Humor

La esposa de un hombre desapareció, y como todos sabían que él y su mujer tenían grandes peleas, se le acusó de haberla asesinado y de haber ocultado el cuerpo.

            Numerosos testigos declararon haber escuchado las horribles amenazas que el acusado profería frecuentemente a su esposa.

            El defensor del acusado se dirigió al jurado para formular su alegato final: —Señoras y señores del jurado, tengo algo muy importante que decirles. Si me hacen el favor de mirar a la puerta de este recinto, dentro de un momento verán entrar, vivita y coleando, a la esposa del acusado, a la mujer supuestamente asesinada…

            Todos dirigieron expectantes su mirada a la puerta… Después de unos instantes sin que nadie entrara, el abogado habló de nuevo:

            —Señoras y señores del jurado, nadie va a entrar. Sin embargo, debido al hecho de que todos ustedes miraron a la puerta esperando ver entrar viva a la esposa del acusado, resulta obvio que no están seguros, más allá de toda sombra de duda, de la culpabilidad del acusado. Y, entonces, de acuerdo con la ley, deben absolverlo.

            El jurado se retiró a deliberar y finalmente regresó a la sala. La presidenta del jurado, una viejecita encorvada, leyó el veredicto con voz temblorosa pero perfectamente audible: —Culpable.

            El abogado, muy sorprendido, reclamó: —¿Pero cómo pueden decir que es culpable? ¿No les probé que tenían duda sobre su culpabilidad?

            La presidenta del jurado respondió: —Es verdad que todos los miembros del jurado miramos a la puerta, pero hubo una persona que particularmente no lo hizo.

            ¿Quién?— replicó el abogado.

            —Su cliente...— respondió la viejecita con voz firme.

𝄇