La risa1

William Saroyan

—¿Quiere que me ría?

            Se sentía muy solo y enfermo en el aula vacía, todos los chicos ya se había ido a casa, Dan Seed, James Misippo, Dick Corcoran, todos ellos por las vías del Southern Pacific, riéndose y jugando, y esta loca idea de Miss Wissig, agobiándolo.

            —Sí.

            Los labios severos, el temblor, los ojos, qué melancolía más patética.

            —Pero no quiero reirme. Sigue leyendo

Evangelio de Evangelina1

Para quitar manchas lo mejor es la sangre de Cristo.
Dios mío, ayúdame a lavar esta olla que ya viene la patrona.
El otro día me dijo que me iba a dar carne envenenada, porque todos los sirvientes somos ratas. Sigue leyendo