Retos de Sísifo:
empecemos no creyéndoles
a las víctimas1

Carol Tavris[2]
Skeptic Magazine, vol. 24, No. 2, 2019

Hace poco recibí un mensaje de un  colega, en el que me pedía que firmara una petición a change.org para protestar por la donación de $400,000 [cuatrocientos mil dólares] entregada por el Departamento de Justicia del gobierno de Estados Unidos a la campaña Empecemos creyéndoles. Yo no sabía de aquella donación ni sobre esa campaña, que fue lanzada por un grupo llamado Acabemos con la Violencia contra las Mujeres Internacional, una “propuesta global para cambiar la manera en que respondemos a los ataques sexuales”. ¿Y cómo [según dicha propuesta] tenemos que responder a los ataques sexuales]? Debemos [según ellos] “empezar creyéndoles” a las víctimas, quienes deben ser llamadas “víctimas” y no “denunciantes” o “acusadores”.

            En Estados Unidos, la campaña Acabemos con la Violencia contra las Mujeres forma parte de un esfuerzo de las universidades y tribunales para promover las “investigaciones policiales centradas en la víctima”. Las directrices de la campaña recomiendan a los policías investigadores, entre otras medidas, empezar con la “presunción inicial” de que el acusado es culpable, buscar cualquier información que “corrobore la versión de la víctima” y asegurarse de que el relato de la víctima “no tenga la apariencia de una experiencia sexual consentida”.[3]

            El año pasado, decenas de eminentes profesores de derecho, incluso muchos que habían participado en el Proyecto Inocencia[4], suscribieron una carta abierta en la que protestaron contra la peligrosa desviación introducida por la sola idea de investigaciones policiales que comiencen manipulando pruebas en favor de quien acusa[5]. Aunque esta parecería la mejor medida para contrarrestar el antiguo legado de investigaciones que comenzaban con la desviación de favorecer a los fiscales, especialmente en casos de hombres y mujeres de raza negra que habían sido violados, está condenada al fracaso porque crea sus propias formas de injusticia. La carta abierta incluía una cita del juez de distrito F. Dennis Saylor, quien escribió que en un proceso judicial no podemos suponer automáticamente que alguien es “víctima” porque «el que alguien sea “víctima” es una conclusión a que debe llegarse al final de un juicio justo, y no una suposición que deba hacerse al principio». Una investigación policial no es un asunto de “creer” o “no creer” en la acusación; la justicia necesita tomar en cuenta las pruebas. Y esta necesidad es especialmente imperativa cuando la opinión y la emoción públicas pesan fuertemente en favor de una de las partes.

            No hace mucho, el editor de esta revista[6] me sugirió que escribiera un artículo sobre Jussie Smollet[7]. Dijo: Es un problema desconcertante el motivo por el que una persona puede declarar falsamente que fue atacado o que fue víctima de un crimen de odio hasta que tomamos en cuenta las irracionales fuerzas sociales y psicológicas que entran en juego. “El periodista Andy Ngo ha reunido muchos ejemplos de casos como estos. ¿Los propicia la cultura de la victimización? ¿El deseo de atención? ¿El apoyo de los grupos de víctimas? ¿La búsqueda de dinero o fama?” Todo ello, digo; y todas esas fuerzas, infortunadamente, son racionales, al menos en términos de sus motivos y recompensas. Y cuando reflexiono sobre la controvertida inmersión de Smollett en la cultura de la victimización, demandando la calidad de víctima y la simpatía que de ello se deriva, una gran tragedia pone a las palabras “víctima” y “crímenes de odio” en perspectiva. Con el lamentable asesinato de 50 hombres, mujeres y niños perpetrado por supremacistas blancos en Nueva Zelanda, podríamos ser perdonados por pensar: “¿Y qué importa lo que hizo Jussie?”.

            Los crímenes de odio ciertos superan en millones a los falsos en todo el mundo, pero la historia de Jussie Smollett plantea la importancia de investigar todas las denuncias, incluida la de Smollett y cualesquiera otras que nos inclinemos a creer sin reflexión crítica o sin esperar pruebas. El resultado de la rigidez mental es la proliferación de “defensores de víctimas” que no pueden concebir que algunas mujeres, como algunos hombres, pueden ser venales, egoístas, cometer errores y equivocarse completamente en sus acusaciones causadas por cualesquiera motivos humanos. Dichos defensores pueden reconocer, de mala gana, que ocasionalmente ocurren acusaciones falsas, pero dirán que son tan raras como los dientes de gallina. (Se necesitaría otro artículo para explicar cómo estos defensores suelen manipular los datos sobre la rareza de las falsas denuncias). ¿Y qué —dicen— si unas pocas personas inocentes son condenadas injustamente, pierden sus trabajos y quedan marcadas de por vida como delincuentes sexuales? ¿Y qué si unos pocos excéntricos venales o ansiosos de fama mienten o recuerdan mal al hacer acusaciones? Es mucho más importante atrapar a los verdaderos canallas, a los sujetos que se han salido con la suya durante años con su comportamiento abominable.

            Tales argumentos son espurios. Muchas más personas son condenadas correctamente por homicidio que las que son injustamente encarceladas por el mismo delito, pero tratemos de decirles a los abogados del Proyecto Inocencia que el número de estas últimas es demasiado pequeño como para preocuparse. Como ha escrito Jeannie Suk Gersen, profesora de derecho de Harvard: Cuando la creencia fundamental es que los acusadores nunca mienten, [entonces] si uno solo de los acusadores ha mentido, queda en entredicho la estabilidad de todo el sistema de creencias, lo que hace dudar de todas las acusaciones de agresión sexual. Pero esto no es ni sensato ni necesario: que algunas pocas afirmaciones resulten ser falsas no significa que todas, la mayoría o incluso muchas sean falsas. El imperativo de actuar como si toda acusación debiera ser cierta, cuando todos sabemos que algunas no lo serán, perjudica la credibilidad general de las denuncias de agresión sexual… Es tan importante y lógicamente necesario reconocer la posibilidad de acusaciones falsas de agresión sexual como reconocer que la mayoría de las denuncias de violación son verdaderas[8].

            Precisamente, pero es mucho más fácil, mental y emocionalmente, tomar partido y mantenerlo con tenacidad que admitir la complejidad y la ambigüedad; es más fácil empezar por creer, y acomodar las pruebas a esa creencia, que empezar por no creer y buscar las mejores pruebas que confirmen y no confirmen esa creencia. Por lo tanto, los escépticos enfrentan dos desafíos —parecidos al de Sísifo— que son incluso más arduos que desacreditar las convicciones sin sentido, las teorías de conspiración, los engaños y las estafas: la necesidad constante de desenmascarar (¿debemos decir una vez más que las vacunas no causan autismo y salvan millones de vidas?, ¿realmente debemos luchar otra vez contra la caza de brujas y la persecución homosexual?) y la lucha constante por equilibrar los derechos de personas inocentes acusadas falsamente con las reclamaciones de víctimas reales.

            La crítica Amanda Petrusich describe los sentimientos encontrados que tuvo cuando vio Leaving Neverland, el convincente documental en el que dos jóvenes hablan del abuso sexual, y de la atención amorosa, que experimentaron en sus relaciones de largos años con Michael Jackson. Admite lo difícil que fue para ella mantener al mismo tiempo en la mente dos ideas contradictorias pero igualmente imperativas: que debería creerse a las víctimas, y que el acusado es inocente hasta que se pruebe lo contrario. Lo primero es tremendamente importante si deseamos proteger a los débiles de los atroces abusos de poder. Lo segundo sigue siendo el fundamento del sistema de justicia penal estadounidense. ¿Pueden coexistir estas dos ideas?[9]

            Bueno, sí, es mejor que coexistan, porque si no lo hacen, podríamos —como dice un amigo mío— “cambiar el Departamento de Justicia por el Departamento de Venganza”. Una donación a Empecemos creyéndoles nos desvía a esa dirección equivocada, y así lo hace también la mentalidad de la masa que acosa a cualquier persona que defienda —personal, pública o profesionalmente— a algún hombre acusado de agresión sexual. En Harvard —¡Harvard!—, los estudiantes protestaron contra la temeridad de Ronald S. Sullivan de sumarse al equipo de la defensa de Harvey Weinstein[10]. La calidad de Sullivan «de primer afroamericano en ser director de una de las facultades de «Harvard, Winthrop House, no lo protegió de la furia de los estudiantes. Me siento avergonzada por la escuela y sus estudiantes de que Sullivan haya tenido que explicar en una carta pública que los abogados defensores están obligados a procurar un proceso legal justo incluso a los individuos más odiados por la sociedad, dado que el gobierno siempre tiene el poder mayor. No fue suficiente. Grupos de estudiantes, incluso el comité editorial de Harvard Crimsom[11], condenaron a Sullivan, y algunos de ellos exigieron: “él debe ser destituido de su cargo como director por su decisión de convertirse en defensor de Weinstein, lo que nos hace sentirnos en peligro, y plantea un conflicto con su papel de conductor de la comunidad de Winthrop House.”

            ¿Los hace “sentirse en peligro”? Esperen. Que Dios no permita que ellos sean acusados falsamente por una turba o por un fiscal demasiado fervoroso. Veamos qué tan seguros se sienten sin un buen defensor. Y sin algunos escépticos de su lado. Ω

 

[1] Tomado de: https://www.skeptic.com/reading_room/skepticisms-sisyphean-challenges-start-by-disbelieving/ (Traducido para Perseo por José A. Aguilar Valdez) [Nota del traductor = NT]

[2] Pisicóloga social, feminista, intelectual pública y escritora estadounidense. NT.

[3] https://bit.ly/2TUR2c0

[4] Organización civil de abogados fundada en 1992 en Estados Unidos que busca evitar o corregir las acusaciones penales contra inocentes. (NT)

[5] https://bit.ly/2USN7ZU

[6] Skeptic Magazine: https://www.skeptic.com/ [NT]

[7] Popular actor estadounidense de raza negra que participó exitosamente en la serie de televisión Empire, quien denunció falsamente que había sido víctima de un crimen de odio. A principios de 2019 se descubrió que había pagado a dos hombres para que fingieran que lo asaltaban. [NT]

[8] Suk Gersen, Jeannie. 2019. “Unpopular Speech in a Cold Climate” [“Discurso impopular en un clima adverso”] The New Yorker, marzo 14. [NT]

[9] Petrusich, Amanda. «2019. A Day of Reckoning for Michael Jackson with “Leaving Neverland”» [Un día de ajuste de cuentas para Michael Jackson en “Leaving Neverland”] The New Yorker, marzo 1.

[10] El famoso director de cine que ha sido acusado por varias mujeres de abusos sexuales. [NT]

[11] Periódico de la Universidad de Harvard, dirigido totalmente por estudiantes. [NT]