Por Luis de la Barreda Solórzano
17 de marzo de 2022
Alejandra Cuevas
debió dormir en su casa, no en la cárcel, desde la noche del pasado lunes 14 de
este mes. Más bien, nunca debió dormir en la cárcel, pero hace tres días la
Suprema Corte de Justicia de la Nación desechó la oportunidad de terminar, sin
más dilaciones, con la monstruosa injusticia de que ha sido víctima la
inculpada. Cinco ministros votaron en el sentido de que se le concediera el
amparo liso y llano, con lo que quedaría en libertad inmediata. Faltó un solo
voto para que así ocurriese.
Pero ningún
ministro defendió la acusación y las órdenes de aprehensión contra Alejandra
Cuevas y Laura Morán. Así, el debate versó no sobre si la acción penal había
sido procedente, sino sobre si se concedía el amparo liso y llano —que
implicaba libertad ipso facto— o el amparo para efectos de que el magistrado
que conoció de la apelación dictara un nuevo fallo —opción que proponía el
ministro ponente—, o bien si se turnaba el caso a otro ministro a fin de que
elaborara un nuevo proyecto.
Pero si todos los
ministros estaban de acuerdo en que no hay razón que justifique la acción penal
contra Alejandra Cuevas y Laura Morán, ¿por qué no aprobar una sentencia que
las eximiera de la acusación en su contra de modo que la señora Cuevas fuera
liberada inmediatamente y la señora Morán dejara de ser una prófuga? La Suprema
Corte tardó cuatro meses, a partir de que lo atrajo, en discutir el caso, más
de 100 días que han sido angustiosos para las inculpadas y sus familiares, y
ahora el aplazamiento prolongará esa angustia.
Aunque necesaria en
muchos casos, la prisión preventiva —la que se impone a los inculpados mientras
se desarrolla su proceso— es esencialmente injusta porque la soportan quienes
aún no han sido condenados por un juez. Pero al menos en esos casos hay
indicios de que el inculpado puede ser culpable del delito de que se le acusa.
En el caso de Alejandra Cuevas y Laura Morán, ha quedado absolutamente claro
que la acusación en su contra es indefendible. Los ministros que votaron en
contra del amparo liso y llano, entre ellos el presidente de la Corte, saben
que la señora Cuevas está presa sin que existan tales indicios y que han sido
precisamente sus votos los que aún la mantienen encarcelada.
Por las tareas que
cumplí en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y en la Comisión de
Derechos Humanos del Distrito Federal, escuché de voz de muchos presos el
sufrimiento desesperante que provoca estar en prisión. Alejandra Cuevas, al ser
privada de su libertad, fue también privada, entre otras cosas, de la
convivencia cotidiana con sus hijos y su madre —precisamente Laura Morán, una
mujer probablemente en el ocaso de sus días, a su vez privada de la convivencia
cotidiana con su hija y sus nietos—.
Nada les puede
devolver a esas mujeres lo que la cárcel y la orden de aprehensión les han
quitado de vida plena, pues el tiempo no es reversible, pero ese atropello pudo
enmendarse en cuanto los ministros de la Corte tuvieron en sus manos el caso.
Es verdad que ésta ha sido una derrota para el fiscal general de la República
en virtud de que ninguno de los ministros se atrevió a justificar la acusación,
lo que hace suponer que la resolución que viene eximirá a las inculpadas; pero
mientras Alejandra Cuevas siga presa y subsista la orden de aprehensión contra
Laura Morán, no habrá triunfado la justicia.
Quiero subrayar un
hecho notable. Dos de los ministros que llegaron a la Suprema Corte propuestos
por el actual Presidente de la República votaron por el amparo liso y llano, a
pesar de que era obvio que su postura incomodaría al fiscal general, a quien el
titular del Ejecutivo apoya incondicionalmente y cuyo poder fáctico es temible.
Mi reconocimiento a Margarita Ríos Farjat y a Juan Luis González Alcántara por
haber estado a la altura de su ministerio.
Fuente:
https://www.excelsior.com.mx/opinion/luis-de-la-barreda-solorzano/presa-aun/1504478
(25/12/22)