Los Micromachismos

(Extracto)

Luis Bonino[1]

Actualmente la mayoría de los varones ya no ejercen un machismo puro y duro, ni siquiera son especialmente dominantes con las mujeres, al menos en el mundo llamado “desarrollado”. Si imagináramos una línea continua en la que en un extremo colocáramos a los varones en los que predominan los comportamientos violentos, dominantes y des-igualitarios y en el otro a aquellos que se caracterizan por sus comportamientos pacíficos, respetuosos e igualitarios, ubicaríamos a la mayoría de los hombres alejados del primer extremo. Sin embargo, todavía hoy, no podríamos situar a la mayoría de los varones, aún los más progresistas, en el otro extremo de esa línea, debido al elevado número de comportamientos de control y dominio de “baja intensidad” naturalizado, legitimado e invisibilizados que ejecutan impunemente, con o sin conciencia de ello. Comportamientos sexistas que están asentados en la vieja y aún no totalmente deslegitimada “autoridad” sobre las mujeres que, aunque no lo confiesen, la mayoría de los varones se siguen auto adjudicando.

            Desde hace tiempo, vengo trabajando en el ámbito del estudio de las relaciones de género, y desde allí llevo observando, señalando y describiendo algunos de esos comportamientos, que son obstáculos y también resistencias para la igualdad con las mujeres en lo cotidiano. Me refiero a los “pequeños” y cotidianos controles, imposiciones y abusos de poder de los varones en las relaciones de pareja, al que diversos autores y autoras (Miller, Bourdieu, Glick, Castañeda, etc.) han llamado pequeñas tiranías, terrorismo íntimo, violencia “blanda” ”suave” o de “muy baja intensidad”, tretas de la dominación, machismo invisible o sexismo benévolo, y yo, desde 1990 he denominado “micromachismos” (en adelante mM). Comportamientos, que son especialmente invisibles y ocultos para las mujeres que los padecen.

            Los mM son actitudes de dominación “suave” o de “bajísima intensidad”, formas y modos larvados y negados de abuso e imposición en la vida cotidiana. Son, específicamente, hábiles artes de dominio, comportamientos sutiles o insidiosos, reiterativos y casi invisibles que los varones ejecutan permanentemente. Son de tipo “micro”–tomando un término de Foucault–, del orden de lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia. Ahora que las “grandes” violencias y dominaciones masculinas se están deslegitimando socialmente cada vez más, probablemente sean las armas, trucos, tretas y trampas más frecuentes que los varones utilizan actualmente para ejercer su “autoridad” sobre las mujeres, ocupando gran parte del repertorio de comportamientos masculinos “normales” hacia ellas. Muchos de estos comportamientos no suponen intencionalidad, mala voluntad ni planificación deliberada, sino que son dispositivos mentales y corporales incorporados y automatizados en el proceso de “hacerse hombres”, como hábitos de funcionamiento frente a las mujeres. Otros en cambio sí son conscientes, pero de una u otra forma, los varones son expertos en su ejercicio por efecto de su socialización de género. Aun los mejor intencionados y con la autopercepción de ser poco dominantes los realizamos, ya que son parte del repertorio masculino de modos de estar y afirmarse en el mundo, cumpliendo los designios del proyecto existencial propuesto por el predominante modelo social de masculinidad hegemónica (en adelante MH)

            Es indudable que para favorecer el desarrollo de vínculos igualitarios y saludables es necesario erradicar del funcionamiento masculino estos comportamientos. No basta cuestionar la ideología y el modelo en que se sustentan (el machismo y la MH), sino que es importante visibilizarlos, deslegitimarlos y eliminarlos en lo cotidiano, puesto que sólo cambiando las prácticas cotidianas, la igualdad y la calidad de vida saludable formales pueden vivirse como realmente existentes. Nombrarlos y hacerlos visibles es un primer paso en este camino y a ello dedicaré las siguientes líneas.

            Referirme a los mM con el nombre que he elegido, tanto como nombrarlos como “pequeños“, “suaves” o de “bajísima intensidad“, alude por contraste, a los abusos “macromachistas” “grandes” “duros” o de “alta intensidad”, los únicos que socialmente son aún visibles como ejemplos de la llamada violencia basada en el género (VBG), de la cual, aunque pueda parecer exagerado decirlo, también los mM son una expresión. Y lo son porque, cómo los “grandes” abusos, son abusos que se realizan sobre las mujeres por el hecho de serlo. Abusos asentados en una creencia masculina procedente del modelo de MH que lleva a los varones a sentirse superiores y a dar por sentado que la mujer debe estar disponible y al servicio de los propios deseos, placeres y razones. Y que desde esa posición y para asegurarla, es lícito utilizar diversos procedimientos de control e imposición. Ese disponer de la mujer es una de las prerrogativas, ventajas, o privilegios incuestionables que muchos varones aun creen merecer de forma natural e incuestionable. De ella derivan muchas otras tales como el sentirse con derecho a estar disponibles para sí sin rendir cuenta, a tener la razón sin demostrarlo, a no ser opacado por una mujer, a ser reconocido en todo lo que hacen, y a que lo suyo no quede invisibilizado, a ser escuchado y cuidado, a aprovecharse del tiempo de trabajo doméstico femenino y por supuesto a forzar e imponerse para conseguirlos propios objetivos. Desde este punto de vista, los mM son unos de los modos masculinos más frecuentes de ejercer, no sólo abuso sino la defensa de estos privilegios de género.

            Al comenzar a reflexionar ellos hace ya doce años sobre los mM, los definía fundamentalmente como maniobras mas o menos puntuales en lo cotidiano, enfatizando como básico su carácter de imperceptible, en este caso dado su “pequeñez” –micro–. Sin embargo, y apuntando a este carácter básico, en los últimos años he incluido también en esta definición a otros comportamientos que también son imperceptibles o invisibles –micro–, aunque no por ser “pequeños” sino debido fundamentalmente a su normalización que los vuelve invisibles aunque no sean “pequeños”. Así he ido describiendo otros mM no puntuales, algunos consistentes en estrategias más o menos globales de comportamiento, y otros caracterizados por la instalación firme en las posiciones ventajosas adjudicadas a los varones en las relaciones de género con aprovechamientos acríticos de ellas. Estos últimos son muchas veces la estructura que sostiene las maniobras puntuales.

            Dada su invisibilidad, los mM son inadvertidos culturales que se ejercen generalmente con total impunidad produciendo efectos dañinos que no son evidentes al comienzo de una relación y que se van haciendo visibles a largo plazo, produciendo diversos grados de malestar y daño. Atentan especialmente contra la democratización de las relaciones ya que se utilizan para mantener la asimetría en las relaciones de género en provecho del varón. Estos comportamientos limitantes se ejercen –intentando imponer la lógica de vida masculina–, sobre la autonomía personal y la libertad de pensamiento y comportamiento femeninos.

            Todos los mM son comportamientos manipulativos que básicamente inducen a la mujer a la que son destinados a comportarse de un modo que perpetúa sus roles tradicionales de género, con el interés no expresado de conservar la posición superior y de dominio, intentando mantener mayores ventajas, comodidades y derechos (a la libertad, a tener razón, al uso del tiempo y el espacio, a ser cuidado y a des-implicarse de lo doméstico entre otros), y colocando a ellas en un lugar de menos derecho a todo ello.           Para intentar mantener esta posición, los varones se sirven de diferentes métodos que pueden servir para clasificar (y con ello visibilizar) estos comportamientos. Podemos describir así cuatro categorías de mM. Vayamos a ellas:

  • Los mM utilitarios, que fuerzan la disponibilidad femenina usufructuando y aprovechándose de diversos aspectos “domésticos y cuidadores” del comportamiento femenino tradicional, para aprovecharse de ellos. Se realizan especialmente en el ámbito de las responsabilidades domésticas.
  • Los mM encubiertos, que abusan de la confianza y credibilidad femenina ocultando su objetivo
  • Los mM de crisis que fuerzan la permanencia en el statu quo des-igualitario cuando éste se desequilibra, ya sea por aumento del poder personal de la mujer, o por disminución del varón
  • Los mM coercitivos que sirven para retener poder a través de utilizar la fuerza psicológica o moral masculina.

            Todos, a su modo, buscan disminuir la libertad de elegir y decidir femenina. El objetivo masculino de conservar la posición ventajosa, diferencia claramente a los mM de las manipulaciones “femeninas” que muchas mujeres realizan. Ellas, habitualmente, y a diferencia de los varones, muchas veces se comportan manipulativamente, pero especialmente para romper una posición de subordinación o, para dentro de ella conseguir más influencia, poder, o ejercer derechos que les son negados o que no creen tener derecho a tener, y no como los varones que, en los mM manipulan para conservar su posición.

Para leer el artículo completo:
http://igualdad.us.es/pdf/redvoluntariadoviolencia/2016/RedVoluntariadoVG-2016_sesion-2_PDI_PAS_Los_micromachismos-Bonino.pdf
(10/03/2020)


[1]De profesión psicoterapeuta, desarrolla desde hace casi 40 años numerosas actividades en los ámbitos de la salud mental y las problemáticas de género, así como en la promoción de la igualdad entre mujeres y varones.