Dos noticias de primera plana en todos los diarios del mundo dan cuenta de la bajeza y la grandeza que podemos alcanzar los seres humanos, y del papel que las religiones suelen jugar en ambos extremos.
Una de las noticias es la de la difusión por parte del Estado Islámico de un video en el que se observa el asesinato, quemado vivo en una jaula, del piloto jordano Muath al-Kasasbeh, capturado el 24 de diciembre. El método utilizado fue el más apto para producir a la víctima el mayor dolor posible, el inenarrable. Esa acción infrahumana no es un hecho aislado. Los fanáticos yihadistas decapitan a sus rehenes, crucifican niños, lapidan mujeres o las hacen —niñas incluidas— esclavas sexuales, arrojan homosexuales al vacío, les dan un tiro en la nuca a los prisioneros. Todo, absolutamente todo, está justificado, según sostienen, por sus creencias religiosas.
La otra noticia es la de que la Cámara de los Comunes del Reino Unido aprobó una técnica de reproducción asistida que logra hijos con el ADN de tres personas: un hombre y dos mujeres. El objetivo es evitar que los descendientes hereden los genes mitocondriales defectuosos de la madre, para lo cual se sustituye la parte del citoplasma que contiene el defecto. Para eso se obtienen dos óvulos, uno de la mujer enferma y otro de la donante sana. Se extrae el núcleo del primero y se implanta en el óvulo de la donante, que luego es fecundado con el esperma del padre. El bebé tendrá material genético de tres personas. El de la donante es apenas el 0.2% del total.
El procedimiento aprobado por la Cámara de los Comunes británica prevendrá severos sufrimientos. Cuando las mitocondrias —que se transmiten por vía materna— no funcionan correctamente, los bebés pueden sufrir daños cerebrales, pérdida de masa muscular, fallo cardiaco o ceguera, y en muchos casos mueren antes de cumplir un año.
La Iglesia de Inglaterra y la Iglesia católica del país, así como algunos miembros de la comunidad científica, pidieron el voto en contra, pues estiman que la técnica plantea incertidumbres éticas. La oposición se resume en las palabras de la diputada conservadora Fiona Bruce: “¿Estamos contentos con sacrificar dos vidas humanas incipientes para crear una tercera?”, preguntó.
En el caso de los crímenes del yihadismo, el credo religioso se enarbola para fundamentar lo más repugnante, lo más monstruoso. En el de la posibilidad de engendrar bebés con material genético procedente de un hombre y dos mujeres, la doctrina se invoca para oponerse a un avance cuyo propósito es eludir enfermedades que pueden hacer de la vida de una persona un suplicio.
Desde luego, las consecuencias de una y otra posturas son muy distintas: la primera da lugar a los actos más repulsivos, no así la segunda. Pero en esta última tampoco se tiene como centro de atención el bienestar del ser humano.
El nuevo procedimiento evitaría dolor moral y angustia constantes a los padres, y desdichas graves al hijo.
Si se ha de creer en Dios y sus mandamientos, que aquél y éstos sean los más benéficos para nosotros, los vulnerables mortales, asediados en todo momento por desgracias devastadoras y afligidos por la certidumbre de nuestra finitud. Ω