La mujer que no estuvo

El automóvil en el que se trasladaba aquella mañana del 4 de junio de 2008 Fernando Martí –adolescente de 14 años, hijo del empresario Alejandro Martí– era conducido por su chofer Jorge Palma. A bordo también iba su guardaespaldas Christian Salmones.

            El vehículo fue detenido en un falso retén policiaco, a la entrada de Ciudad Universitaria, en la Ciudad de México. Se les indicó que bajaran para revisar el coche. El chofer fue asesinado. El guardaespaldas salvó la vida milagrosamente: se intentó estrangularlo, pero el intento cesó al considerar el estrangulador que ya lo había matado. A Fernando Martí se lo llevaron. Exigieron como rescate una suma altísima.

            En su primera declaración, el sobreviviente Salmones dijo que el retén estaba formado por unos 35 sujetos y que quien les marcó el alto fue una mujer güera de la que no podría hacer un retrato hablado (era muy temprano y estaba muy oscuro). Posteriormente redujo la cifra a 10 o 15 sujetos, y expresó que un hombre fue quien les hizo la señal de detenerse. El 31 de julio se encontró el cadáver de Fernando Martí en la cajuela de un coche reportado como robado.

            Lorena González desempeñaba labores administrativas en la Policía Federal. El día del secuestro de Fernando Martí regresaba con su esposo de unas vacaciones en Acapulco. Un día antes había retirado dinero de un banco HSBC en esa ciudad. Conservaba la ficha de retiro. No obstante, el 5 de septiembre fue detenida por el comandante Telésforo Tuxpan. (¿Lo recuerdan? Es uno de los miserables que armó la falsa acusación contra Paola Durante y coacusados por el homicidio de Paco Stanley). Salmones la había reconocido en una fotografía. La Procuraduría del Distrito Federal –cuyo titular era Miguel Ángel Mancera, hoy aspirante a la presidencia de la República– la vinculaba con El Apá, expolicía al que una llamada anónima señalaba como el autor del plagio.

            Posteriormente se capturó a Noé Robles, sicario de la banda de La Flor o Los Petriciolet, quien confesó, el 17 de julio de 2009, que él era el asesino de Fernando Martí. Fue también él quien trató de estrangular a Salmones. Aseguró que no conocía a Lorena González. Dos testigos relacionaron a Lorena con esa banda, pero se identificaron con sendas credenciales de elector que resultaron ser falsas y posteriormente se esfumaron.

            El 23 de septiembre de ese año se capturó a Abel Silva Petriciolet, alias El DiCaprio, jefe de la banda, quien confesó ser autor intelectual y coautor material del secuestro de Fernando Martí, y haber ordenado a Noé Robles que matara al secuestrado al recibir como pago de rescate una cantidad menor a la acordada. Sostuvo que no conocía a Lorena González.

            Los Petriciolet son responsables de más de una docena de secuestros. El padre de El DiCaprio fue integrante de la banda de Los Tiras, la cual plagió a Laura Zapata y Ernestina Sodi, hermanas de la cantante Thalía. Varios miembros de la familia –madre, tíos y sobrinos de El DiCaprio– fueron condenados por diversos secuestros.

            El defensor de Lorena González ofreció como prueba de que ella no podía haber estado en el lugar donde se llevó a cabo el secuestro las grabaciones del 4 de junio de 2008 de las casetas de la autopista México-Acapulco. Los videos fueron enviados por Caminos y Puentes Federales al juzgado, pero en ellos sólo se veían rayas y fantasmas. Inexplicablemente, el de la caseta de Tlalpan desapareció.

            El 16 de abril de 2010 terminó de descubrirse la farsa al ser capturada por la Policía Federal María Elena Ontiveros, quien aceptó ser la mujer que estuvo al frente del falso retén policiaco. Aseveró que jamás había visto a Lorena González: “Me hubiera gustado decir que no era ella, pero tenía miedo. Que me perdone por no haberlo hecho”. Sin embargo, nada cambió. Tanto Lorena como María Elena eran acusadas de ser la mujer del retén. La situación era kafkiana, pues en ese retén no había más que una mujer.

            Lorena González tuvo que esperar otros cinco años. Al fin ha quedado libre después de siete años en prisión (como Florence Cassez). Es otra de las muchas víctimas de la fabricación de culpables, esa vileza tan frecuente en nuestro país.