La democracia en treinta lecciones

lNTRODUCCIÓN

Siempre me he ocupado y preocupado de la democracia, pero siempre con librotes. El libro inglés (que sigue siendo inglés: The Theory of Democracy Revisited) tiene 550 páginas; el último libro italiano, Democrazia, cosa é tiene casi 400. O sea, librotes. La idea de ocuparme del asunto en treinta comprimidos, mejor dicho, microcápsulas, me aterraba. Hizo falta la insistencia y la pacientísima moral suasion de Lorenza Foschini (¡gracias!) para conseguir que yo capitulara. Ella me decía: “Usted tranquilo, yo me encargo de todo”. Yo tranquilo no estaba: pero que ella se encargó de todo es absolutamente cierto. Mi único mérito fue conseguir ajustarme a los entre tres y cuatro minutos por lección que me habían concedido. Eso sí que fue un esfuerzo enorme. Del que me reponía mirando al director de RaiSat Extra, Marco Giudici, semiescondido entre bastidores, quien me sonreía diciendo: “Muy bien, muy bien”. Gracias a él también.

Se dice que la televisión no puede hacer verdadera cultura. Sin embargo, mis lecciones eran “serias”, y a pesar de ese defecto, parece que tuvieron éxito. Las altas esferas de Saxa Rubra·, empero, no se fiaron y me aparcaron temporalmente. Espero que poco a poco reúnan el valor suficiente. Es indudable que, en televisión, la cultura hay que saber hacerla. Mientras el Festival de Sanremo va para abajo, un estrepitoso Benigni ha abarrotado las plazas y ha multiplicado las audiencias de Raiuno.

Leyéndome a mí mismo en este escrito, después de verme en la retransmisión del programa, me ha vuelto a la mente un epigrama de Giusti: “Hacer un libro es menos que nada / si el libro hecho no rehace a la gente”. “Rehacer a la gente” es muy difícil. Pero quien se dedica a dar clases sí debe mantener una mínima esperanza.

Giovanni Sartori
Florencia, marzo de 2008

LECCIÓN 1
Demos y populus

Empecemos por definir la palabra “democracia”. Es importante definirla -saber lo que quiere decir- para establecer qué pretendemos o nos esperamos de la democracia. Pero cuidado, porque es un discurso plagado de celadas. La primera de ellas es terminológica: discutir sobre la palabra ignorando la cosa. Empecemos pues por la palabra, y de la cosa hablaremos después.

La palabra griega denwkratia se compone de derrws, que quiere decir “pueblo”, y de kratos, que quiere decir “poder”. Por tanto, traducida al castellano, significa “poder del pueblo”. Si es así, las democracias “tienen que ser” lo que dice la palabra: sistemas y regímenes políticos donde el pueblo es el que manda. ¿Todo resuelto? No. Ante todo, ¿quién es el pueblo? Y después, ¿cómo se atribuye el poder al pueblo? ¿Cómo hay que hacer?

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