Un insólito comunicado

Es verdaderamente insólito el comunicado en el que la CNDH anuncia la desaparición de la oficina especial para el caso de los 43 normalistas victimados en la noche triste de Iguala, la cual fue instaurada por el maestro Luis Raúl González Pérez, quien entonces presidía el organismo, por la gravedad del suceso con el propósito de que éste fuera objeto de una indagación profunda.

            Esa oficina, a cargo del maestro José Larrieta, realizó una minuciosa y ardua investigación sobre ese crimen masivo, de la cual es fruto una voluminosa y detallada recomendación —un impresionante documento de ¡2,178 páginas!— que revela el escrupuloso profesionalismo con el que trabajó el equipo de Larrieta.

            El comunicado afirma que la oficina fue creada como parte de las investigaciones de los hechos ocurridos la noche del 26 de septiembre de 2014, “cuando 80 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que viajaban en dos autobuses en el norte de Guerrero camino a Ciudad de México fueron interceptados y uno de los vehículos, con 43 de los normalistas, desapareció tras un enfrentamiento contra policías municipales y miembros de la delincuencia organizada”.

            Cualquiera que haya seguido las noticias sobre tan doloroso episodio advertirá los inauditos errores en que incurre el comunicado. Para evitarlos no hubiera sido necesario leer la recomendación, sino simplemente atender a lo que reiteradamente se ha dicho y escrito en los medios de comunicación.

  1. Los alumnos que salieron de Ayotzinapa no fueron 80, sino entre 108 y 120. En la recomendación se identifica a 108.
  2. Fueron dos los autobuses en los que los normalistas se transportaron desde Ayotzinapa, pero se apoderaron de otros cuatro en Iguala. Por tanto, tal como se demuestra y se explica en la recomendación, seis autobuses estuvieron involucrados de algún modo en los hechos.
  3. Los autobuses en que se trasladaron los normalistas iban —y llegaron— a Iguala, no a la Ciudad de México. En este punto coinciden todas las instancias que han participado en las investigaciones.
  4. Los dos autobuses que salieron de Ayotzinapa jamás fueron interceptados en su trayecto a Iguala. Lo fueron más tarde, en dos sitios distintos de esa ciudad.
  5. Los 43 normalistas desaparecidos fueron sustraídos de dos autobuses, no sólo de uno.
  6. Hubo dos rutas de desaparición: a) de 23 a 28 alumnos fueron sacados del autobús 1568, interceptado en Juan N. Álvarez y Periférico, y b) de 15 a 20 fueron bajados del autobús 1531, interceptado en el Puente del Chipote.
  7. Ninguno de los autobuses, ni los que salieron de Ayotzinapa ni los que fueron tomados en Iguala, desapareció.
  8. No hubo enfrentamiento alguno de los normalistas ni con policías municipales ni con miembros de la delincuencia organizada ni con nadie. Los normalistas, como se señala en la recomendación, no iban armados aquella noche.
  9. Está plenamente demostrado que los normalistas fueron sustraídos de los autobuses y capturados exclusivamente por elementos policiacos, sin intervención de sicarios no uniformados.
  10. Los sicarios tomaron parte en los hechos más tarde, después de la captura, no en la intercepción de los autobuses ni en la sustracción de los normalistas de los vehículos.

            Un asombroso rosario de yerros en solamente cuatro líneas. Ésta es ahora, ¡ay!, la CNDH. Nada tiene que ver con aquélla que presidió el inolvidable doctor Jorge Carpizo, la institución del ombudsman que actuaba con profesionalismo, objetividad y autonomía en su delicada tarea de defender los derechos humanos.

            Esas características irritaban tanto al gobierno actual que, en una actitud sin precedente, el propio Presidente de la República calumnió al anterior titular del organismo aseverando que guardó silencio cómplice ante los abusos de los gobiernos de la época neoliberal, los cuales, sin excepción, fueron objeto de recomendaciones bien fundadas y motivadas en las que se exigía castigo a los responsables y la correspondiente reparación.

            El aniquilamiento de la CNDH —la institución quedó aniquilada, aunque las siglas subsistan— es una desgracia mayor para nuestro Estado de derecho y nuestra vulnerada democracia. La grosera imposición de la actual titular fue un descarado atropello. El comunicado que aquí se comenta es una muestra de la impostura del organismo en su nueva era.

No nos defenderá

A la pregunta de Fernando del Collado (Tragaluz, Milenio, 16 de febrero) de si hay que defender al INE, la presidenta de la CNDH, Rosario Piedra, responde: “¿Defender al INE? ¡Que se defiendan solos!” La respuesta no podía ser más ominosa: Piedra considera que no es su deber salir en defensa de la institución que organiza y califica las elecciones federales en nuestro país, la institución sin cuya autonomía, fortaleza y profesionalismo, la democracia mexicana simplemente no existiría. Es una contestación que muestra claramente en qué se ha convertido la CNDH: una grotesca marioneta del gobierno federal. Éste puede ahora arremeter contra el INE para privarlo de su independencia, contando con la complicidad —¡así lo anticipa su presidenta!— de la CNDH.

            A la pregunta de si se están violentando los derechos humanos de los migrantes, Piedra informa: “No han llegado quejas; llegaron seis quejas por aspectos superficiales”. Seguramente asombrado por lo que escucha, Del Collado repregunta: “¿No piensa ir a la frontera sur?” Piedra: “Han estado nuestros observadores y visitadores”. Del Collado: “¿Y no han encontrado nada?” Piedra no se inmuta: “No, y coinciden en que no hay quejas”. La Guardia Nacional, supuestamente creada para recuperar la seguridad pública en el territorio nacional, se ha convertido en el muro fronterizo que prometió Donald Trump, y el trato dado a los migrantes centroamericanos ha sido denunciado incluso desde las filas del partido en el gobierno, pero la CNDH no ha encontrado nada.

            Tampoco han encontrado, ni Piedra ni sus colaboradores, nada que decir respecto del desabasto de medicinas, los niños enfermos de cáncer desprovistos de los medicamentos indispensables para seguir luchando por su vida, los hospitales públicos con carencias de lo más elemental para cumplir su cometido, el desamparo de cientos de miles de pacientes desde la cancelación del Seguro Popular, el incumplimiento de los amparos que ordenan reintegrar los recursos a las estancias infantiles, la violación a los derechos laborales de los policías federales…

            Del Collado inquiere a Piedra si percibe en el Presidente de la República ánimos autoritarios. Ella no se sale del guion: “No los percibo”. No los percibe a pesar de las reformas en materia de justicia penal que atropellan el principio de presunción de inocencia y el derecho constitucional a no ser privado de bienes y derechos si no es por resolución judicial tras un juicio en el que el acusado tenga todas las posibilidades de defensa, de la forma en que ella misma fue impuesta como titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, de la captura de los organismos autónomos —la CNDH incluida—, de la designación de superdelegados en las entidades federativas, de las ofensas en las conferencias matutinas a los críticos del gobierno, de la acometida contra el INE.

            Del Collado la interroga sobre el motivo de la desaparición de la oficina especial del caso Iguala. Piedra asevera: “Por ineficaz”. ¿Habrá leído una sola línea de las 2,177 páginas de la recomendación sobre el caso? Si lo hubiera hecho, serían inexplicables los numerosos datos falsos que contiene el comunicado en el que anunció la extinción de la oficina. La recomendación es fruto de un riguroso trabajo profesional. ¿Ineficaz la oficina especial? Sí, lo fue, sin duda, para llegar a una “verdad” que respondiera a intereses absolutamente ajenos al afán de encontrar la verdad sustentada en pruebas.

            No menos deshonesta es la respuesta a la pregunta de si viven los estudiantes de Ayotzinapa: “Tenemos esperanzas. No podemos matarlos ni con el pensamiento”. En efecto, ya no se les puede matar ni con el pensamiento ni con nada porque fueron asesinados hace más de cinco años por sicarios de Guerreros Unidos. Del Collado pregunta: “¿Falta que liberen a los Abarca?” Piedra: “¡Sí, imagínese!” ¿Estará enterada de que de todas las instancias —nacionales e internacionales— que han intervenido en las investigaciones del caso, la única que logró recabar las declaraciones del expresidente municipal de Iguala y de su esposa fue la ineficaz oficina especial dirigida por el maestro José Larrieta?

            Del Collado la cuestiona: “¿Le gusta que se burlen de su inteligencia?” La respuesta es la más curiosa de la entrevista: “Que se burlen; yo estoy consciente de si soy inteligente o no”.