Los migrantes que no importan

Un libro que no debieran dejar de leer las más altas autoridades mexicanas migratorias y de seguridad pública es Los migrantes que no importan, del joven periodista salvadoreño Óscar Martínez, al que se refiere ampliamente el novelista Francisco Goldman en la revista Letras libres (número de julio de 2013).

El libro recopila una serie de artículos en los que se da cuenta de la situación de los migrantes centroamericanos que atraviesan nuestro país. Esos migrantes huyen de la catástrofe económica, el desempleo, la falta de horizontes vitales promisorios y la violencia exacerbada que padecen sus países.

Vienen en busca de la tierra prometida, los Estados Unidos, donde es posible conseguir trabajo aun siendo indocumentado, con un salario siete, ocho veces mayor al que obtendrían en sus países realizando tareas similares. Quieren mejorar su calidad de vida y enviar dinero a sus familias para aliviar las condiciones en que éstas viven.

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La sinrazón de la homofobia

La sociedad francesa se conmocionó por el asesinato de un muchacho de 18 años —que había exhibido una pancarta con la leyenda “la homofobia mata”— a manos de un grupo neonazi.

Ese crimen es indignante, pero no sorprende que unos fanáticos, inspirados por una ideología genocida y estúpida, actúen de manera tan brutalmente demencial.

Lo sorprendente es que en Francia, cuna de la primera declaración de derechos humanos, decenas de miles de ciudadanos hayan salido a las calles a protestar contra el reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo y 45% de la población se oponga a esa clase de unión. Esa oposición al connubio gay, en mayor o menor medida, se da en todo el mundo.

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Cuevas crepuscular

Ante el auditorio completamente lleno del Centro Universitario Cultural —el famoso CUC dominico de mis años estudiantiles, a unos pasos de Ciudad Universitaria, donde se podía ver muy buen cine así como escuchar a magníficos cantantes, músicos y conferencistas, y comer razonablemente bien por un precio módico—, José Luis Cuevas sacó el peine de su bolsillo y, deleitosamente, lo pasó una y otra vez sobre su fleco durante toda su conferencia.

Él podía hacer lo que se le viniera en gana en cualquier lugar, pues era, aún joven, un pintor legendario, el enfant terrible que había emprendido la más ácida crítica contra los muralistas de la Escuela Mexicana de Pintura, todos ellos vacas sagradas, y dibujaba pesadillas, monstruos y esperpentos que parecían imágenes de nuestros temores, nuestras fobias, nuestras angustias.

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Procurar justicia

El susto de Ángel de María Soto Zárate, maestra veracruzana de 23 años, fue mayúsculo, pero, por fortuna, quedó en susto y no terminó en una pesadilla que arruinara su vida.

Ángel de María viajaba a Río de Janeiro con la ilusión de encontrarse con el Papa en las Jornadas Mundiales de la Juventud. En la escala de Lima perdió el pasaporte. El consulado mexicano le expidió uno provisional para que pudiera regresar a la Ciudad de México, donde recuperaría su equipaje con una contraseña que le entregó la aerolínea LAN. Al llegar aquí fue detenida porque el número correspondía a una maleta en la que se encontró droga, específicamente 10 kilos de cocaína, a pesar que la joven advirtió desde el primer momento que el veliz no era suyo, por lo que ni siquiera lo tocó.

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