El populismo tiene su caldo de cultivo idóneo ahí donde numerosos ciudadanos están descontentos e irritados por un conjunto de factores: pobreza, inseguridad, desempleo, horizontes poco promisorios para la juventud, exclusión social, corrupción, impunidad y desprestigio de los partidos políticos, entre otros
En la oposición, los populistas —o el caudillo populista— ofrecen, para obtener votos y gobernar, que resolverán todos esos problemas, sin tomarse la molestia de explicar exactamente qué medidas tomarán para atacarlos, como si tuvieran una varita mágica, no obstante que cada una de esas contrariedades es de una complejidad considerable.
Los populistas tendrán mayores oportunidades de persuadir a la población en sociedades en las que amplias capas de la población se dejan llevar no por la razón, sino por el resentimiento, la ignorancia, el prejuicio y los discursos en los que se dice en un tono apocalíptico lo que quieren escuchar. Sigue leyendo