Amando Lázaro Ros
La aventura más emocionante de Sherlock Holmes debió de ser la de verse suplantado por su propio autor. ¡Qué lástima que no se le hubiera ocurrido al bueno del doctor Watson escribirla! Lo ha hecho otro autor de novelas detectivescas que tiene gran maestría, pero que en esta ocasión no ha querido salirse de su papel de biógrafo y recopilador de documentos. Me refiero al señor Dickson Carr.
La suplantación ocurrió con toda naturalidad. ¿Qué de particular tiene que alguno de los millones de lectores de sus novelas acudiese con sus cuitas a sir Arthur Conan Doyle con la secreta esperanza de que las llevase a la consulta de Sherlock Holmes? Pero el romántico irlandés no hizo tal cosa. Cuando el S.O.S. era de los que claman contra la torpeza o la malignidad de la justicia humana, se ponía él mismo en campaña, suplantando al rey de los detectives. Tal ocurrió en El misterio del destripador de caballos y en El asesino de Marion Gilchrist.