Qatar: futbol y derechos humanos

Por Luis de la Barreda Solórzano
24 de noviembre de 2022

“Espero visitar Qatar cuando haya cumplido con todas las promesas de derechos humanos que hizo cuando ganó el derecho a albergar la Copa del Mundo”, declaró Dua Lipa al negar que actuaría en la inauguración del campeonato Mundial de Futbol. Igualmente, Shakira rechazó la posibilidad de cantar en tal ocasión. Hoy admiro aún más a las dos estupendas y bellísimas cantantes.

No todas las figuras del espectáculo procedieron de manera similar. El gran actor Morgan Freeman pronunció en esa ceremonia un discurso de tolerancia, unión y respeto en un país donde la intolerancia, la desunión y el irrespeto dañan la vida de una parte considerable de la población. Maluma participó en el FIFA Fan Festival en la víspera, después de que cortó vergonzante y abruptamente una entrevista en la que se cuestionaba su participación.

Qatar es un muy rico y pequeño país —su población no llega a tres millones de habitantes y su superficie es menor que la de Querétaro— en el que se niega a las mujeres el derecho a tomar decisiones cruciales sobre sus propias vidas: necesitan autorización de sus tutores, varones de la familia, para casarse, estudiar o viajar al extranjero hasta cierta edad, trabajar en muchos de los empleos públicos o recibir tratamientos de salud reproductiva, incluidos los de infecciones de transmisión sexual y la profilaxis posterior a una exposición al VIH. Para tener acceso a esos tratamientos, además, debe presentarse el certificado de matrimonio.

El delito de zina —acto sexual de una persona casada realizado fuera de matrimonio, por el que se castiga, con fundamento en la ley de la sharía, solamente a los musulmanes— es punible con la muerte. La pena para los no musulmanes es de hasta siete años de prisión. A los solteros que tienen relaciones sexuales se les inflige flagelación.

La denuncia de violación presentada por una mujer llega a considerarse confesión del delito de coito extramarital. Las autoridades descreen de la versión de las mujeres. Les basta para desestimarlas con que el varón denunciado afirme que la cópula fue consentida. Cualquier indicio de que la mujer lo conocía basta para condenarla. Es el caso de la mexicana Paola Schietekat, procesada por denunciar que fue violada.

Instigar a un varón a un acto de sodomía o inmoralidad se sanciona hasta con tres años de cárcel. Un embajador de la Copa Mundial declaró que la homosexualidad es una desviación mental y que los homosexuales podrían asistir a los partidos siempre y cuando no se dieran muestras de afecto.

Como Qatar carecía de la infraestructura indispensable para el magno torneo —estadios, ampliación del aeropuerto y del metro, hoteles—, se contrató a una gran cantidad de trabajadores migrantes que fueron víctimas de múltiples abusos: hacinamiento, falta de higiene y de seguridad en las habitaciones; retención del pasaporte; amenazas de deducciones en el pago o de entrega a la policía para expulsión del país en caso de negarse a jornadas excesivas. Las cifras de trabajadores muertos que se han dado a conocer son muy distintas. The Guardian calcula que fueron 6,500.

El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, sentenció que las críticas europeas al régimen catarí son hipócritas: deberíamos pedir perdón —dijo— por los últimos 3,000 años antes de dar lecciones morales. Pero Infantino sabe que no se puede cambiar el pasado. Ningún país está libre de culpa, pero no es útil el arrepentimiento por los abusos de generaciones anteriores. Lo primordial es que esos abusos, que la honestidad obliga a reconocer, no se perpetúen o se repitan. Las violaciones a derechos humanos que ocurren hoy hay que denunciarlas y combatirlas hoy, sin que para hacerlo nos detenga el recuerdo de las culpas de nuestros antepasados. Al contrario: la rememoración debe ser incentivo para abatirlas.

Disfruto del Mundial y admiro las actitudes de la Selección Australiana, que pidió al gobierno catarí que despenalice las relaciones homosexuales; de la Selección Inglesa, cuyos jugadores pusieron una rodilla en tierra antes de su primer partido como gesto de denuncia de las violaciones a los derechos humanos en el país sede, y de los jugadores iraníes, que se abstuvieron de cantar su himno nacional en solidaridad con las mujeres reprimidas por la dictadura de ayatolas que los gobierna.

Fuente:
https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/qatar-futbol-y-derechos-humanos/1554465
(29/11/22)