(“El Martillo de las Brujas…” es probablemente el tratado más importante que se haya publicado en el contexto de la persecución de brujas y la histeria brujeril del Renacimiento. Es un exhaustivo libro sobre la caza de brujas que, luego de ser publicado en Alemania en 1486, tuvo docenas de nuevas ediciones. Se difundió por Europa y tuvo un profundo impacto en los juicios contra las brujas por cerca de 200 años. Esta obra es notoria por su uso en el período de la histeria por la caza de brujas que alcanzó su máxima expresión desde mediados del siglo XVI hasta mediados del XVII. Fue escrita por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Institoris, nacido en Alsacia (perteneciente entonces al Sacro Imperio Romano Germánico, y anexada a Francia en 1648), y Jacob Sprenger, nacido en Basilea (perteneciente también entonces al Sacro Imperio Romano Germánico y anexada en 1501 a la Confederación Helvética de la que surgió la actual Suiza).66
Cuestión IX
Se trata de ver ahora la verdad de las operaciones diabólicas sobre el miembro viril. Para que esta verdad luzca completamente, se ha de preguntar si las brujas, por la potencia del demonio, pueden quitar real y verdaderamente el miembro viril o dar solamente una impresión ilusoria. Se arguye que esto ocurre real y verdaderamente por medio de un argumento a fortiori: los demonios pueden hacer cosas mayores, como es matar a los hombres y desplazarlos en el espacio. Así en la historia de Job y Tobías, donde se habla de hombres muertos. Luego, pueden quitar los miembros viriles real y verdaderamente. Además, la Glosa, acerca de las visitas de los malos ángeles, de las que hablan los salmos, dice: Dios castiga por los malos ángeles, de la misma forma que ha castigado a los israelitas, en sus cuerpos con diversas plagas verdaderas y reales. Luego pueden causar semejantes perjuicios a este miembro. Y si se dice que puede hacerlo únicamente con la permisión divina, se añadirá que Dios permite con preferencia el maleficio contra la potencia genital, a causa de la primera corrupción por el pecado que nos alcanza por este acto; luego con preferencia también contra el miembro de esta potencia genital, incluso hasta llegar a su ablación total. Además, fue una gran cosa cambiar a la mujer de Lot en estatua de sal mayor que la que supone hurtar un miembro viril. Ahora bien, esta mutación fue real y verdadera y no solamente aparente, puesto que se dice que esta estatua es visible todavía hoy. Y esto fue hecho por un ángel malo, de la misma forma que antes los ángeles buenos habían herido de ceguera a los hombres de Sodoma para que no pudiesen encontrar la casa de Lot68. Como igualmente el resto de los castigos de los gomorreos; la Glosa, por otra parte, afirma sobre este texto que la mujer de Lot también se daba al mismo vicio. Luego los ángeles malos pueden hacer también otras cosas. Además, aquel que es capaz de introducir una forma natural, es capaz de quitarla. Ahora bien, los demonios introdujeron muchas veces formas naturales, como aparece en los magos del faraón, quienes, por virtud del demonio, hicieron ranas y serpientes. Y Agustín, en el Libro de las Ochenta y tres cuestiones, afirma que las cosas que son hechas visiblemente por las potencias inferiores del aire no pueden ser consideradas como puras ilusiones69, y, además, los hombres son también capaces de hacer por medio de una incisión hábil en el miembro viril que éste desaparezca. Luego aquello que los hombres pueden hacer visiblemente, los demonios lo pueden hacer invisiblemente.
A pesar de ello, en sentido contrario, dice Agustín, en el libro de la Ciudad de Dios: no es creíble que por el arte y la potencia de los demonios el cuerpo del hombre pueda ser cambiado a semejanza de la bestia. Luego tampoco es posible que le sea arrebatado aquello que sirve para mostrar la verdad del cuerpo humano; y así dice todavía en el libro de la Trinidad: no se puede pensar que la sustancia de la materia visible se encuentre sometida a la discreción de los ángeles prevaricadores. Se encuentra sometida a Dios únicamente70. De donde la respuesta:
Nadie duda de que algunas brujas hagan cosas sorprendentes acerca de los órganos viriles; muchos lo han visto y muchos también lo han oído decir. Y es de notoriedad pública, puesto que la realidad de este miembro era conocida por la vista y el tacto. En cuanto a la manera como esto puede realizarse, hay que decir: aunque esto no pueda hacerse más que de dos maneras, la una verdadera y real y la otra ilusoria, empero las cosas realizadas por las brujas en este dominio no tienen lugar más que por una especie de ilusión engañosa; la ilusión, empero, no se encuentra más que en la imaginación del paciente: porque su imaginación puede estimar real y verdaderamente que su cosa no está presente, puesto que con ninguna operación de sus sentidos externos, vista o tacto, no percibe la presencia. Así, a partir de ello, puede decirse que la ablación del miembro es cierta por lo que respecta a la imaginación, aunque no lo sea en realidad. Acerca del cómo de la cosa, hay que notar que ello puede ocurrir de dos maneras: o bien que no sea imposible que el diablo pueda equivocar los sentidos externos, él, que tiene poder para equivocar los sentidos internos, llevando a la percepción actual de imágenes en reserva en la imaginación. Así equivoca a los hombres en una operación natural, para que lo visible les sea invisible; lo tangible, intangible; lo audible, inaudible; etc. Semejantes cosas no son ciertas en la realidad, puesto que su causa está en una turbación de los órganos (los ojos, los oídos, el tacto), que entraña un error de juicio. Podríamos demostrar esto a partir de ciertos fenómenos naturales: por ejemplo, el vino dulce parece amargo a la lengua de un hombre con fiebre; no hay error en el gusto a causa de la cosa, sino a causa de los humores. De donde, en nuestro caso, la decepción no viene de la realidad, puesto que la verga se encuentra en su sitio, sino que la decepción viene de los órganos de los sentidos. Además, como se ha dicho acerca de la potencia genital, el diablo puede obstaculizar este acto interponiendo algún otro cuerpo del mismo color y de la misma apariencia; así también puede ser interpuesto un cierto cuerpo plano, figurando el color de la carne entre los ojos que ven y las manos que tocan y el cuerpo real del paciente, de tal modo que, a su juicio, nada alcance a ver ni a sentir si no es ese cuerpo plano sin ningún miembro que le horade. Véanse a este respecto las palabras de Santo Tomás a propósito de los encantos y las ilusiones en las Sentencias, la Suma Teológica o las cuestiones sobre el mal; a menudo recuerda aquellas palabras de Agustín: este veneno del demonio se cuela por todas las aberturas de los sentidos, se presta a las figuras, se adapta a los colores, se une a los sonidos, se incorpora a los olores, se funde con los sabores71. Se puede pensar también que no únicamente por la interposición de un cuerpo plano y sin verga puede imponerse semejante ilusión maléfica a la vista y al oído, sino también por el ascenso a los sentidos internos, fantasía e imaginación de ciertas formas e imágenes en reserva; de aquí que se imaginen tales cosas como si se las percibiese por primera vez. Los demonios, efectivamente, como se ha tratado en la cuestión anterior, pueden, por medio de su fuerza, desplazar los cuerpos y, en consecuencia, por este mismo movimiento, afectar a las ideas y a los humores, luego también a la función natural, quiero decir, la forma de que ciertas cosas son vistas por los sentidos o la imaginación. El Filósofo, efectivamente, asignando una causa a las apariciones de los sueños, dice que en el animal que duerme la sangre desciende con mayor abundancia hacia el principio sensitivo, con lo que descienden también las ideas e impresiones dejadas en reserva (estos términos han sido explicados más arriba)72. De esta suerte, algunas cosas aparecen como si por primera vez se viesen impresionados los sentidos por sus realidades externas. Esto puede hacerlo la naturaleza; luego, a fortiori, el diablo, haciendo remontar a la fantasía y la imaginación las formas e ideas de un cuerpo liso, sin miembro viril, de tal manera que los sentidos se persuaden de ser así la realidad de las cosas. De esta manera también hay hombres que dan la impresión de ser animales que en realidad no son.
Pero hay que notar otros modos más fáciles de comprender y de predicar. Efectivamente para Isidoro, un sortilegio no es más que la ilusión de los sentidos, los ojos especialmente. Prestigium viene de perstringo (crispar, sobrecoger), porque turba la potencia de los ojos para hacerles ver las cosas de forma distinta a como en realidad son73. Y, como dice Alejandro, el sortilegio propiamente dicho es una ilusión del diablo que no tiene por causa un cambio en la materia de las cosas; existe únicamente en el espíritu de quien se equivoca, en sus percepciones internas o en las externas74. De una cierta forma se dirá que la magia humana puede actuar de tres maneras: la primera actúa sin los demonios, se le llama ilusión, porque su origen está en la habilidad de los hombres, que muestran las cosas y las ocultan, como en el caso de los juglares o los mimos. El segundo método tiene también lugar sin el auxilio de los demonios: cuando los hombres pueden usar de alguna fuerza natural por virtud de algún cuerpo o mineral, de tal manera que consiguen dar a las cosas una apariencia distinta a la suya natural. Ello hace decir a Santo Tomás y a otros que el humo de ciertas hierbas hace parecer serpientes a las vigas75. El tercer método de ilusión es aquel que tiene lugar por medio de los demonios, aunque, eso sí, con el permiso de Dios, para hacer adquirir a las cosas una apariencia distinta de la que realmente tienen. En este tercer método conviene notar que el diablo dispone de cinco medios para equivocar a quien sea y hacerle considerar una cosa distinta de como es. Primero, por una especie de pase de manos como se ha dicho, porque lo que el hombre puede hacer por destreza, el demonio puede hacerlo todavía mejor. Segundo, por la aplicación natural de algo, como se ha dicho, aplicación de un cuerpo para ocultar otro o para turbar la imagen en la imaginación de los hombres. Tercero, cuando, asumiendo un cuerpo, se presenta como siendo una cosa que no es: así, Gregorio cuenta de una monja que comió una lechuga; ésta, empero, tal y como en seguida confesó el diablo, no era una lechuga, sino el diablo en forma de lechuga o metido en la misma lechuga76. De la misma forma que se apareció a Antonio en el desierto en un trozo de oro que encontró77; de esta forma puede ocurrir, como se ha explicado, que toque a un hombre real y éste tome la apariencia de un animal. Cuarto, cuando perturba de tal modo el órgano de la vista que una cosa clara parecerá nebulosa, por el contrario, una vieja adquirirá los rasgos de una doncella; de la misma forma como tras de las lágrimas la luz adquiere una apariencia distinta a la que tenía antes. Quinto, cuando opera en la potencia imaginativa y altera las especies sensibles revolviendo los humores, haciendo como si nuevas imágenes hubieran aparecido a los sentidos de inmediato. Así, por los tres últimos métodos, e incluso por el segundo, puede producir un encanto a los ojos del hombre. De todo lo cual se desprende que no hay ninguna dificultad en que pueda, por medio de un artificio mágico, ocultar el miembro viril. Una prueba y un ejemplo de esto, que nos ha sido revelado en nuestra condición de Inquisidor, lo presentaremos a continuación, en la segunda parte del tratado, en la que relataremos varias cosas a este y otros respectos.
Examinaremos ahora una cuestión incidental con algunas otras dificultades: Pedro se encuentra sin su miembro. Ignora si esto ha ocurrido por maleficio o de alguna otra forma o, por medio de la permisión divina, el diablo se lo ha arrebatado de alguna otra forma con su poder. ¿Existen medios para reconocer y discernir entre una y otras cosas? Puede responderse que sí: en principio, las personas a quienes ocurren estas cosas son, en su mayoría, adúlteros o fornicadores. De aquí que cuando no sirven a sus amantes al gusto de éstas o pretenden abandonarlas para unirse a otras, entonces ellas, para vengarse, les causan estas cosas o de alguna otra forma le privan de la potencia del miembro. En segundo, ligar se conoce por esto, que esto no es durable y el miembro volver-a Pero surge de nuevo la duda: pertenece a la naturaleza misma del maleficio el no ser duradero. Respóndase que puede igualmente ser perpetuo y durará hasta la muerte, como lo juzgan los canonistas y teólogos en el caso del impedimento maléfico para el matrimonio: el impedimento temporal puede hacerse perpetuo. Así lo atestigua Godofredo: un maleficio no puede ser siempre resuelto por aquel que ha sido causa del mismo, ya porque haya perdido el secreto del maleficio que ha lanzado u otra causa, como porque haya muerto o no sepa levantarlo. De aquí que de manera semejante podamos decir que el maleficio causado a Pedro será perpetuo si la bruja que se lo ha causado no puede curarlo78. Efectivamente, resulta que hay brujas de tres géneros: unas hieren y curan, otras hieren y no pueden curar, otras parecen curar únicamente, es decir, curar las heridas, como más tarde se verá. Así a nosotros ha acontecido lo siguiente: dos brujas se peleaban entre ellas. Mientras que se injuriaban, una dijo a la otra: yo no soy tan mala como tú, porque lo que hiero sé curarlo. Por eso durará el maleficio si antes de haber sanado desaparece la bruja que lo causó, o cambia de lugar o muere. Efectivamente, Santo Tomás dice: un maleficio puede ser perpetuo cuando no puede haber remedio humano alguno o cuando este remedio existe desconocido de los hombres o prohibido, aunque Dios puede proporcionar un remedio por un ángel o demonio incluso sin forzar a la bruja79. Empero el remedio mayor contra el maleficio es el sacramento de la penitencia, porque la enfermedad corporal proviene con frecuencia del pecado80. De qué forma pueden eliminarse los maleficios se verá en la segunda parte de este tratado, donde se tocarán otras tres diferencias.
Restan los argumentos. La respuesta al primero es clara: no existe ninguna duda acerca de que si los demonios pueden matar a los hombres con la permisión de Dios, puede también, real y verdaderamente, arrebatar este u otro miembro. Pero en este caso los demonios no actúan por medio de las brujas, acerca de las cuales ya se ha hablado más arriba. Por ello se da la solución del segundo argumento; pero hay que decir todavía: Dios otorga mayor poder maléfico para atacar la potencia genital, porque….etc.; luego permite que este miembro sea arrebatado real y verdaderamente. Pero no es cierto afirmar que esto ocurra siempre. Ello no se haría por modo de maleficio, ni tampoco las brujas, cuando hacen estas cosas, no pretenden carecer del poder de restituir el miembro, si salen y quieren hacerlo. De aquí resulta claramente que el miembro no resulta, efectivamente, arrebatado, sino afectado por un sortilegio. Frente al tercer argumento, respondemos que la metamorfosis de la mujer de Lot fue real y no un truco de magia; pero nosotros hablamos aquí del artificio mágico. Al cuarto: Los demonios que pueden producir ciertas formas pueden suprimirlas también. Decimos esto pensando en los magos del faraón que hicieron verdaderas serpientes; los diablos pueden actuar con ayuda de otro agente sobre las criaturas imperfectas en algunas cosas que no afectan a los hombres, porque Dios tiene mayor cuidado de ellos, como dice la Escritura: ¿Se preocupa Dios de los bueyes?81. Empero pueden, con la permisión de Dios, hacer daño a los hombres real y verdaderamente o dar una ilusión maléfica del mal. Y por esto respondemos al último argumento. Ω
66 Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Malleus_maleficarum
67 SPRENGER, Jacobo e INSTITORIS, Enrique. Traducción de Miguel JIMÉNEZ MONTESERÍN. Malleus maleficarum. El martillo de las brujas: para golpear a las brujas y sus herejías con poderosa maza. Editorial Maxtor. Valladolid, España. 2004, p. 129 a 135.
68 Génesis XIX, 26; XIX, 11.
69 De la Trinidad IV, 5.
70 De la ciudad de Dios XVIII, 18; De la Trinidad III, 8.
71 Libro de las 83 cuestiones XII.
72 Del Sueño y de la vigilia III.
73 Etimologías VIII, 9.
74 Nider, Preceptorio I, 11,1.
75 Sentencias II, 8, 1, 5.
76 Gregorio, Diálogos I, 4.
77 Cfr. Su vida, por Atanasio X-XI, En las vidas de los Padres, P.L. XXIII, col. 133.
78 Godofredo de Trano, Suma de glosas sobre las Decretales
79 Sentencias IV, 34, 3