La Jurisdicción Constitucional
y la protección de los Derechos Humanos

Mara Gómez

SUMARIO. 1. Los jueces constitucionales y la protección de los derechos humanos.
2. El diálogo judicial interamericano y el “Caso Rosendo Radilla” en la Suprema Corte de Justicia de México. 3. El Control de Convencionalidad. 4. La doctrina del Bloque de Constitucionalidad.

1. Los jueces constitucionales y la protección de los derechos humanos

La Jurisdicción Constitucional suele ser la jurisdicción nacional que se considera más vinculada a la protección de los derechos fundamentales del individuo y a las normas internacionales en materia de derechos humanos. Pero ¿por qué es así? ¿Por qué es la Jurisdicción Constitucional la que se estima como aquella que, por definición, se encarga de la protección de los derechos humanos en el ámbito nacional?

El Juez Eduardo Ferrer explica en su interesante voto razonado al Caso Cabrera y Montiel, que existe “una asimilación de conceptos del Derecho Constitucional” al derecho internacional, “lo cual está presente desde el origen y desarrollo del Derecho Internacional de los Derechos Humanos”, y puntualiza que, en la actualidad, “Se advierte claramente una internacionalización del Derecho Constitucional”.1

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Don Guillén de Lampart,
hijo de sus hazañas
(fragmento)

Andrea Martínez Baracs

(Guillén de Lampart <1615-1658> fue un liberal irlandés que vino a la Nueva España, donde, diciéndose hijo del rey Felipe III, intentó hacerse del cargo de virrey para emancipar estas tierras y liberar a los esclavos africanos y devolver a los indios sus derechos, tierras y preeminencias. Hombre valiente, audaz y asombrosamente inteligente, sensible y culto fue aprisionado por la Inquisición. Durante ocho años de cautiverio, burlando la vigilancia de los carceleros y a pesar de las terribles y precarias condiciones de reclusión, pudo improvisar con desechos los materiales para escribir y redactó poesía y prosa de alta calidad literaria, incluso una aguda acusación contras sus inquisidores. Se fugó y cumplió la hazaña de clavar la acusación en las puertas de la catedral, en otros sitios concurridos y en la misma cámara del virrey, pero finalmente fue reaprehendido. Acabó sus días en la hoguera. Andrea Martínez Baracs rescata admirablemente su figura de la penumbra teñida de impostura en la que se le había confinado.)[64]

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