Ángel Díaz Barriga[1]
No es fácil analizar los dos documentos que recientemente ha presentado el Secretario de Educación Pública, me refiero al Modelo Educativo 2016 y a la Propuesta curricular para la educación obligatoria 2016. Su lectura permite identificar que finalmente se presenta –aunque de manera muy tardía– una visión para el futuro de la educación del país. Se puede afirmar en primer término que estamos ante dos documentos que tienen una rigurosa formulación, ideas significativas para impulsar un cambio en la educación y que al mismo tiempo por su extensión, diversidad de temas que contienen y su visión de la educación para el siglo XXI difícilmente se pueden comentar en una primera aproximación y mucho más difícil resultará convertirlos en realidad en el país.
Destacan algunos aspectos positivos que emanan de estos documentos. Una visión centrada en la escuela, en el alumno y en el aprendizaje de temas significativos para la vida. Utilizan una vieja expresión “aprender a aprender”, al reconocer que en el siglo XXI, la escuela no puede ser responsable de enseñar todo aquello que es factible aprender. Dicho en otros términos, se coloca en una posición muy distinta al aprendizaje repetitivo, memorístico y escolar. La escuela abierta a la vida, al aprendizaje activo. Más aún, claramente señalan que los docentes deben establecer ambientes de aprendizaje, en vez de trabajar ante el pizarrón, que deben dejar de trabajar contenidos para establecer problemas significativos que los alumnos analicen en forma colaborativa. Sigue leyendo