25 de noviembre de 2021
Por Luis de la Barreda Solórzano
Provoca
estupefacción que el doctor José Antonio Romero, director interino del CIDE
—uno de los centros de ciencias sociales más reconocidos del mundo de habla hispana,
con licenciaturas y posgrados de los mejores del país—, salga con la bobada de
que los alumnos han sido influenciados por los profesores con formación en el
extranjero que defienden la ideología neoliberal conforme a sus intereses
privados.
Se requiere un alto
grado de servilismo para acusar al CIDE exactamente de lo que el Presidente
acusa a la UNAM: se ha vuelto neoliberal, le imputa el director interino, es
decir, se ha pasado del lado de los malos, de quienes no respaldan
acríticamente los postulados del actual gobierno de la República, que ve
enemigos en todos aquellos que reflexionan sobre los problemas del país con
rigor, profundidad y sin encadenarse a dogmas propios de maniqueísmo de manual
pedestre.
Como apunta el
profesor Mauricio Tenorio, el CIDE ha jugado un importante papel en el análisis
y la discusión de temas relevantes para el país: los derechos humanos, la
desigualdad, la pobreza, la violencia, la migración, la discriminación, el
cambio climático, las políticas públicas, la justicia, el comercio, la
filosofía política, la historia nacional e internacional.
Como el Presidente,
el director interino del CIDE descalifica a los profesores posgraduados en
universidades extranjeras, como si los estudios en otros países fueran un
pecado de lesa patria. En el CIDE por primera vez se exigió a los académicos el
doctorado —obtenido en México o en Estados Unidos, Francia, Reino Unido,
etcétera— y que su formación respondiera a estándares internacionales en sus
respectivas disciplinas.
Más allá de su
visión xenófoba y sectaria, el director interino ha mostrado un talante
arbitrario y desprecio a la comunidad que dirige. Destituyó al doctor Alejandro
Madrazo como director de la sede del CIDE en Aguascalientes después de que éste
destacó las aportaciones de los investigadores que se han incorporado a la sede
mediante las cátedras Conacyt, programa que se pretende desmantelar.
Posteriormente, el
director interino destituyó a la doctora Catherine Andrews como secretaria
académica porque no acató su orden de suspender las evaluaciones de profesores,
suspensión que no se justificaba y violaba los estatutos del CIDE. El doctor
Romero pretende que esas evaluaciones se lleven a cabo hasta que haya sido
nombrado el director titular, cargo al que él aspira, para que participe en el
proceso de evaluación.
Esa destitución ha
ocurrido cuando ya está en marcha el proceso de auscultación para la
designación del nuevo director general, y se comunicó a la destituida en plena
sesión de evaluación de una de las comisiones. El motivo: haber incurrido en
“un acto de rebeldía”.
Me entusiasma la
reacción de los académicos y los estudiantes, que no han tardado en protestar
contra esas arbitrariedades dirigidas contra dos de las virtudes principales
del CIDE: el pluralismo y la libertad de cátedra e investigación, que para los
comisarios de la denominada Cuarta Transformación son vicios que hay que
coartar.
Ante tantos abusos
y dislates que estamos presenciando, la sociedad parece pasmada, como si fuera
insensible a los abusos de poder. Se destruye la obra del nuevo aeropuerto
internacional; se eliminan las estancias infantiles, el Seguro Popular, el
sistema de abasto de medicamentos, los fideicomisos que apoyaban tareas de gran
importancia; se militariza el país y se exhiben corruptelas en el otorgamiento
de contratos por parte de los militares; se promulga un decreto
inconstitucional; se utiliza perversamente el derecho penal… sin que haya una
respuesta de inconformidad proporcional al tamaño del atropello.
Pero ahora los
académicos y los estudiantes del CIDE están ofreciendo una lección de dignidad,
coraje y valor cívico.
Fuente:
https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/una-leccion-de-dignidad/1484416
(6/12/21)