo sintonizado un encuentro deportivo. No me gusta la guerra. Podrían caer bombas en el jardín.
Esto nos lleva a hablar de la paz. En la paz el afán del trabajo, las revoluciones artísticas, las discusiones interminables acerca de La Función Social de los Pobres en la Economía de Postguerra. El problema de los pobres y los ricos ha sido siempre un gran problema. Y tan fácil que se podría solucionar: bastaría con que no hubiese pobres ni ricos.
Por respuestas así es que mi ama me llama “Salomona”, pero como yo no pude estudiar tuve que dedicarme a la ciencia infusa.
Y ésta la conclusión: el arte puede esperar. Los pobres no pueden esperar.
He dicho.

Jaime Jaramillo Escobar

[1] Tomado de: http://www.jaimejaramilloescobar.co/Poemas-de-tierra-caliente/Evangelio-de-Evangelina.html