Los primeros 98 años de Mario Bunge

Emanuel Campos Madrigal
La Nación, 16 de septiembre de 2017[1]

En el año 2009, el diario peruano El Comercio le preguntó a Mario Bunge cuál había sido su receta para llegar a los 90 años, y él respondió: “No leer a los posmodernos, no fumar, no beber alcohol y no hacer demasiado deporte; mantener ágil el cerebro: si uno deja de aprender, el cerebro deja de funcionar”. Este brillante filósofo y físico argentino, radicado en el Canadá, ha sobrepasado los 90 años y el miércoles próximo cumplirá 98 (nació el 21 de setiembre de 1919).

            Bunge es uno de los filósofos más importantes del siglo XX y del XXI. Ha publicado más de 50 libros y alrededor de 500 artículos, casi todos en inglés. En español ha escrito 26 libros; entre ellos: La ciencia, su método y filosofía (1960), Pseudociencia e ideología (1985), 100 ideas: El libro para pensar y discutir en el café (artículos periodísticos, 2006) y Las pseudociencias, ¡vaya timo! (2010).

Libros

Algunos de las publicaciones de Mario Bunge son: La ciencia, su método y filosofía  (1960),  Pseudociencia e ideología  (1985),  100 ideas: El libro para pensar y discutir en el café  (2006) y  Las pseudociencias, ¡vaya timo!  (2010).

            Su obra más amplia son los ocho volúmenes del Tratado de filosofía , escrito en inglés (Treatise on Basic Philosophy) y que es traducido al español por la Editorial Gedisa. Ni en el siglo XX ni en el XXI, nadie ha publicado una obra que abarque sistemáticamente todos los ámbitos de la filosofía, salvo la estética. A Bunge se le han concedido 21 doctorados honoris causa y, en 1982, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Realismo

La inquietud intelectual de Bunge lo ha tornado una fuente continua de inspiración en asuntos de la actualidad: el deterioro del ambiente, la medicina, la globalización, los cambios políticos, la desigualdad económica, las relaciones entre las ciencias y las tecnologías, las pseudociencias y las pseudotecnologías, entre otros temas.

            Siendo muy joven, Bunge se definió en favor de un socialismo democrático, no marxista y sustentado en un sistema económico de cooperativas, como lo expresa en su libro Filosofía política: solidaridad, cooperación y democracia integral (2009).

            Para Bunge, cuando él era joven, la izquierda era seguidora de la ciencia, pero, afirma, la izquierda de hoy cree que “la ciencia pertenece al orden establecido: ‘Este orden es injusto y, por lo tanto, debemos combatirlo; por ende, debemos atacar la ciencia’: un razonamiento primitivo” (Entre dos mundos: Memorias , 2014).

            Mario Bunge adopta una postura realista y materialista pues parte del supuesto de que la realidad existe de manera independiente del sujeto que observa y piensa. Asimismo, defiende el realismo ontológico pues, sostiene, “el mundo existe en sí (por sí mismo), o sea, haya o no sujetos cognoscentes” (Racionalidad y realismo , 1985).

            El filósofo argentino opina que “el conocimiento objetivo apoyado en pruebas firmes y teoría válida es muy superior a las corazonadas” (Las pseudociencias, ¡vaya timo!).

Contra mitos

Bunge también es escéptico frente a las corrientes posmodernas e irracionalistas que pululan en las universidades latinoamericanas. El filósofo lanza dardos contra lo que podría llamarse “contrailustración”, nacida junto con el Romanticismo a finales del siglo XVIII y entronizada en el pensamiento europeo del siglo XIX.

            Para Bunge, la contrailustración siguió a la Ilustración, resucitó hace menos de 100 años, triunfó brevemente con el nazismo y renace ahora con el posmodernismo, relativista y anticientífico.

            El Siglo de las Luces y su anhelo de pensamiento universal enfatizó nociones como libertad e igualdad, felicidad y utilidad, trabajo y progreso. La ideología ilustrada dio supremacía a la razón, al naturalismo y al cientificismo, contra el mito, la superstición y el dogmatismo.

            La Ilustración potenció el secularismo, incluso el agnosticismo y el ateísmo, frente al teísmo. Las Luces fomentaron también el utilitarismo y el progreso; y promovieron los derechos individuales, la ciudadanía, el liberalismo y la democracia política, salvo para mujeres y esclavos, aunque las conquistas de los derechos de las mujeres y los esclavos han sido derivaciones naturales del liberalismo ilustrado.

            Bunge es un crítico tenaz de filósofos reconocidos en el ámbito académico, como Georg Hegel (“perdí dos años leyéndolo”, ha dicho), Ludwig Wittgenstein, cuyo pensamiento le parece inútil, y Michel Foucault (“un embaucador”). De Martin Heidegger ha expresado en una entrevista con el diario español El País: “Era un pillo que se aprovechó de la tradición académica alemana según la cual lo incomprensible es profundo. Adoptó el irracionalismo y atacó a la ciencia porque, cuanto más estúpida sea la gente, tanto mejor se la puede manejar desde arriba”.

            Son célebres también sus descalificaciones del existencialismo y del psicoanálisis, y ha llamado “el gran macaneador (embustero)” a Sigmund Freud. Del relativismo posmoderno piensa que es nefasto pues induce a las personas a dudar de la posibilidad de conocer la realidad, uno de los objetivos de la ciencia.

Ciencia y razón

Bunge separa el conocimiento científico, por una parte, de las pseudociencias, por otra, las que no pueden contrastarse empíricamente: “El pseudocientificismo consiste en presentar pseudociencias como si fuesen ciencias auténticas porque exhiben algunos de los atributos de la ciencia, en particular el uso conspicuo de símbolos matemáticos, aunque carecen de sus propiedades esenciales, en especial la compatibilidad con el conocimiento anterior y la contrastabilidad empírica” (Las pseudociencias, ¡vaya timo!).

            Para él, la ciencia conduce a verdades objetivas e impersonales, y se autocorrige, mientras que no hay pensamiento crítico en las pseudociencias: simplemente deben creerse. Según Bunge, algunas pseudociencias son dañinas cuando se alían con el poder político o cuando pretenden reemplazar a la medicina.

            ¿Por qué es preferible el escepticismo metódico (no el radical), que promueve Bunge a partir del pensamiento científico, y no la credulidad en cualquier cosa que parezca “científica”? Porque la ciencia siempre da mejores resultados. Según Bunge, “la credulidad está más difundida que el espíritu crítico, el que no se adquiere recopilando y memorizando informaciones, sino repensando lo aprendido y sometiéndolo a prueba” (Filosofía para médicos).

            En el siglo XXI, con todo el peso de la ciencia y la razón sobre nuestras espaldas, aún existe un gran porcentaje de la población que se aferra a ideas absurdas, como el creacionismo, la astrología, los horóscopos, la “nueva era”, la brujería, la homeopatía y otros mitos y pseudociencias.

            En cambio, el pensamiento de Mario Bunge es un faro en medio del desierto del irracionalismo. Activo en sus 98 años, confiesa: “Me quedan muchos problemas por resolver: no tengo tiempo para morirme”. Ω

[1] http://www.nacion.com/ocio/artes/commodo-consequat-Duis-dolor-reprehenderit_0_1658834119.html