Populistas

El populismo tiene su caldo de cultivo idóneo ahí donde numerosos ciudadanos están descontentos e irritados por un conjunto de factores: pobreza, inseguridad, desempleo, horizontes poco promisorios para la juventud, exclusión social, corrupción, impunidad y desprestigio de los partidos políticos, entre otros

            En la oposición, los populistas —o el caudillo populista— ofrecen, para obtener votos y gobernar, que resolverán todos esos problemas, sin tomarse la molestia de explicar exactamente qué medidas tomarán para atacarlos, como si tuvieran una varita mágica, no obstante que cada una de esas contrariedades es de una complejidad considerable.

            Los populistas tendrán mayores oportunidades de persuadir a la población en sociedades en las que amplias capas de la población se dejan llevar no por la razón, sino por el resentimiento, la ignorancia, el prejuicio y los discursos en los que se dice en un tono apocalíptico lo que quieren escuchar. Sigue leyendo

La revolución de las mujeres

La única revolución exitosa del siglo XX, la cual sigue logrando triunfos, es la de las mujeres en su lid por la conquista de los mismos derechos y oportunidades de que han disfrutado los hombres.

            Desde luego, esas victorias no se han dado en todos los países: tristemente, en los regímenes islámicos fundamentalistas la población femenina sigue marginada y discriminada, privada de los derechos más elementales. En otras partes sucede que algunas niñas son abandonadas en hospicios (China) o asesinadas por sus propios padres (India) o que algunas muchachas son dadas en matrimonio pactado por las familias (incluso en México).

            La democracia original, el gran invento de los griegos, permitía la participación de todos los ciudadanos en los asuntos de la polis, pero excluía de la ciudadanía a los extranjeros, los esclavos y las mujeres. Sigue leyendo

El tigre

Si se le hace víctima de un fraude electoral en los comicios para elegir Presidente de la República, el tigre volverá a entraren acción, como lo ha hecho otras veces en nuestra historia, y hará pagar muy caro, con caudalosos ríos de sangre, el agravio.

            Él ha asegurado que no lo detendrá: por el contrario, lo está invocando desde ahora. La fiera no está dormida: vive al pendiente de todo lo que pasa, tiene hambre y sed de justicia, y está dispuesta a desgarrar y devorar a los adversarios si no se cumple el destino manifiesto de nuestra dura patria. Basta con desatarla.

            Se dice víctima de sendos fraudes en dos derrotas electorales. Uno más sería intolerable. Como sentencia la sabiduría popular: la tercera es la vencida. En un par de ocasiones contuvo al tigre ansioso por pegar el salto. Sigue leyendo

La alegría de vivir

En su magnífico Diccionario filosófico, Fernando Savater aclara: “La alegría no es la conformidad alborozada con lo que ocurre en la vida, sino con el hecho de vivir”. Algo similar afirma Robert Louis Stevenson: “Hablando con propiedad, no es la vida lo que amamos, sino vivir”. Escribió Jorge Guillén.

Respiro, y el aire en mis pulmones

ya es saber, ya es amor, ya es alegría.

            Saberme vivo, sentirme vivo, vivir me llena de júbilo. No se lo diga a nadie, lector, pues no quiero despertar envidias, pero no hay ser humano más jubiloso que yo, y eso se lo debo simplemente a que estoy vivo, a que, por decirlo con palabras de Guillén, el aire en mis pulmones ya es saber, ya es amor, ya es alegría.

            Al amar intensamente el hecho de vivir, no puedo dejar de sentir desasosiego ante la certeza de la muerte. Comparto ardientemente el deseo de Elías Canetti de que lográramos abolir a esa putilla del rubor helado, como le llamó José Gorostiza, siempre y cuando, claro, conserváramos todas las facultades que nos permiten disfrutar de la vida. Sigue leyendo

María Magdalena

Siglos después, la Inquisición llevó al potro de tortura y a la hoguera a mujeres como ella, audaces, inconformes, apasionadas, soñadoras, llenas de vida. Los sacerdotes se sentían desafiados por esas mujeres que hacían presagios y sanaciones: les disputaban el fervor de los feligreses. Y también se sentían tentados por ellas, que les provocaban deseos incontrolables, un poderoso desafío a su voto de eunucos.

            Son innumerables los pintores que la han representado: Max Ernst, Memling, Rubens, Veronese, Quentin Metsys, Andrea del Sarto, Van der Weyden, Durero, Ribera, Tiziano, Caravaggio, De La Tour, Masaccio, Van Dyck, Botticelli… Todos parecen enamorados de ella: la han imaginado bellísima, luminosa aun en el momento más sombrío, desbordante tanto en sensualidad como en misticismo, la larga cabellera como una poderosa cascada de seda sobre la espalda, la mirada profunda de tristeza infinita y amor invencible.

            Más que la flagelación, el juicio y la crucifixión, a Jesús le duele el abandono de los suyos en los momentos en que ha de beber el cáliz más amargo. Pero ella no había huido. Sólo su madre, uno de los discípulos y ella permanecen a su lado. Él se encomienda al Padre, pero la presencia de esos tres lo reconforta en esa hora en que todo se le ha vuelto oscuro y no le sirve de consuelo saber que está cumpliendo el designio divino. Sigue leyendo