Richard Stengel
Veintisiete años en prisión te enseñan muchas cosas, pero una de ellas es a practicar el juego largo. De joven, Mandela era impaciente: quería el cambio para ayer. La cárcel le enseñó a ir más despacio, y reforzó su sentido de que la prisa conduce al error y a los juicios equivocados. Sobre todo, aprendió a posponer la gratificación; toda su vida es un ejemplo de ello. Sigue leyendo